La vida es un milagro

Calificación: ***. Título original: Zivot je cudo. Año de producción: 2004. Dirección: Emir Kusturica. Guión: Emir Kusturica y Ranko Bozik. Actores: Natasa Solak, Slavko Stimac, Vesna Trivalic, Vuk Kostic, Aleksandar Bercek, Stribor Kusturika, Nikola Kojo, Mirjana Karanovik, Branislav Lalevic, Davor Janjic.  

El Emir Kusturica del que hemos estado hablando estas semanas (el bajista de aquella No Smoking Band que después de todo no pudo venir a las dos ciudades colombianas que pretendía visitar) se convirtió en uno de los cineastas más respetados del mundo a mediados de los años ochenta. Nació en Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, en ese entonces parte de Yugoslavia, el 24 de noviembre de 1954. Estudió en una prestigiosa academia de artes en Praga, dirigió una serie de programas para la televisión de su primer país, y en 1981, en su debut como director cinematográfico, obtuvo el León de oro del Festival de Venecia gracias a ¿Recuerdas a Dolly Bell? Fue un par de años después, no obstante, cuando se hizo evidente que su reputación no era cuestión de suerte: el clásico de culto Cuando papá se fue de viaje de negocios recibió la Palma de oro en el Festival de Cannes del 85, la poética Tiempo de gitanos le creó a partir de 1988 una legión de fanáticos y la alegórica Underground sintetizó en 1995 los alcances de su obra.

¿Qué se ve en la pantalla cuando se ve una película de Emir Kusturica? Su más reciente trabajo, La vida es un milagro, puede servirnos de ejemplo: ahí están esas escenas largas, casi documentales, en las que todos los elementos encuadrados tienen la misma importancia, los pensados movimientos de cámara consiguen simular que lo que vemos fue improvisado y las imágenes se suceden como si para filmar una historia en realidad hubiera que tener muy buen oído; está también la música divertida, compuesta por su propia banda –la banda que finalmente no pudo venir-, que consigue darle forma a la locura de las situaciones; y, en el primer plano de una reflexión sobre el sin sentido de las guerras, el vitalismo de unos personajes caricaturescos que al final revelan su humanidad. Podría decirse, pues, que el título del relato que nos ocupa contiene la idea que se repite sin descanso en todas sus producciones.

La vida es un milagro es la historia, en Bosnia, en 1992, de un ingeniero serbio llamado Luka. Entregado por completo a la construcción de un ferrocarril que atraerá a los turistas hacia la región olvidada en donde vive, el ingenuo Luka se da cuenta demasiado tarde de que la guerra ha comenzado, su hijo Milos ha sido enlistado y su esposa Jadranka se ha escapado con un músico. Todo parece mejorar (incluso en cuanto a la calidad de una película que hasta ese momento parecía reservada a los más fieles seguidores de Kusturica) cuando el ejército serbio, dentro de la enrevesada lógica de la batalla, le encarga al desconcertado constructor el cuidado de una rehén musulmana llamada Sabaha. A partir de ese momento, nos dejaremos llevar por una encantadora historia de amor. Y será fácil comprender por qué ese hombre que no pudo venir hace feliz a la gente que respira mejor gracias al cine.