Calificación: **1/2. Título original: The Safety Of Objects. Año de producción: 2001. Dirección: Rose Troche. Guión: Rose Troche, based on stories by A.M. Homes. Actores: Glenn Close, Dermot Mulroney, Jessica Campbell, Patricia Clarkson, Joshua Jackson, Moira Kelly, Robert Klein, Timothy Olyphant, Mary Kay Place, Kristen Stewart.
Desde los magníficos títulos del comienzo nos son presentadas, en una maqueta blanca, las cuatro familias rotas de Vidas en común. Vienen del libro The Safety Of Objects, una controversial colección de relatos de la norteamericana A. M. Homes, en donde, en palabras de la autora, se revisa "la forma como utilizamos las cosas –los carros, las casas, los juguetes- para definirnos, resolvernos y reconfortarnos". Son, en cualquier caso, cuatro familias, los Gold, los Train, los Jennings y los Christianson, que comparten tres realidades: la necesidad de aferrarse a los objetos como si fueran lo único cierto en la vida, la incomunicación entre sus padres en crisis y sus hijos confundidos, y el recuerdo de un accidente que no les permite considerar el futuro como una posibilidad.
Estamos, al parecer, ante una película que, como Felicidad o Belleza americana, se empeña en denunciar a gritos lo que el escritor Raymond Carver descubrió en su silencio (nueve cuentos de Carver inspiraron una gran película de Robert Altman, Short Cuts, que consigue todo lo que Vidas en común pretende conseguir): estamos, quiero decir, ante una película que se empeña en denunciar que la vida en los márgenes de Norteamérica, más allá del consumo desenfrenado, lejos de la vista de los hostigantes medios de comunicación y detrás de la deprimente carrera en busca de los sueños, es el infierno verdadero: una rutina triste, sin finales felices en la mira, que sólo conduce al aislamiento.
La directora de Vidas en común, una mujer de origen puertorriqueño llamada Rose Troche, que revisó en sus dos primeras obras el mundo de las relaciones homosexuales, sabe de memoria que no se puede hablar de familias "normales" en los suburbios de su país: su cámara devela, una por una, las mentiras que mantienen unidos a los hombres y a las mujeres que duermen bajo esos cuatro techos; su montaje, orientado a comparar los estados de ánimo de los protagonistas, consigue subrayar la idea de que todos estamos solos en la angustia; y su gran elenco, comandado por la respetada Glenn Close (la recordaremos, al menos, por Atracción fatal) y protegido por la admirable Patricia Clarkson (encarnó a la amiga indolente de Lejos del paraíso), consigue darle vida a aquella docena de personajes.
Es en el intento fallido de cruzarlos a todos, en el esfuerzo de hacerlos tropezar a unos con otros, en donde este largometraje sugerente nos pierde como público. Se deja de creer, ante la enésima coincidencia, ante la enésima herida cerrada a la fuerza, en la sinceridad del drama. Se sospecha –y esta es, dicen, una señal inequívoca de que una ficción se ha caído por completo- que nada de eso, ni el dolor, ni los traumas, ni los secretos del pasado, era necesario. Se llega, como si fuera poco, a sentir que ciertas escenas bordean el ridículo: hablemos del final cuando lo vean.