Liberen a Yidis
Liberen a Yidis. Libérenla ya, como a la triste ballena de la película, ahora que ha sido probado que confesó un delito que no cometió. El diligente señor procurador, un hombre tenso que aspira a contener su moral recalcitrante gracias a las tirantas de la ley, ha llegado a la conclusión de que nadie cometió con ella el “cohecho propio” por el que fue condenada a varios años de prisión.
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Páginas sociales
Sigo donde iba. Sale el autor del best séller El cartel de los sapos, en no sé qué revista, en no sé qué sección, mientras emprende una caminata relajada por Miami al lado de la glamorosa actriz Sofía Vergara. Ya que ha pasado de pequeño narcotraficante a guionista de series de televisión, gracias al éxito de sus memorias supuestamente escandalosas, puede ser que solamente estén conversando sobre la posibilidad de que ella protagonice el dramatizado en el que él tiene en mente contar la vida de las abnegadas mujeres de la mafia.
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El mundo al revés
Quizás no entiendo bien el problema, pero ¿por qué muestran en todos los noticieros las nuevas cámaras antirrobos?, ¿por qué nos dicen la dirección exacta del lugar en donde acaban de instalarlas?, ¿el mensaje es “queridos hampones: si van a atracar, atraquen en la cuadra de al lado”? Sí, puede tratarse de una estrategia. Puede ser una forma de decir “estamos preparados para enfrentar a la delincuencia” y “no robe: lo atraparemos”.
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DMG
“Al colombiano le gusta la plata fácil”. “Tenemos que deshacernos de esta cultura mafiosa”. “La gente es tan ambiciosa que prefiere meter los ahorros en una pirámide”. “Eso les pasa por idiotas”. “Eso les pasa por tramposos”. “Cada quién se labra su propia suerte”. Se cumplen seis meses, ya, de sentencias de semejante calibre: frases destempladas como las tizas que se que parten en un pizarrón o las uñas que se liman en una sala de espera. Yo he tratado de entender, todo este tiempo, por qué esos pensamientos en voz alta me enervan tanto como los comentarios del Papa sobre el condón o la propuesta de convertir la seguridad democrática en una política de estado. Y ya sé. Ya sé por qué. Porque son oraciones que sólo tienen predicado. Porque son mentiras. ¿Qué puede importarle a Dios que un pobre cristiano se ponga un preservativo? ¿No está clara en la Constitución Política de Colombia que el estado debe garantizar la seguridad de los ciudadanos? ¿No nos encantaría a todos ganarnos la plata del mes sin perder todas las fuerzas en el proceso?
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Fe en la fe
Ya estuvo bien de pragmatismo. Es tiempo, de nuevo, de creer en ciertas cosas. Llevamos un buen rato encogiéndonos de hombros ante la realidad. Y es hora de volver a ser humanos. Nos hemos vuelto viejos hastiados que no le piden nada a lo que falta de la vida. Decimos “¿qué esperar?”, “¿por qué esperar?”, “¿para qué esperar?” en una voz tan baja que se parece al silencio. Sabemos de memoria cómo funciona el mundo: los libros denuncian su impiedad, las películas revelan su mezquindad, los periódicos trazan día a día, así no lo sepan, el trayecto de su corrupción. Se nos ha probado hasta la saciedad que el camino más corto a la tranquilidad es dejarlo todo como está, permitir que el perro duerma, no alborotar el avispero. Don Quijote se lo dice a Sancho: “peor es meneallo”. Y así, en puntillas, recorremos nuestras biografías.
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Oveja Negra
Hace muchos años, cuando los malos pasos aún producían vergüenza, Oveja Negra fue una editorial verdaderamente importante. Sus libros no fueron nunca los más bonitos de las librerías: el diseño aspiraba a una elegancia que jamás lograba, las portadas fallaban siempre en el intento de alcanzar la originalidad, la letra solía estar apeñuscada. Pero eran buenos libros. Y todos teníamos en la casa una docena. Porque Oveja Negra, antes de ser esta impresora apurada que manda a las calles documentos escandalosos, antes de convertirse en esta encuadernadora de textos sin pies ni cabeza que salen a la luz sin haber sido corregidos, publicaba los clásicos de todas las literaturas de todos los lugares de occidente, daba a conocer a los autores latinoamericanos que no podían evitarse, diseñaba colecciones maravillosas empastadas en cuero que ponían al día en aquellas noticias del mundo que jamás llegan a los periódicos.
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Un día en la peluquería
Los peluqueros son como los dentistas, pero nobles. Tienen la bata impecable, los envidiables instrumentos de trabajo y la vocación que resulta difícil de entender, sí, pero no disfrutan con la sangre, no lanzan sonrisas diabólicas mientras trabajan y no emiten sentencias implacables sobre nuestro futuro. Sus tijeras producen un pequeño sonido, hecho de jotas y de eses, y no ese ronroneo aterrador que viene de las máquinas odontológicas.
