Hancock

Calificación: *1/2. Título original: Hancock. Año de estreno: 2008. Género: Comedia. Dirección: Peter Berg. Guión: Vy Vincent Ngo y Vince Gilligan. Actores: Will Smith, Charlize Theron, Jason Bateman, Jae Head, Eddie Marsan.

Recaudó 186 millones de dólares, en las taquillas del mundo, en sus primeros cinco días de exhibición. Pero es, de lejos, la peor película de las vacaciones. Y es triste que lo sea porque su primera media hora es magnífica: nos presenta, con un sentido del humor más bien descarado, con un realismo gracioso que no viene al caso, a un vago alcoholizado, arrogante y francamente desagradable que carga con la desgracia de ser un superhéroe; nos promete una aventura, hecha a la medida del desigual Will Smith, en la que jamás se perderá de vista a los personajes principales; nos hace creer que veremos una parodia salvaje de esas que, como Los increíbles, nos enseñan que no hay seres extraordinarios y que este mundo (que según la primera media hora de Hancock es la dictadura del carisma) es un lugar supremamente ridículo.

Y así, de golpe, se pone seria. Le da por inventarse mitologías trágicas como un mago que se saca cosas tontas de la manga porque no cree ni un poco en la inteligencia de su público. Trata de convertirse porque sí, porque no se atreve a ser una simple comedia, en un largometraje de acción con villanos despiadados. Y entonces comienza a producir vergüenza ajena.

Hancock tiene, en suma, un primer acto de sátira maravillosa, un segundo acto de doloroso drama familiar que desinfla al menos crítico y un tercer acto grandilocuente e innecesario que hace extrañar el principio de la historia y que lleva a la sospecha de que viéndola se ha perdido mucho tiempo. Mejor dicho: no la hace buena (tal vez la vuelve una curiosidad) que tanta gente haya ido a verla.