El diario de la princesa

Calificación: **1/2. Título original: The Princess Diaries. Año de producción: 2001. Dirección: Garry Marshall. Guión: Gina Wendkos. Actores: Julie Andrews, Anne Hathaway, Hector Elizondo, Mandy Moore, Caroline Goodall.

Uno puede disfrutar esta película aunque su historia sea supremamente débil. Sí, ha sido contada una y mil veces, sus giros son muy obvios y sus grandes sorpresas parecen venir de la necesidad de alargarla un poco, pero no hay que tener doce años, ni ser una niña –y bueno: cualquier buen espectador puede convertirse en algo como eso-, para que ninguno de los vacíos de la trama preocupen demasiado. Lo que importa es, de nuevo, ser testigo de la aventura del patito feo. Y dejarse invadir, por un momento, por la conmovedora sensibilidad de la Walt Disney.

Que es conmovedora, claro, porque siempre ha tratado de convencernos, a pesar de los hechos, de que el mundo no es un lugar horrible. Ahora, con el estreno de El diario de la princesa, cuando en la cartelera de cine pueden encontrarse drogadictos mutilados, familias destrozadas por la desgracia del secuestro y jóvenes en el borde del suicidio y atrapados en el mundo del crimen, ellos, los productores de la Disney, insisten en las princesas, los buenos sentimientos y las simples lecciones de vida. Y sin ningún asomo de vergüenza. Es más: para ello, para certificar el regreso a esa sensibilidad refundida, han llamado a Julie Andrews, célebre por sus interpretaciones de Eliza Doolittle, Maria Von Trapp y Mary Poppins, para hacer el papel de la preocupada reina de Genovia.

Que está preocupada, claro, porque su nieta, la princesa, Mia Thermopolis, es una adolescente torpe y desarreglada que no parece lista para sucederla en el trono de ese pequeño país ubicado entre Francia y España: tiene las cejas de Frida Kahlo, la motricidad de cualquier personaje de Plaza Sésamo y la popularidad de las feas. Es un patito de segunda pero, debajo de su aparente desastre, esconde el espíritu de la nobleza. Y no, ese no es el final, no se ha dañando la historia: este es, hasta ahora, el punto de partida. Sí, con esos datos cualquiera puede imaginarse, sin ningún problema, los conflictos que aparecerán por el camino y la divertida forma como se resolverán. Así que no son esos detalles –que suelen ser determinantes- los que hacen divertida a esta película. 

Que es divertida, claro, porque es inofensiva, porque sus personajes son graciosos e interesantes, y todos los actores, al parecer, han disfrutado al máximo interpretándolos. Así es. Hay una atmósfera en El diario de la princesa que recuerda toda una época de la Walt Disney, cuando Dean Jones, David Niven, Haley Mills, David Tomlinson, Kurt Russell y Dick Van Dyke, y muchos más de los mejores actores de esos tiempos salvaban cualquier trama imposible y le ayudaban a olvidar, a esas niñas de doce años que acababan de salir a vacaciones, que estaban viendo la misma historia de siempre.

Que siempre es la misma, claro, porque tenemos muy mala memoria. Y porque nos gusta que nos la repitan todo el tiempo.