La vida en rosa
Calificación: ***1/2 (tres estrellas y mediTítulo original: La vie en rose. Año
de estreno: 2007. Género: Biografía. Dirección: Olivier Dahan. Guión: Olivier
Dahan y Isabelle Sobelman. Actores:
Marion Cotillard, Sylvie Testud, Jean-Pierre Martins, Emmanuelle Seigner,
Jean-Paul Rouve, Gérard Depardieu.
La cantante francesa Édith Piaf
se pregunta “¿en qué momento me convertí en la persona que soy?”, en una de las
secuencias finales de esta película envolvente, como si cada vida tuviera una
escena más importante que todas. Sólo tiene 47 años. Pero los duelos, los
accidentes y las enfermedades la han convertido en una anciana a punto de
morirse. Todos los recuerdos la torturan: sus primeros años, en Belleville,
junto a una madre extraviada en su propia cabeza; su infancia penosa, a ciegas
desde los tres hasta los siete, en un prostíbulo de Normandía; su
trasformación, al lado de su padre, en una afamada artista callejera; su paso
como intérprete, bajo el seudónimo de “La môme Piaf”, por una serie de
peligrosos clubes parisienses; la muerte del hombre que amó más que a los
demás, el boxeador Marcel Cerdan, en aquella catástrofe aérea de octubre de
1949; la noche de 1961 en la que cantó por primera vez, con su voz cascada, la
emblemática Non je ne regrette rien.
No es ninguna
de estas reminiscencias, sin embargo, la que ella elegiría si le preguntaran
por qué es cómo es. No es ninguna de estas memorias la que se ha visto obligada
a enterrar en el fondo de su mente.
No, no voy a
decir de cuál recuerdo estoy hablando. La
vida en rosa, este hábil largometraje biográfico que da un par de vueltas
de más, lo revelará unos minutos antes del final. Y ese as bajo la manga, que
espera su momento dentro de una sabia estructura circular que no nos conduce a
pensar “¿qué sucederá?” sino “¿qué misterio se encuentra detrás de esa
personalidad?” (recurso al que acudió el guionista Herman J. Mankiewicz cuando
escribió Ciudadano Kane), es una de
las más evidentes virtudes de esta producción. Tendría que hablarse de la
belleza de la música. De la meticulosa reconstrucción de la época. Pero no cabe
duda de que lo mejor, lo más inteligente de la película, es esa estructura
narrativa que en verdad es el esfuerzo que hace la protagonista por no recordar
la peor de sus tragedias.
Resulta
inevitable hablar del trabajo escalofriante que ha hecho la actriz Marion Cotillard.
Que nació en Paris el 30 de septiembre de 1975. Se convirtió en una estrella
del cine francés desde que apareció en esa superproducción de Luc Besson
titulada Taxi. Y ha trabajado, desde
que los cinéfilos comenzaron a reconocerla, con cineastas tan interesantes como
Tim Burton, Jean-Pierre Jeunet y Ridley Scott. En La vida en rosa no sólo se pierde en cuerpo y alma dentro de
aquella mujer estropeada y torturada que fue Édith Piaf (no sólo se convierte
en ella: no sólo envejece, canta y cae como ella), sino que consigue lo que
parece ser lo más difícil de todo: hacernos verosímil el carisma, la
personalidad contagiosa, de aquella persona que le dejó al mundo, a costa de
sus nervios, una serie de canciones que lo obligan a uno a parar lo que esté
haciendo siempre que suenan por ahí.