La mujer de mis pesadillas

Calificación: **1/2. Título original: The Heartbreak Kid. Año de estreno: 2007. Género: Comedia. Dirección: Bobby Farrelly y Peter Farrelly. Guión: Scot Armstrong, Leslie Dixon, Bobby Farrelly, Peter Farrelly y Kevin Barnett basado en el guión de 1972 de Neil Simon. Actores: Ben Stiller, Michelle Monaghan, Malin Akerman, Jerry Stiller, Carlos Mencia, Rob Corddry.  

Los hermanos Farrelly, autores de las escatológicas Tontos y más tontos (1994), Locos por Mary (1998) e Irene y yo y mi otro yo (2000), emprendieron el camino a la madurez hace ya varias películas. Y esa no ha sido, necesariamente, una buena noticia. Sí, han aprendido a tomarse el tiempo para presentarnos a los personajes. Se han acercado, de comedia en comedia, a algo parecido al realismo. Y desde la fantástica Amor ciego (2001) se han ido alejando de los chistes burdos que tanto ofendían a los padres de familia. Pero han perdido la gracia. El mundo salvaje en donde sucedían sus primeros relatos se ha ido pareciendo cada vez más al mundo de los otros largometrajes que se consiguen en los alquileres de video. Pegado a ti (2003), la historia de dos hermanos siameses que tratan de triunfar en Hollywood, es una fábula inocente. Amor en juego (2005), aquella comedia romántica cuyo obstáculo principal es el fanatismo por el béisbol, es una producción agradable pero convencional.

Y acá estamos. La nueva comedia romántica enrevesada, titulada La mujer de mis pesadillas, parte de un guión de 1972 escrito por Neil Simon, pero hace lo mejor que puede para convertirse en una temeraria obra de los hermanos Farrelly. Y a veces lo consigue. En medio de la ingeniosa trama, que sigue a un buen hombre mientras se enamora en su luna de miel de otra mujer, los Farrelly, que han hecho una carrera a punta de burlarse de la gente de la que uno no se debe burlar (se han reído de los enanos, los gordos, los paralíticos, los niños con síndrome de Down), se atreven a hacer peligrosas bromas sobre los negros, las mujeres y los inmigrantes mexicanos que se juegan la vida cruzando la frontera. No son sexistas ni racistas ni fanáticos. Es sólo que lanzan chistes políticamente incorrectos (qué alivio) en una época en la que cualquier cosa que usted diga puede ser usada en su contra.

La mujer de mis pesadillas de 2007 es tan dolorosa como la de 1972. Hace reír. Conmueve. Y sin embargo, como en las últimas películas de los Farrelly, todo resulta extrañamente convencional después de un rato. El drama se alarga. Las actuaciones no sorprenden. Y el interés se va perdiendo hasta llegar al final feliz (con un giro malvado) que se esperaba desde el principio. Si Kingpin (1996) sigue siendo la más conseguida de las comedias de la pareja de hermanos, si la tragedia de aquel jugador de bolos sigue siendo la obra más entretenida de los Farrelly, es porque logra hacernos creer que cualquier cosa puede pasar, porque nos convence de estar viendo algo nunca visto, porque cuesta mucho darse cuenta de que se trata de una simple comedia romántica. La mujer de mis pesadillas, en cambio, es predecible hasta convertirse en lo mismo de siempre. Y termina volviéndose, en sus pretensiones de madurez, un divertimento de esos que se olvidan a la vuelta de la esquina.