Calificación: **1/2. Título original: Das Wunder von Bern. Año de producción: 2003. Dirección: Sönke Wortmann. Guión: Rocus Hann y Sönke Wortmann. Actores: Louis Klamroth, Peter Lohmeyer, Johanna Gastdorf, Mirko Lang, Birthe Wolter, Sascha Göpel, Katharina Wackernagel, Lukas Gregorowicz.
Podría ser una película gringa. Cae en los lugares comunes de las producciones hollywoodenses (el entrenador firme pero bondadoso, el equipo por el que nadie da un peso, la salvación de último minuto) y juega con los sentimientos del espectador como lo hacen ciertos dramas hechos en Estados Unidos. Pero cuenta, desde la primera secuencia hasta la última, una historia que celebra la fortaleza de ese espíritu alemán que sobrevivió a las miserias de la segunda guerra: el relato verdadero de la increíble victoria de la selección alemana en el mundial de fútbol de 1954. Al narrarlo todo desde el punto de vista de la familia Lubanski, un clan que trata de adaptarse a la llegada de un padre que perteneció al ejército de Hitler, no sólo se define como película (se convierte en "una película para toda la familia") sino que pone en evidencia su objetivo de fondo: reivindicar a un gran pueblo estereotipado por cuenta de las terribles acciones del nazismo.
El verdadero protagonista de El milagro de Berna es el hijo menor de los Lubanski, Matthias, que piensa en fútbol todo el tiempo. Es él, Matthias, amigo personal del Helmut Rahn que marcará los goles determinantes en la final del campeonato, quien nos contagiará la emoción ante lo que está sucediendo. Es él, con su mirada fija y su terquedad de héroe cinematográfico, quien nos hará caer en cuenta de que habíamos visto todo eso en otros largometrajes. Sí, esta es una producción digna, interesante, divertida. Su delito menor ha sido elegir, a la hora de narrar, el transitado camino del efectismo.