El nuevo mundo

Calificación: ***. Título original: The New World. Año de producción: 2005. Guión y Dirección Terrence Malick. Actores: Colin Farrell, Christian Bale, Q'Orianka Kilcher, Christopher Plummer, Wes Studi, David Thewlis, Irene Bedard. 

La naturaleza es la protagonista de las únicas cuatro películas que ha filmado el norteamericano Terrence Malick. Los personajes principales de Badlands (1973), Días de gloria (1978), La delgada línea roja (1998) y El nuevo mundo (2005), herederos de los héroes románticos del siglo 19, no se mueven por los paisajes como se mueve un actor por un escenario, sino como se enfrenta un individuo al imperio de la creación, el Uno al Todo. ¿Suena más filosófico de la cuenta? Seguro que sí. Pero no hay nada por hacer: el enigmático Malick, nacido en Texas en 1943, le dedicó a la filosofía (en Oxford estudió a Kierkegaard, tradujo a Heidegger e investigó a Wittgenstein) los primeros doce años de su vida profesional. Y desde su primer cortometraje, Lanton Mills (1969), puso su cámara paciente, fascinada, contemplativa, al servicio de una hipótesis que sólo el arte podría sustentar: la de una Tierra que espera al hombre como el padre de la Biblia espera al hijo pródigo.

El nuevo mundo cuenta la célebre historia de amor, llevada al cine hasta por Disney, entre aquel capitán británico que respondía al nombre de John Smith y aquella princesa powhatan llamada Pocahontas (sucedida, a partir de 1607, en las costas de lo que después se llamará Virginia), pero sus imágenes asombrosas, sus presuntuosas voces en off (es una lástima que las películas de Malick no sean mudas) y los reveses de fortuna que narra nos llevan siempre de vuelta a la idea de que el hombre ha fracasado en el intento de habitar la naturaleza. "Madre, eres mi fuerza, contigo todas las cosas tienen sentido", dice la aborigen Pocahontas antes de que los tres barcos ingleses aparezcan en el horizonte, antes de que esas dos formas de vivir en el mundo choquen sin remedio. Y lo que sigue, una suma de batallas, diálogos sordos y amores imposibles soportados por los paisajes, consigue ser una conmovedora puesta en escena de esa primera frase.

La riqueza del sonido no nos deja olvidar el título de la película. La fotografía, que se vale de la luz natural, nos transporta a la experiencia del descubrimiento. El montaje, que le da un ritmo lento a la narración (ojo: debemos dejar de pensar que la lentitud es un defecto cinematográfico), pone a prueba nuestro compromiso de espectadores. Y las actuaciones de Colin Farell, Christian Bale y Q'Orianka Kilcher nos sirven para poner los pies en la tierra en medio de aquella cadena de imágenes poéticas. Tal vez agote su grandilocuencia, ponga incómodo su trascendentalismo y abrume su tendencia a dilatar los momentos. Pero no será nada más que una simple cuestión de gustos. Así fue, así es, así será el esporádico cine de Terrence Malick. Que exista, que sus encuadres prueben una hipótesis que ningún discurso podría probar (repito: que la Tierra espera al hombre), es mucho más que suficiente.