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Alfabeto
A es de un año nuevo que va a cargar a cuestas uno viejo, el siniestro 2008, que probó en todos los tonos que eran ciertos nuestros temores más irracionales, que puso en evidencia que pronto tendremos que hablar en clave por teléfono, que dejó en claro que si viéramos las cosas desde arriba, si tuviéramos a mano la verdad, nos despediríamos de nuestras pretensiones de democracia como se despide en una funeraria a un pariente que nadie pensó que iba a morir.
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Requiem por las mascotas
Los restaurantes y los bancos de hoy se avergüenzan de sus propias mascotas. O al menos eso parece. Es como si todos los negocios hubieran madurado y ya no quisieran saber nada de nada. Como si le dieran la espalda a ese tiempo cuando su única estrategia, para captar la atención de nuevos clientes y conservar la de los más antiguos, consistía en presentarnos a un muñequito sonriente y emprendedor que estaba dispuesto a darnos la mano en los momentos difíciles.
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Adolescencia
Hubo un tiempo, en algún lugar que todavía queda en este planeta, en que los niños se convertían en adultos de la noche a la mañana. Un día, después de sobrevivir cierta ceremonia de iniciación, amanecían resignados a ser una sola persona, concientes de todos sus actos y capaces de responder por los demás.
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Salud
Es mi deber ponerlos al día. Han pasado muchas cosas en estas semanas. La economía se desplomó. Hubo despidos masivos en los imperios del primer mundo. Barack Obama, candidato a la presidencia de los Estados Unidos, arriesgó su elección reconociendo que había que “repartir la riqueza”. Llegó a las tiendas Sicko, el brillante documental de Michael Moore que denuncia los horrores del sistema de salud gringo, a preguntarnos por qué no somos solidarios. El padrino fue elegida la mejor película de la historia. Los Soprano fue declarada la mejor serie de televisión.
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Contribuir a la confusión
No es que la gente sea idiota: nadie está diciendo eso. Es que a muchas personas les cuesta entender las cosas que no son literales. Y lo más probable es que una broma como la que el artista Lucas Ospina hizo el viernes 12 de septiembre de 2008, una parodia malévola que sólo le hará gracia a quien tenga la voluntad de interpretarla, pase al olvido como el chiste pesado de un ocioso.
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Profecía
Y un día alguien le dará la noticia de que el mundo por fin se va a acabar. Y usted tendrá que pensar si valió la pena andar con vida. Primero caerá en cuenta de que no había caído en cuenta de la muerte. Después se preguntará si fue suficiente lo que hizo, si pudo corregir a tiempo el plan que le trazaron, si le faltó decirle a alguien que tenía toda la razón. Se bañará con agua caliente hasta que empiecen a caerle gotas heladas desde el techo. Saldrá a la realidad a leer la última edición del periódico. Y después preferirá quedarse quieto a recobrar tiempos perdidos. Le dará las gracias a Dios por haberles evitado a sus padres la pesadilla de enterrarlo. Reconocerá que no estuvo mal haberse enamorado.
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Salida de emergencia
No hay nadie en la calle. No pasan carros de derecha ni bicicletas de izquierda por ahí. Sólo se mueve, por cuenta del viento, una botella plástica de 500 mililitros. Llevo mi paraguas por si acaso, para que nada me llueva, por una acera en la que nadie va a ninguna parte. Camino cuadras y cuadras desiertas hasta que entiendo en dónde están todos. Se han metido en el centro comercial.
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Discurso de grado
Ya no más. Ya estuvo bien. Cumplo 33 años el mes que viene. La vida me cambia año por año, para bien o para mal, a pesar de los esfuerzos monstruosos que hago para vivir en una burbuja en la que todo sea como era en las apacibles vacaciones del colegio. La vida me cambia apenas me volteo a mirarla, digo. Y sin embargo sigo oyendo, cada vez que me asomo a la sociedad, las mismas mentiras, las mismas excusas, las mismas escenas, las mismas sentencias que he oído desde que tengo memoria.
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Exterminio
¿Soy yo o ese señor de verdad usó la palabra “exterminio”? ¿Todavía estaba dormido (eran las 7:37 AM del lunes) o en realidad leí en el periódico que un ministro viejo amenazaba con exterminar a unas personas? ¿Es mi cansancio de estos días o a la gente le pareció que sentenciar a muerte a aquellos criminales no tenía nada de extraordinario? Porque si es así, si hemos llegado ya a la escena en la que alguien puede decir “exterminar” en voz alta sin causar escalofríos, es hora de que tomemos entre todos algunas decisiones.
