Vuelo 93

Calificación: ***1/2. Titulo original: United 93. Año de estreno: 2006. Guión y Dirección: Paul Greengrass. Actores: Cheyenne Jackson, David Alan Basche, Christian Clemenson, J. J. Johnson, Polly Adams, Khalid Abdalla, Lewis Alsamari, Omar Berdouni, Jamie Harding, Ben Sliney. 

El primer avión, American Airlines 11, se estrelló contra la torre norte del World Trade Center, en Nueva York, a las 8:46 a.m. de aquel martes 11 de septiembre de 2001. El segundo, United Airlines 175, se estrelló contra la torre sur, a las 9:02 a.m., ante las cámaras de todos los noticieros del mundo. El tercero, American 77, se incrustó en el lado occidental del Pentágono, en Arlington, Virginia, a las 9:37 a.m. Y el cuarto, United 93, cayó a las 10:03 a.m. en un campo vacío de Shanksville, Pennsylvania, en vez de caer en el emblemático edificio del Capitolio, gracias al coraje de un grupo de pasajeros que alcanzaron a comprender (se enteraron de la estremecedora caída de las torres gemelas, pudieron comunicarse por última vez con sus familias) que estaban en la mitad de una guerra que pretendía recordarnos en qué clase de mundo estamos viviendo. 2973 personas murieron ese día. 44 iban abordo del boeing 757 que le da el título a este estupendo largometraje.

Hasta hoy, según los infalibles archivos de imdb.com, se han producido más de cien narraciones (entre documentales, dramatizados televisivos y ficciones cinematográficas) relacionadas con el 11 de septiembre. La historia del aeroplano 93 de United Airlines, con su carga de heroísmo, con sus escenas de tragedia protagonizada por todos, ha inspirado tres películas en los últimos dos años. Lo más probable es que esta, Vuelo 93, la única hecha para las pantallas de cine, no sólo se convierta en la última palabra sobre aquellas horrendas horas finales, sino que obligue a los realizadores del mundo a pensárselo muy bien antes de filmar desventuras "basadas en hechos reales". Su director, el documentalista británico Paul Greengrass, conocido en los teatros del planeta por cuenta de relatos como La supremacía Bourne, Bloody Sunday y El asesinato de Stephen Lawrence, lleva su cámara al hombro por las oficinas de control aéreo, por los corredores del avión, por las intranquilas caras de las víctimas (nada de personajes fabricados, nada de frases grandilocuentes, nada de patriotismos forzados) para decirnos "todos estábamos ese día en esos lugares". Al despojar de trucos su crónica, al forzarnos a permanecer junto a una serie de personas que no tiene tiempo de presentarnos, lleva la idea de la compasión al extremo. No se trata solamente de ponerse en el lugar de las víctimas. Se trata de entender que somos las víctimas: los controladores de vuelo que no entienden nada de nada, los televidentes que ven las torres devoradas por el fuego, los terroristas sudorosos que rezan sus propios padrenuestros.  

Vuelo 93 consigue hacernos vivir los últimos minutos que esas 44 personas vivieron. Algunos espectadores, los que no necesiten estar ahí para entender aquel horror, los que no toleren las cámaras al hombro, harán bien en evitarla. Los demás podrán, al fin, hacer el duelo.