Calificación: ***1/2. Título original: Sumas y restas. Año de producción: 2005. Dirección: Víctor Gaviria. Guión: Víctor Gaviria y Hugo Restrepo. Actores: Juan Carlos Uribe, María Isabel Gaviria, Freddy York Monsalve, Fabio Restrepo, José Rincón, Ana María Naranjo.
El cineasta colombiano Víctor Gaviria ha terminado, con el estreno de este largometraje, una importante trilogía sobre la decadencia de nuestra sociedad. En las tres películas que la conforman, Rodrigo D: no futuro, La vendedora de rosas y esta que ahora reseñamos, Sumas y restas, ha puesto el ejemplo que mejor conoce: el Medellín que giró alrededor del negocio de la droga en la década de los ochenta. Y ha conseguido, en medio de cierto descuido formal, de ciertas limitaciones técnicas, un estilo único que viaja sin esfuerzo del documental a la poesía, una voz propia que descubre imágenes sublimes en el infierno de todos los días. La suya no es una obra fácil de digerir, no. Cuesta verse cara a cara con esa violencia que los noticieros nos describen por encima. Cuesta encontrarle belleza a aquel lenguaje agotador, agresivo, en el que las groserías son simples palabras de intercambio. Cuesta reconocer que esos cortes inesperados, esos finales abruptos, pueden hacer más verosímiles los hechos narrados.
Superados estos prejuicios, sin embargo, tenemos enfrente un relevante conjunto de relatos que nos muestran como somos sin renunciar a sus propósitos artísticos. Quizás hablar de "la decadencia de nuestra sociedad" sea un error (supondría un período de esplendor, una era de justicia social de la que no tenemos pruebas en los libros de historia), pero algo así, una tendencia muy nuestra a tocar fondo, ha filmado Gaviria en nombre de todos nosotros.
Sumas y restas es, de lejos, el mejor episodio de la trilogía. El montaje nos confunde un par de veces, pero logra, por fin, crear el suspenso que les hacía falta a las dos entregas anteriores. El sonido, sin ser impecable, ha dejado de ser un problema. La cámara logra, en los momentos adecuados, encuadres que expresan las angustias de los personajes. Y la trama está tan bien planteada, tan bien construida, que resulta imposible pensar en otra cosa mientras se ve la película. Desde las primeras escenas nos damos cuenta de que el protagonista, un ambicioso ingeniero llamado Santiago, será incapaz de resistirse a hacer un pacto con el diablo del narcotráfico. Desde el comienzo sospechamos que Gerardo, un pequeño mafioso deslumbrado por su propio triunfo ("y eso que no estudié", dice con fajos de dólares entre las manos), hará lo que sea para defender su imperio. Creemos saber lo que sucederá a continuación. Pero los giros del drama nos toman siempre por sorpresa.
Y si no fuera así, si la narración no fuera tan precisa como es, igual podríamos escribir una columna entera sobre su brillante elenco de actores naturales. Porque tal vez sea esa, la elección de sus intérpretes, la búsqueda de artistas más allá del estrecho mundo de la televisión, la gran contribución de Gaviria al cine colombiano. Resulta emocionante, consecuente, que se haya encontrado en la calle con tantos héroes irremplazables.