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El hombre consistente
Leonard Cohen, de 74 años, ha entrado en el hall de la fama del rock. Y ya que no puedo preguntárselo, porque está lejos, yo me pregunto qué hay que hacer para ser tan íntegro como él. Creo que más allá de los moralismos, más allá de las griterías de las iglesias de turno que invaden las vidas privadas, los verdaderos interrogantes son estos que vienen: ¿cómo llegar a viejo sin haberle vendido el alma al diablo?, ¿se puede ser una persona honorable en un mundo que todo el tiempo invita a las pequeñas trampas?, ¿es posible ser fiel a uno mismo, fiel a las reglas de uno mismo y leal con las vidas ajenas, en una vida que pone tantas veces contra la pared? Creo que Cohen diría que sí.
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Estereotipos
Usted es así. Así como es. Y así va a morir, idéntico a usted mismo, porque así ha decidido la gente que usted muera. A la gente le fascina decir que es imposible conocer a otra persona. Pero en el fondo no lo cree, no, la gente está segura de que conoce a todo el mundo de memoria. Y quizás para sentir que nada se le sale de las manos, tal vez para no perder el tiempo en la vida de los otros, dice las frases maleducadas que sabemos: “todos los hombres son iguales”, “todos los franceses son pesados”, “todos los ricos son malos”. Y no hay nada qué hacer. Usted tampoco puede escapar.
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Hablar de política
No quiero hablar de política. Ya no. Pero una persona amable, a quien podríamos definir como “un uribista de buena fe”, acaba de preguntarme qué pienso de lo que ha estado pasando en el país en estas últimas semanas. Yo, para decir verdad, no he sabido qué pensar. Y eso es lo primero que le digo.
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Para que vuelvan al rebaño
Esta es la cuestión: hace dos años, en una importante reunión que comenzó el martes 25 de febrero y terminó el sábado 1 de marzo, un grupo de obispos reconoció amargamente que la Iglesia Católica estaba perdiendo miles de fieles en Latinoamérica. Por supuesto que sacaron otras conclusiones, no fueron a Miami sólo a chapotear en la piscina.
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Atari no tiene la culpa
A los papás les gusta echarles la culpa a los demás. Sus hijos se les han salido de las manos, piensan, por cuenta de accidentes como las malas compañías en el barrio, los libros blasfemos bajo la cama, las canciones lúgubres cantadas a los gritos, las películas violentas que lavan el cerebro, los programas de televisión pensados para idiotas o las páginas web cargadas de ideas peligrosas.
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Fanáticos
Desde niños nos han aconsejado que dudemos un minuto, al menos un minuto, siempre que estemos convencidos de algo. Para decir verdad, no ha servido de nada. Porque si algo prueban estas últimas semanas es que el mundo está lleno de fanáticos (vean la definición del columnista irlandés Finley Peter Dunne:
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Feliz Navidad
Los tipos que tienen la culpa duermen en paz: es una realidad que no deja de asombrarme. En la falsa nochebuena que remata sus años, reciben, sin asomos de vergüenza, regalos tan descarados como finísimas botellas de whisky, aparatos electrónicos que registran sus extraños movimientos de cuentas y anchetas gigantescas que callarían para siempre al niño chillón de aquel villancico escalofriante titulado Mamá: ¿dónde están los juguetes?
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El retrato de Michael Jackson
Sé que va a sonar extraño. Pero mi idea es que, si algún investigador universitario llega a pedirnos una definición de "ser humano", o un extraterrestre en son de paz se atreve a preguntarnos qué clase de animal es el hombre que puebla el planeta en tiempos de medios, le entreguemos en una jaula al desprestigiado cantante Michael Jackson.
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Por qué no suicidarse
Todos los suicidas han tenido fiebre alguna vez: el cuerpo, que suele llevarle la contraria a la voluntad, y parece inmune a las pruebas que podemos darle de que vivir no vale la pena, eleva su propia temperatura para fabricar ejércitos de microorganismos siempre que se siente amenazado por las infecciones.
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Quejas y reclamos
Yo no digo que hagamos la revolución. Digo que, ya que nadie protesta por nada, ya que la protesta ha dejado de ser lo que antes era (¿no es cierto que a los nuevos héroes de las emisoras les da un poco de vergüenza componer canciones en contra de la guerra?, ¿alguien me responderá "eso es mentira" si aseguro que al año se pierden millones de dólares del presupuesto nacional en corrupción?, ¿no me responderán "qué importa" si insisto en que ciertos funcionarios públicos han roto la promesa de no involucrarse en combates electorales?),
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Todo el mundo está feliz
Algunos defectos del mundo son más evidentes en Colombia: la cultura del dinero por el dinero ha hecho que a una cantidad de inocentes de corbata les dé lo mismo qué se venda con tal de que se venda (celulares, personas, libros: da lo mismo) y ha convertido a la gran mayoría de las empresas en mafias sicilianas, organizaciones implacables con las que conviene estar agradecido;
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Actitud negativa
Hubo un tiempo en el que nadie me creía. Yo juraba por Dios haber visto un programa de televisión en el que un amable gordito de gafas les pedía a los televidentes trasformarse en personas positivas, desparpajadas, echadas palante. Y nadie, nadie en el mundo, me creía.
