Calificación: **1/2. Título original: My Life Without Me. Año de producción: 2003. Guión y Dirección: Isabel Coixet. Actores: Sarah Polley, Scott Speedman, Deborah Harry, Mark Ruffalo, Leonor Watling, Amanda Plummer, Julian Richings, Maria de Medeiros.
Las decisiones que toma la protagonista de este drama, una enferma terminal de 23 años que se ha propuesto hacer todo lo que no hizo antes en los pocos días que le quedan, pueden parecernos egoístas, desalmadas. Pero tenemos que aprender, como espectadores, a no confundir lo que nosotros no haríamos con lo que no debería hacerse. Aún más: tenemos que dejar de pensar que el error está en la película, no en nuestra incapacidad para la compasión, cuando nos caen mal los protagonistas de una historia. Dicho todo esto, hechas estas aclaraciones, nos vemos en la tarea de decir que no son las injusticias que comete la heroína durante el relato (sólo un ejemplo: nunca le dice a su familia que está muriendo), sino la manipulación sin vergüenza, el tramposo sentido del humor y el facilismo con el que se resuelve el conflicto de fondo del drama, lo que entorpece la experiencia de ver Mi vida sin mí. Iba a decir "lo que arruina", pero eso sí que sería una injusticia. Su extraña sensibilidad, su mirada a un mundo que no suele verse en las producciones de estos días y la actuación de la indescifrable Sarah Polley la elevan sobre la mayoría de las obras que están en cartelera.
Es chantajista a más no poder, sí. Ignora las preguntas que nos hacemos ante la perspectiva de la muerte. Y sin embargo resulta inevitable sentir cierta admiración por los esfuerzos que ha hecho la cineasta catalana Isabel Coixet para evitar los clichés del subgénero: el melodrama en el que una mujer valiente e ingeniosa se despide del mundo con la frente en alto.