La leyenda del Zorro

Calificación: **1/2. Título original: The Legend of Zorro. Año de producción: 2005. Dirección: Martin Campbell. Guión: Alex Kurtzman y Roberto Orci basados en el personaje creado por Johnston McCulley. Actores: Antonio Banderas, Catherine Zeta-Jones, Adrián Alonso, Nick Chinlund, Rufus Sewell.  

Volver a ver a El Zorro siempre es más que suficiente. Tener en frente a ese superhéroe del siglo XIX, verlo hacer la zeta con su espada elegante, esconder su secreto tras la identidad del hacendado Diego de la Vega, liberar a los californianos de sus opresores con ojos azules, burlarse de sus enemigos como un amable vengador enmascarado y alejarse en el atardecer, triunfal, sobre un caballo negro llamado Tornado, es y seguirá siendo, por mala que sea la película en la que aparezca, un placer que tiene mucho de nostalgia. Este nuevo episodio, una aventura torpe titulada La leyenda del Zorro, juega con el mito más de la cuenta (encierra al héroe en un drama familiar, tipo Spy Kids, que sólo a veces resulta interesante), pero, quizás porque es imposible hacer un largometraje de tercera cuando se tiene de protagonista a semejante personaje, atrapa, entretiene y emociona

El Zorro –inspirado, según parece, en el bandolero Joaquín Murieta- apareció por primera vez en una novela de 1919 titulada La maldición de Capistrano. Su autor, Johnston McCulley, pronto se vio beneficiado por la versión cinematográfica protagonizada por la estrella del cine mudo Douglas Fairbanks. McCulley alcanzaría a conocer seis adaptaciones más, entre estas la acertada entrega de 1940 interpretada por Tyrone Power, pero ninguna lo haría tan feliz como la que presenció unos meses antes de morir: aquella serie de televisión realizada, en 1957, por la Walt Disney Pictures. Tan importante sería esta producción (tan definitiva, tan publicitada) que sólo hasta 1972 volverían a filmarse las peripecias del héroe. Y desde entonces sólo sería posible parodiarlas: en Las aventuras eróticas del Zorro se convertiría al superhombre en un fogoso amante latino, en El Zorro se le pintaría como un cómico de circo y en Zorro: la espada gay se le inventaría un hermano gemelo homosexual que lo reemplazaría en una importante misión.

La exitosa La máscara del Zorro, de 1998, era también una parodia. Así que nada tiene de raro que este episodio, su continuación, lleve al extremo el tono cómico de la aventura. Cuenta, sí, una historia de corrupción ambientada en el 1850 en el que California estaba a punto de volverse el estado número 31 de los Estados Unidos, pero lo que más le preocupa de las intrigas y los asesinatos es que podrían arruinar la historia de amor entre sus dos protagonistas. A punta de secuencias de suspenso consigue hacernos pensar (qué más podría pedir una película de estas) que el final feliz no está garantizado, pero lo que podríamos llamar  la "inverosimilitud a propósito" de ciertas escenas –estén pendientes, cuando la vean, de la espectacular persecución a bordo de un tren- y las graciosas interpretaciones de Antonio Banderas, Catherine Zeta-Jones y el insoportable niño Adrián Alonso, nos invitan, para bien y para mal, a que no nos lo tomemos tan en serio.