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El secreto de El dorado
Hubo un tiempo en el que Bogotá era tan fea como su aeropuerto El dorado. Uno cruzaba el aterrador túnel peatonal que conecta al parqueadero más caro del planeta con las filas más largas que se consiguen en el mundo de las filas, uno atravesaba ese pasadizo inverosímil enchapado en mosaicos de baño,
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Diario de campaña
Lunes 28 de noviembre de 2005. El presidente ha reconocido que quiere ser presidente. Otra vez. Lo ha confesado después de permitir el desgaste de las tres ramas del poder, de revivir los odios que habíamos resuelto a fuerza de aborrecer juntos al mismo equipo de fútbol, de convencer a una sociedad sin horas extras de que el clientelismo no es clientelismo cuando se hace de frente,
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Espejo
La cuestión ha sido, siempre, poderse ver en el espejo. Si se trata de encontrar lugares comunes, si la idea es hallar destinos que nos hagan sentir como pequeños insectos que ya pasarán, el camino más corto sigue siendo pensar en los espejos.
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Hacer ejercicio
Y aquí voy yo, en una bicicleta roja que me regalaron hace unos seis meses, tratando de subir con dignidad las partes más empinadas de la carrera séptima. En la etapa más incierta de mi biografía, por consejo de un médico que parecer ser un buen amigo ("es peligroso tener una vida sedentaria después de los treinta", dijo),
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Yo tendría un perro
Lo más cercano que he tenido a una mascota es un amigo fiel, de barrio, que tenía clarísimo que el sentido de la vida no era sólo comer sino también dormir. Corrijo: la verdad es que una compasiva novia de mi hermano nos regaló, en los primeros días de agosto de 1990, un estanque ruidoso lleno de pescaditos de colores,
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Desde 1982
En las vacaciones del mundial de 1982 el fútbol era lo único que tenía sentido. Yo tenía seis años. Casi siete. Y era la primera vez que me pasaba algo como eso. Releíamos ciertos artículos de una revista llamada Copa, organizábamos finales a muerte entre equipos hechos con tapas de Coca-Cola,
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Los peligros de la navidad
He hecho todo lo posible para no hablar de navidad. Año por año he evitado escribir sobre lo agobiante, lo emocionante, lo peligrosa, lo restauradora que puede ser la navidad. Y sobre lo legítimo que puede ser odiarla.
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Publicidad política pagada
Probablemente sea un problema psiquiátrico: quién, que conozcamos, no tiene uno a la mano. El caso es que desde que cumplí los tres años he estado pendiente de las vallas publicitarias, los comerciales de televisión y las canciones pegajosas que aparecen cuando llegan los días de las campañas políticas. Es, a Dios gracias, lo único en lo que he sido precoz
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Una serie de consejos
Si alguien lo invita a una comida, si alguien se atreve a recibirlo en la sala de su casa, recuerde a tiempo que el mundo ha cambiado. Las conversaciones de bienvenida ahora son negociaciones, los platos fuertes se han convertido en retos a su cosmopolitismo, las sobremesas tienen algo de caminata por la cuerda floja.
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Sala de espera
El lugar que más se parece a la experiencia de vivir es la sala de espera. No es la oficina. No es la iglesia. No es el baño de una casa ajena. Es aquella habitación ansiosa, con sus sofás de cuero, sus canecas altas y sus revistas viejas, a la que venimos con la única esperanza de oír nuestro propio nombre antes de que se haga de noche.
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Ataques de risa
El otorrinolaringólogo danés Ole Bentzen se murió de risa en 1989 (quiero decir: tuvo un ataque mortal de risa) durante una de las escenas más absurdas de aquella comedia titulada Los enredos de Wanda. El heladero tailandés Damnoen Saen-um murió en 2003 tras una larga risotada no obstante los esfuerzos de su esposa por despertarlo del sueño feliz que soñaba.
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Bogotá
Me pasa que si salgo de mi casa descubro que todo el tiempo estoy adentro. Bogotá jamás me ha hecho sentir de paso ni me ha mirado de reojo. Me ha enseñado a estar pendiente de la lluvia, me ha advertido que lo más sensato es no bajar la guardia y me ha dejado perderme en sus calles perdidas, pero me ha probado,
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Colombia
Me gusta esa frase que uno encuentra en las puertas de las neveras: "la casa está donde está el corazón". Me gusta la idea. La entiendo. Estoy de acuerdo. Cada día me parece menos posible hablar de "el amor", "la felicidad" o "la patria" así como así, como abstracciones, como cosas que lo están esperando a uno en algún lugar del mundo
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No hay mal que por bien no venga
La tragedia del hombre puede resumirse de la siguiente manera: que no ha sido capaz de hacerles caso a los dichos populares. Desde el principio de los tiempos, tal vez un poco más en estos años, hemos perseguido escenas extraordinarias, fingido expediciones memorables, intentado romances incómodos, como si en el mundo todavía quedara algo qué inventar, como si la rutina fuera siempre una derrota.
