La virgen de los sicarios

Calificación: **. Título original: La virgen de los sicarios. Año de producción: 2000. Dirección: Barbet Schroeder. Guión: Fernando Vallejo. Actores: Germán Jaramillo, Anderson Ballesteros, Juan David Restrepo, Manuel Busquets.

Antes de estrenarse en el país, La virgen de los sicarios ya había conseguido aquello que Fernando Vallejo, el autor de la novela y del guión, se había trazado como meta: provocar y perturbar a los espectadores. Después de todo, como dice el escritor, esa –agitar a los lectores- es la razón de ser de las obras de arte. Las ficciones sirven, a veces, para despertar a las sociedades. Pero parece que para lograrlo, en los tiempos de las ametralladoras y el rock pesado, hay que crearlas enfáticas y descarnadas.

Se puede inquietar al público por medio de cualquier tipo de texto –Antonio Caballero lo hace, por ejemplo, a través de columnas de opinión- y por eso cuando se elige al cine para hacerlo se deben tener en cuenta, al tiempo con los temas y los puntos de vista, los elementos del drama y del lenguaje cinematográfico. Sin embargo parece que los productores de La virgen de los sicarios, ciegos ante el importante discurso sociológico del relato, ni siquiera pensaron que la gente va al cine a ver cómo se despejan dudas como ¿qué problemas van a enfrentar los personajes? y no, nunca, a oír análisis lúcidos sobre la realidad, porque para eso se leen novelas, estudios y columnas.

La virgen de los sicarios es la historia de un escritor llamado Fernando Vallejo que, como el Aschenbach de Muerte en Venecia, vuelve a su Medellín natal, después de 30 años de ausencia, en la búsqueda de su propia muerte. Cuando llega se enamora perdidamente de Alexis, un sicario de 16 años, y entonces, de la mano del adolescente, descubre que la ciudad de sus recuerdos se ha convertido en un infierno ocupado por la jerga y la violencia. Por eso concluye que la raza colombiana no debería reproducirse. Y aunque puede que esa no sea una mala idea, mientras la repite y la repite el drama se vuelve una antología de ironías, la historia de amor se desvanece en una sucesión de escenas en las que los sicarios, en la cama o el taxi, le preguntan al escritor al fin qué van a hacer hoy, y el personaje de Vallejo, que podría atraer por su extraño romanticismo y su conciencia trágica, siempre responde algo muy, pero muy brillante y al final termina por convertirse en una caricatura.

Puede que no sea una mala caricatura. Y que la historia sea una estupenda columna de opinión. Pero, como película, La virgen de los sicarios es tan aburrida como un regaño de señora. Sugiere ideas tan hermosas como la nostalgia de la muerte, el humor como solución al horror y la redención a través del amor. Pero hallarlas es, más bien, un mérito del público. Barbet Schroeder, el gran director de El misterio Von Bullow, ha filmado con horror cada asesinato y se ha inspirado en la experiencia de Victor Gaviria, el talento de Jaime Osorio y el pulso de Rodrigo Lalinde para ser fiel a la realidad. Pero leer su aterrorizado diario de producción puede llegar a ser lo más interesante de toda la película.