El protegido

Calificación: **1/2. Título original: Unbreakable. Año de producción: 2000. Guión y Dirección: M. Night-Shamalyan. Productores: Barry Mendel, Sam Mercer, M. Night-Shamalyan. Música: James Newton Howard. Actores: Bruce Willis, Samuel Jackson, Robin Wright, Spencer Treat Clark.

El sexto sentido es una película absorbente. M. Night-Shamalyan, el autor, no recurre a explosiones ni a asesinatos y sin embargo es imposible dejar de verla no sólo por la agilidad de sus diálogos y la precisión de sus imágenes sino, sobre todo, porque su historia es conmovedora y sorprendente y se llega a sentir verdadera compasión por sus personajes frágiles y ensimismados. Habría que ser insensible para no sufrir por ese siquiatra que ha perdido su rumbo y con ese niño que posee el insoportable don de ver a los muertos. 

En El protegido, el nuevo relato de Night-Shamalyan, también se experimenta una atmósfera fascinante. Es verdad que hay una explosión y un par de asesinatos, pero también lo es que la película le apuesta todo, de nuevo, a los secretos de la trama, a los diálogos cortos y a las imágenes sugerentes. Otra vez, en el centro de la situación, hay un niño. Otra vez los hechos, más o menos fantásticos, ocurren en Philadelphia. Y otra vez, como en Wide Awake y El sexto sentido, se siente la necesidad de saber cómo va a terminar semejante enredo pero, por más que uno intenta adivinarlo, el final es toda una sorpresa.

El protegido sigue a David Dunn, un ensimismado guardia de seguridad, durante la peor de sus crisis matrimoniales. Lo acompaña cuando se descarrila el tren en el que viaja y todos los pasajeros, menos él, mueren en el accidente. Lo lleva, de la mano de la lucidez de Joseph, su único hijo, a conocer a Elijah Price, su antónimo, un frágil coleccionista de cómics de superhéroes, en una extraña galería de arte. Y a involucrarse, a partir de ese momento, en una búsqueda que lo conducirá desde su pasado hasta su presente. Porque claro: si uno lo piensa con el hastío de Audrey, su esposa, algo está mal desde el comienzo. ¿Han muerto 131 personas en el choque del tren pero él, como un hombre invencible, no tiene ni un solo rasguño? No, no puede ser.

¿Por qué si se tiene ese gran punto de partida, si se han construido problemas vitales, si Bruce Willis, Samuel Jackson y Robin Wright han compuesto al guardia, al coleccionista y a la esposa, si se ha conseguido una atmósfera apasionante y se han filmado encuadres brillantes, se tiene la sensación, al final, cuando la verdad es revelada, de haber perdido la emoción y mucho, pero mucho tiempo? ¿Por qué no se quiere, como con El sexto sentido, revisar las escenas de la historia? ¿Por qué uno prefiere olvidarla?

No es sólo porque Night-Shamalyan, como otros autores, se haya copiado a sí mismo. Es, también, porque es muy difícil aplaudir las trampas de este guión –eso es: esta vez no es ingenio sino engaño- y relacionarse con estos personajes. Entendemos el horror de ver a los muertos, pero poco, muy poco, los traumas y las búsquedas, a medio camino entre la ciencia ficción y la siquiatría de bolsillo, de estas supuestas personas.