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Un día en la vida
La pregunta es cómo llegar al final del día. Lo que significa que el día no ha comenzado de la mejor manera. Es, de hecho, un día cualquiera. Tal vez un miércoles. Porque el sábado es un paréntesis feliz. Porque el jueves es más bien inofensivo.
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Escribir
La vocación es un lujo de la gente acomodada. No digo de la gente con plata, no, sino de la gente que tiene algo de tiempo (algo de silencio) para oír el llamado de un oficio. Es eso lo que significa la palabra "vocación": una voz que nos revela quiénes somos en verdad.
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Celebrar lo malo
Tal vez sea cierto eso de que "no hay nada nuevo bajo el sol". Tal vez. Puede ser. Pero la verdad es que, justo cuando uno cree que lo ha visto todo, justo cuando ya ha reconocido que venimos el mundo a dejar de ser las personas que somos, sucede algo que nunca antes había sucedido, aparece desde ninguna parte,
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Que nadie obligue a nadie a nada
Creo que ser viejo es un final feliz. Y sospecho que los libros, que hacen los días más cortos y las incertidumbres menos graves, se han convertido, desde hace algunos años, en mi propio camino invisible a la vejez. Eso es, exactamente, lo que está pasando. Los libros me están llevando de una orilla a la otra.
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Lucho Herrera
Yo sólo he pedido un autógrafo en mi vida: el autógrafo de Lucho Herrera. He tenido muchos otros héroes en estos años, no me interesa negarlo, he visto gente entera (en mi familia, en las películas, en los partidos de fútbol) desde que tengo uso de razón, pero ninguno, aparte del escalador Lucho Herrera, el hombre más digno en el viacrucis del ciclismo
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Legado
Si yo me muriera mañana, si me muriera, digamos, en un par de meses, les dejaría todas las cosas que sé a mis dos sobrinos. Les escribiría una carta a mano, con mi letra de zurdo juicioso, preparándolos para lo que se les vendrá encima cuando descubran qué tipo de mundo es el mundo en el que viven.
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Squash con Toño
Yo, igual que Toño, tengo un estado físico desastroso. Pero acá estamos los dos a punto de comenzar un determinante partido de squash. Es el viernes 23 de noviembre de 2007. Son las 10 y 30 de la mañana. Desde abril teníamos pendiente este mano a mano.
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Trasteo
La mudanza fue el jueves 19 de octubre del año pasado. Pero sólo hoy, doce meses después, siento que este es mi apartamento. El año ha sido toda una vida: las matas que compramos en Briceño crecieron, murieron y volvieron a crecer; los libros de mi familia se fueron acomodando poco a poco en los estantes de las bibliotecas;
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Dios no es neutral
Voy por el toro. Las pocas veces que he visto corridas, al final me he puesto de parte del animal sudoroso y sangriento. Él estaba tranquilo, con su familia y sus amigos, y de un momento para otro lo han puesto a combatir, cara a cara, con un tipo forrado en lentejuelas doradas y canutillos de colores.
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Traumas y pesadillas
En el futuro, cuando seamos viejos, toda la televisión que hemos visto en nuestra vida comenzará a afectarnos el cerebro. Ser televidentes va a costarnos caro, eso es seguro. Esas tardes después del colegio, llenas de telenovelas y de enfermizos programas infantiles, y estas noches pasando canales con la boca abierta, tienen que traer efectos secundarios. Traumas y pesadillas.
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Dulces para todos
Está bien que los niños se disfracen. Yo mismo, cuando era chiquito, me vestía de soldado inglés y salía a pedir dulces. Por supuesto que aquel no era cualquier disfraz y que solamente lo hacía los treinta y unos de octubre: si hubiera sido un patrón de conducta, sin duda mis papás me habrían internado en un hospital psiquiátrico, o los vecinos habrían tenido que comprar muchos, muchos dulces y aún hoy sería famoso en todo el barrio.
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El Infierno
El mundo es el Infierno, cualquiera lo sabe. Se calienta más y más todos los días y, cuando uno sale a la calle, siente que está a punto de explotar. Sí, es el Infierno. Ocurre más allá de las oficinas y los planes macroeconómicos, debajo de las bolsas de valores y las páginas web. Se cae.
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Después de la señal
El teléfono celular ha perdido su encanto. Atrás quedan esas épocas cuando le daba al usuario, que cruzaba los semáforos en rojo a pie y de afán y con el aparato en la oreja, cierto carácter neoyorquino.
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El aguafiestas
Es una mancha. Se ríe de los grandes momentos de gloria, menosprecia los triunfos ajenos y no se siente orgulloso de haber nacido en su tierra. Es como aquella mamá que dice "se los dije" sobre la leche derramada. Era ese niño que se negaba a cantar en frente de las visitas, ese adolescente al que le tenía sin cuidado que el equipo de fútbol de su colegio fuera goleado de local, ese universitario que no soportaba las sensibleras películas italianas y apoyaba las protestas de los sindicatos siempre y cuando se llevaran a cabo por las aceras.
