Calificación: **. Título original: Open Water. Año de producción: 2004. Guión y Dirección: Chris Kentis. Actores: Blanchard Ryan, Daniel Travis, Saul Stein, Estelle Lau, Michael E. Williamson, Cristina Zenarro, John Charles.
Si uno soporta las pésimas actuaciones de casi todas las personas que pasan por la pantalla, si se encoge de hombros ante la torpe estética de video pornográfico hecho por puro amor al arte, si deja de hacerse preguntas sobre la lógica de semejante serie de eventos desafortunados, llegará en paz a las mejores secuencias de esta desconcertante película de suspenso: aquellos 60 minutos perturbadores en los que una pareja de estadounidenses aficionados al buceo –un marido entusiasta que comienza a perderle la paciencia a su vida y una esposa ejecutiva que no consigue descansar de su trabajo ni un solo minuto- son abandonados a su suerte, sin que los instructores de la inmersión se den cuenta de nada, en un mar abierto plagado de tiburones asesinos.
Aparte de que consigue sugerirnos que sólo necesitamos a un personaje en el borde de la muerte para meternos dentro de una película (la primera obra de Steven Spielberg, la historia de un camión que persigue a un carro porque sí, lograba insinuarlo a su manera), lo más interesante de Mar abierto es que se encuentra basada en la historia trágica de dos buceadores amigos de los realizadores, que filmarla costó unos 200 mil dólares (cifra risible si se compara con los 30 millones de dólares que cuestan las películas menos caras de Hollywood) y que, después de ser un éxito en el festival de Sundance del año pasado, ha recaudado 50 millones en todo el mundo gracias a una importante labor de promoción llevada a cabo por una pequeña distribuidora norteamericana llamada Lions Gate.