La supremacía Bourne

Calificación: **1/2. Título original: The Bourne Supremacy. Año de producción: 2004. Dirección: Paul Greengrass. Guión: Tony Gilroy, basado en la novela de Robert Ludlum. Actores: Matt Damon, Brian Cox, Joan Allen, Franka Potente, Julia Stiles, Oksana Akinshina.  

Después de entrar a tantas películas complicadas, cargadas de peligros invisibles, conviene asomarse a La supremacía Bourne sin pedirle demasiado. Sólo así, sin exigirle tramas ajustadas, escenas verosímiles o personajes de verdad, podremos disfrutar por completo de este divertido relato de espías. Por supuesto, lo mejor que puede hacerse, antes de cualquier cosa, es ver de nuevo la primera parte de la narración: Identidad desconocida. Ese capítulo inicial, la inquietante historia de un agente secreto que sufre de amnesia, no sólo sigue siendo un buen plan para una tarde en la que no se quiera pensar más de la cuenta (¿no resulta apasionante observar a ese hombre sin personalidad, Jason Bourne, mientras descubre que en realidad es una máquina para matar?) sino que contiene todas las razones por las que el héroe se deja llevar, en esta nueva entrega, por sus deseos de venganza.

El cine totalmente comercial –o sea: ese cine, casi todo hecho en los Estados Unidos, cuyo único objetivo es hacer montañas de dinero- ha producido pocos largometrajes rescatables en estos últimos diez meses. Pero la segunda parte de las aventuras del oficial Bourne, que no es tan buena como la primera, tendrá que aparecer a la hora de los balances de 2004 como uno de los cuantos que al menos consigue llevarnos desde el comienzo hasta el final. Aunque su historia parece ser más compleja de lo que es, igual que sucede con todas las películas de espías, lo más probable es que los espectadores que se rinden con facilidad, los que divagan durante la proyección y los que cabecean al menos quince minutos en cada entrada al teatro, después de todo pasen un buen rato. Al fin y al cabo, lo único que está ocurriendo en la pantalla es que el amable Matt Damon (que se ve forzado, igual que los demás actores del elenco, a entregarle su interpretación a las emocionantes secuencias de acción) tiene que matar a los francotiradores que se encuentre por el camino antes de que ellos lo maten a él.

La supremacía Bourne es, quién lo creyera, la adaptación del segundo libro de una trilogía escrita por un neoyorquino llamado Robert Ludlum. No será, pues, la última vez que veamos a este personaje borroso. No será, tampoco, la última oportunidad en que los estudios Universal recaudarán 300 millones de dólares, en los cines del mundo, por cuenta de nuestra incapacidad para decirle "no" a las continuaciones. Si el guión vuelve a ser un cuidadoso drama escrito por Tony Gilroy, si el relato gira hacia un lugar menos previsible y si se encarga de la dirección a un narrador seguro de sí mismo, de cámara menos temblorosa, que no insista en mostrar cincuenta imágenes por segundo (sí, eso es: el inglés Paul Greengrass, reemplazo de Doug Liman, ha cedido esta vez a todos los trucos baratos de hoy en día), entonces será una buena idea asomarse a El ultimátum de Bourne.