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El desfile de los monstruos
La televisión es una fábrica de monstruos. Sí, al principio todos parecen caballeros andantes y princesas en apuros, pero tarde o temprano se convierten en patéticas caricaturas de sí mismos. El proceso está muy claro: nos educan para la deprimente meta de ser alguien, sospechamos que sólo lo consiguen quienes salen en los medios de comunicación, descubrimos que la televisión es el libro que leemos todos y nos entregamos, en cuerpo y alma, a las promesas, las cifras y los espejismos de la fama.
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El voto es secreto
El voto es secreto, tiene que serlo. No sólo porque haya que abrirle paso a la democracia y se deba poner en escena su libreto irrealizable, sino, sobre todo, porque uno siempre vota mal. Si el voto no fuera secreto, la vergüenza sería insoportable. Todos sabrían que tenemos la culpa. Jamás votamos bien.
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Fútbol de madrugada
Los partidos de fútbol son apasionantes películas de suspenso: nos sentamos en el borde de la silla, quitamos la mirada cuando nuestro equipo va a patear un penalti, le pedimos al tiempo que avance o crezca o se detenga. Ver fútbol es como ver cine: lo peligroso es que mientras nosotros, los hombres de bien, vamos por los buenos, los demás, en la tribuna de enfrente o la silla de al lado, tienden a celebrar las acciones de los malos.
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Héroes y villanos
Son las doce de la noche del domingo. Estas son las noticias: la última película de Roman Polanski ha recibido la Palma de Oro en el Festival de Cannes, Dan Jennings ha ganado una demanda por 250.000 dólares a un hospital de San Diego, el Papa ha concluido su viaje número 96, los Rolling Stones celebran su 40 aniversario, Paolo Guerra ha lanzado duras críticas a la OTAN por cerrar una playa nudista, El hombre araña ha reunido 450 millones de dólares en su tercera semana en carteleras y Álvaro Uribe Vélez ha sido elegido Presidente de Colombia con 5.830.000 votos.
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Juegos de mesa
Los líderes del mundo, de acuerdo con mis investigaciones, aprendieron todo lo que saben cuando no iban al colegio. Se quedaban todo el día en los sótanos de sus casas y jugaban, a escondidas, los más célebres juegos de mesa. Entendían las leyes del mundo, los chantajes de la oferta y la demanda, frente a los tableros de Monopolio.
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Los vírgenes del mundo
Los vírgenes no son, como se ha creído, parecidos a los boy scout. No llevan pantalones cortos y pañoletas anudadas. No están llenos de energía ni sonríen, por ahí, como si la vida fuera un programa de televisión para niños. Sí, asan masmelos, les ayudan a los papás a cargar las bolsas del mercado y saben muchísimo de fútbol, pero no son almas buenas, nobles y caritativas.
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Otro año, otra vez
El año comienza en febrero, cuando nos damos cuenta de que todo sigue igual. Todavía hay que trabajar duro, cuidarse de los virus y cortarse las uñas, y los amigos y los compañeros de oficina siguen siendo los mismos, con los mismos tics, las mismas muletillas y las mismas contradicciones sin resolver.
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Todo tiene su momento
La originalidad no existe. O, si existe, por lo menos tiene su momento y su lugar. Estas dos máximas, que cualquiera comprendería de inmediato, parecen extremadamente complejas cuando tratamos de explicárselas, con ejemplos y gestos de desagrado, a esas parejas que se casan en paracaídas, aquellas familias que tienen teléfonos en forma de cacahuates y algunos señoras que le ponen saquitos de lana a sus perros motosos.
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Cruzar la calle
Lo mejor, para ir por la calle, es meterse la billetera en el bolsillo de adelante, llevar la chaqueta llena de monedas, y cambiarse de acera, de una orilla a la otra, cada vez que sea necesario. No, no es fácil viajar por la calle. Requiere años y años de práctica.
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El derecho a la piratería
Acabo de verlo. En una esquina de Bogotá, en este preciso momento, venden una copia pirata del código penal: al lado de las restauradoras novelas de superación personal, las últimas novelas de los novelistas de moda y las inaplazables recetas de la famosa terapia de las frutas, descansa, pirateado, el compendio de todos los crímenes y todos los castigos.
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El mundo al revés
Esto no es el mundo. Alguien está soñándolo todo, en alguna esquina de cualquier ciudad, y nosotros estamos atrapados en su sueño. Porque, si no es así, ¿entonces cómo comprender que Arnold Schwarzenegger, aquel fisiculturista austriaco que interpretó sin problemas a Conan, el bárbaro, ese aficionado a las orgías que fue capaz de perder el papel de Hulk,
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El pasaporte de regreso
Colombia es un semáforo en rojo rodeado de campesinos desplazados por la violencia. Qué alivio tomarse unas vacaciones, pensamos, antes de que los tragafuegos de las esquinas se molesten porque se nos han acabado las monedas.
