La vida acuática

Calificación: ***. Título original: The Life Aquatic with Steve Zissou. Año de producción: 2004. Dirección: Wes Anderson. Guión: Wes Anderson y Noah Bauchman. Actores: Bill Murray, Owen Wilson, Cate Blanchett, Anjelica Huston, Willem Dafoe, Jeff Goldblum, Michael Gambon, Noah Taylor.  

Quien no haya visto las tres anteriores películas del cineasta norteamericano Wes Anderson, tres comedias muy particulares llamadas Los excéntricos Tenenbaum, Rushmore y Bottle Rockett, saldrá desconcertado de esta parodia errática, pero profundamente conmovedora, titulada en español La vida acuática. Sentirá, no sin razón, que es casi imposible conocer a los personajes, que ciertas escenas no tienen ni pies ni cabeza y que la trama se empantana desde el momento en que el protagonista, un documentalista del océano que parece haber nacido en el planeta equivocado, una especia de capitán Ahab en franca decadencia, de Jacques Cousteau prejuicioso, torpe y egocéntrico que responde al nombre de Steve Zissou, toma la decisión de vengarse del tiburón jaguar que devoró a su mejor amigo, su mano derecha entre la tripulación del famoso barco Belafonte, mientras filmaban una desastrosa expedición por los mares que tantas veces recorrieron juntos.   

No será fácil acompañar al capitán Zissou en ese viaje al fondo del mundo, nos veremos obligados a vivir con él una excursión patética que le demostrará, como a los anteriores héroes del autor, que no volverá a ser lo que algún día fue, pero, si tenemos un poco paciencia, si esperamos que la travesía recobre su rumbo, si tomamos la aventura como un remedo de la siempre aparatosa producción de una película (que es, según parece, una venganza, una forma de pedirle cuentas a la realidad), seremos recompensados con caricaturas geniales compuestas por actores del talento de Bill Murray, Willem Dafoe o Jeff Goldblum, por bromas que parecerán salidas de la nada, canciones que enriquecerán nuestros limitados gustos musicales y momentos cinematográficos –el caballito de mar en la copa, el recorrido por los camarotes de la nave, el descenso final en el submarino de mentiras- de una belleza incuestionable.

Así es el cine de Anderson. Así ha sido siempre. Una búsqueda del instante memorable que sigue, para bien y para mal, la implacable lógica del absurdo.

Habrá que escribir, algún día, una historia de los nobles fracasos en el cine estadounidense, un recuento de esas obras cinematográficas excesivas, personales, engrandecidas por sus propios defectos, a las que la gran mayoría les dio la espalda en los días en los que fueron estrenadas, y que muchos años después fueron reivindicadas por su valentía y su locura. Pienso en trabajos como Otra mujer de Woody Allen, Harold and Maude de Hal Ashby o New York, New York de Martin Scorsese. Y ahora en éste, en La vida acuática de Wes Anderson, que en un tiempo, cuando lo tengamos menos cerca, cuando sus supuestos errores se transformen en simples características, crecerá en algún público hasta ser recibido como un justo homenaje a los nobles fracasos, a la irracionalidad que sigue siendo el móvil de nuestras más altas empresas.