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Germán Pardo García-Peña
Usted murió el 8 de agosto de 2003 al final de la noche: nos lo repetimos todos, una y otra vez, para tratar de entenderlo. Sufrió el último de sus ataques de asma, el único ataque de golpe, en el peor de los climas posibles. Se dirigió paso por paso hacia la muerte, si uno lo piensa con cuidado, porque había conseguido lo único que le faltaba: pensar un poco, sólo un poco, en usted mismo.
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Instrucciones para ir a cine
Cuando entro a una librería, y llego a los escaparates de los manuales y los mapas, pienso que alguien tendría que escribir una compasiva Guía para ir al cine. Ir a cine es, al fin y al cabo, un viaje como cualquiera, y, si no contamos con un plano detallado de lo que podemos encontrar en los múltiplex o las pequeñas salas de barrio, lo más probable es que corramos el riesgo de vivir una de las peores experiencias de nuestras vidas.
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Universidad
Lo peor de la universidad, creo, es que todos sienten que tienen que decir todo lo que piensan. Y, peor aún, que sienten que todo lo que piensan es muy interesante. Los típicos universitarios son aquellos personajes que, en vez de dejar en paz a sus hermanos menores, reivindican "la otredad", "la hibridación" y "el multiculturalismo".
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Cocinar sin ropa
La gente se encadena a los postes de la luz para protestar por los fusilamientos en Cuba, marcha con pancartas mal redactadas para sentar su posición, arma grupos guerrilleros para vengarse de la escalofriante indiferencia de las elites y atraca a niñitas con polio y a gorditos temblorosos para que sus hijos menores no se mueran de hambre, pero ningún acto humano tan desesperado,
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El infierno de nosotros
El Papa reconoció, hace un par de años, que el Infierno es solo un estado del alma. Pero yo, que miro por la ventana todo el día, pienso en cómo será hoy, 4000 años después de su invención, el horrible mundo de los muertos. El primer piso, me digo, tiene que ser la sala de espera de un consultorio odontológico: es ahí en donde los hombres sin fe –que cuando llega la cuenta preguntan "¿quién pidió jugo de mandarina?"- esperan el regreso de la eternidad mientras alternan la lectura de revistas de farándula con un diálogo sordo sobre el sentido de la vida
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Montar en taxi
Si las ciudades son organismos vivos, tal como sostienen los profesores universitarios a sus alumnas menos gordas, entonces los taxistas son los glóbulos amarillos que nos ayudan a respirar un poco mejor. Los vemos una sola vez en toda nuestra vida, es cierto, pero alcanzan a convertirse en personajes con tres dimensiones –tipos con móviles, muletillas y temores- en el transcurso del viaje.
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Oficinas
Es imposible trabajar en una oficina. Los cubículos, los baños compartidos, los almuerzos de afán: todo está diseñado para que, tarde o temprano, se creen los mismos vínculos que se crean en las cárceles. Dios, dicen las escrituras, creó el trabajo como castigo: inventó los horarios desalmados, los jefes con los pies sobre el escritorio, las corbatas que ahorcan poco a poco.
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Elogio del blog
Es como en esas propagandas de televentas. Sí, claro, eso es: es exactamente como en esas propagandas. Llego de pronto, me siento en mi silla de todos los días, sonrío frente a las cámaras –que están en todas partes- como un orgulloso alcohólico anónimo.
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Breve antología del humor negro
Creo en un Dios que se ríe de las cosas. Creo en un Ser primero, un poder detrás de todo, que no persigue dominios, que no se santigua ante lo humano ni mira a nadie de reojo. No me cabe en la cabeza la existencia de un Ser supremo que lo haya creado todo –un mundo lleno de obstáculos que debemos superar, igual que en los juegos de PlayStation, hasta que veamos un "game over" en el horizonte- como un experimento del que solo salen bien librados los fanáticos del cielo.
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El carriel del Papa
El gran interrogante que nos deja la gira europea del Presidente de Colombia, la pregunta que nos atormenta a todos un mes después de lo ocurrido, es qué tanto le habrá gustado al Papa aquel carriel que le entregaron.
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El primer salón de clase
Parece que el único año de colegio que sirve para algo es el primero. Se aprende, entonces, lo único importante: que debemos compartir el mundo con otros, que estamos obligados a oír las cosas que nos dicen y que tenemos completamente prohibido quitarle a los demás lo que es de ellos.
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Juguetes
En navidad, cuando entro a esos almacenes gigantescos que parecen museos de lo que se perderá para siempre, tiendo a quedarme un buen rato en los pasillos de juguetes.
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Los 80
Lo bueno de los 80 es que nadie se siente orgulloso de haber pasado por ellos. Los jóvenes idealistas que crecieron en los 60 y los 70, que ahora pasan largas vacaciones en sus pequeños apartamentos en Miami –la casa de reposo de la revolución que nunca hicieron-, todavía se atreven a lanzar frases como "nosotros éramos más románticos" o "creíamos en el amor, la paz y la solidaridad" sin reparar en su propio cinismo.
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Millonarios
Yo siempre, desde que entendí las reglas del fútbol, he sido hincha de Millonarios. Es el equipo de mi papá, el equipo de mi hermano, el equipo de todas las personas de bien que conozco. No vi -¿cómo podría?- a los grandes futbolistas argentinos de la tal época de "el dorado", no oí nunca al locutor Carlos Arturo Rueda hablar de "el ballet azul" ni vi jamás al mediocampista Delio "Maravilla" Gamboa o al actor Willington Ortiz con el uniforme de cada fecha, pero sí llegué,
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S. O. S.
No sé bien si todavía se puede opinar. No estoy muy enterado de esas cosas. En realidad no tengo claro si los dueños de las mayorías han permitido alguna vez los desacuerdos. Pero me pregunto –porque apago el canal de televisión del Congreso más o menos a las tres de la mañana- si ya fue expedida en Colombia la ley que nos prohíbe decir lo que pensamos.
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Y qué
Prender el radio es un modo efectivo para comprobar nuestras sospechas. Entre tantas: que vivimos bajo la dictadura de los resultados, que la ignorancia es el trofeo que perseguimos para salvarnos de nosotros mismos y que el mundo de hoy –el mundo en donde sentimos miedo y pasamos malas noches- queda debajo de los medios de comunicación como si fuera el verdadero Infierno de estos días.
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Yo me acuso
Yo no me he confesado desde que hice la primera comunión. Lo que significa, sobre todo, que llevo veinte años sin pedirle a alguien que perdone mis faltas. No recuerdo por qué no lo hice cuando me confirmé ni por qué nadie me lo sugirió unos días antes de casarme.
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La tumba de Al Aronowitz
La tumba de un hombre es un buen punto de partida. La del gran periodista Al Aronowitz, en Elizabeth, Nueva Jersey, cerrada frente a sus tres hijos el pasado lunes 1 de agosto de este 2005, tiene que ser, por lo menos, el origen de cinco verdades: la biografía de cualquier hombre es una montaña rusa, no siempre al más talentoso le va mejor en la vida, debemos confiar en aquellos a quienes los poderosos de turno no les pasan al teléfono,
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Parábola del lobo
Era una vez una persona loba. No una persona de mal gusto ni una persona vulgar ni una persona ordinaria: una persona que perseguía, sin fortuna, la elegancia. El clasismo era una realidad innegable en aquel tiempo, sí, sería insensato negar que la gente de la élite miraba de reojo a los intrusos que incrustaban fuentes de piedra en medio de la sala,
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Cartagena real
Volver de Cartagena de Indias es una de las experiencias más tristes del mundo. Hablo por mí, que no sólo descubro, de regreso, que he dejado atrás las calles de piedra de donde vino mi familia, las luces del cielo despejado que desciende en paz todas las noches,
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Legado
Si yo me muriera mañana, si me muriera, digamos, en un par de meses, les dejaría todas las cosas que sé a mis dos sobrinos. Les escribiría una carta a mano, con mi letra de zurdo juicioso, preparándolos para lo que se les vendrá encima cuando descubran qué tipo de mundo es el mundo en el que viven.
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Los otros pasajeros
Es un vuelo internacional. El avión aterriza y los pasajeros aplauden. Eso me atormenta. Significa, para mí, que todos pensaban que podíamos morirnos. Que contemplaban seriamente esa posibilidad. Las ruedas del avión tocan la pista de pavimento y la gente se mira como si no pudiera creerlo, como si desde ahora, y para siempre, compartieran un momento determinante de la vida: el de haber sobrevivido.
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Profesores
Ya es enero. Ya es hora de entrar al salón. El profesor ha estado siempre ahí, a unos pasos del tablero, ansioso por comenzar la clase. Y está ahí porque quiere, sólo porque quiere, pues si fuera por el sueldo lo mejor que podría hacer sería dedicarse a otra cosa. De pocos oficios puede decirse algo como esto: que ese personaje hace lo que hace, que es capaz de ser él mismo de lunes a viernes, y está allí, frente a una manada de ojos que en unos años lo recordará como una caricatura, porque cree que su trabajo es importante.
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Clichés (que vuelvan los viejos)
Hace unos cinco minutos, justo cuando iba a empezar a escribir una columna sobre los viejos (no era nada raro, no, sólo quería decir que preferiría que les devolviéramos el mundo), me he dado cuenta de que he debido hacer, unas treinta revistas atrás, un catálogo completo de lugares comunes. No tanto para hacer evidente el sentido de esta última página –que busca de mes en mes, más o menos en serio, los puntos que nos unen- como para dejar por escrito que no quiero
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