El gran pez

Calificación: ***1/2. Título original: Big Fish. Año de producción: 2003. Director: Tim Burton. Guión: John August, basado en la novela de Daniel Wallace. Actores: Ewan McGregor, Albert Finney, Billy Crudup, Jessica Lange, Alison Lohman, Helena Bonham Carter, Steve Buscemi, Danny DeVito, Matthew McGrory.  

Nos descubrimos, en El gran pez, frente a un final que parece un nuevo milagro del cine. El joven periodista William Bloom, que ya ha formado una familia en París, debe regresar al pueblo en donde nació, Ashland, Alabama, para hacer las paces con un padre moribundo al que nunca ha conseguido descifrar. Pretende comprender, en esos últimos días, por qué el señor, Edward Bloom, un vendedor viajero con cierto delirio de grandeza, es incapaz de narrar los hechos de su vida sin transformarlos en cuentos de hadas protagonizados por una versión aumentada y corregida de sí mismo. Quiere llegar a la verdad, a la verdad sin adornos ni recursos literarios, que se esconde detrás de aquellas aventuras fantásticas. ¿Quién era el gigante al que se enfrentó en una caverna?, ¿dónde vive la vieja con un ojo deforme en donde cada quien puede conocer su propia muerte?, ¿las hermanas siamesas trabajan aún en el circo del monstruo? ¿Por qué su padre no puede revelarle al mundo su cara verdadera?

El gran pez es una estupenda adaptación de la divertida novela de Daniel Wallace (que se consigue en las librerías colombianas, en este momento, bajo el título de Un pez gordo) porque usa sus páginas como un simple punto de partida, pero no pierde de vista, en ningún momento, la frase principal del libro: "se puede decir que un tipo es un gran hombre cuando es amado por su hijo". Gracias a esa mirada de pesadilla infantil que suele aparecer en las obras de su director, Tim Burton, autor de largometrajes tan brillantes como Ed Wood y El joven manos de tijeras, sus pequeñas narraciones dentro de la narración convierten al relato en una suma de imágenes de antología. Burton –sentimos, por esto, que algunas de las aventuras no nos conducen a nada- sufre, en esta película, el problema contrario a William Bloom: no quiere pasar mucho tiempo en la tras escena de la fantasía. Pero ese temor a involucrarse con el drama de fondo nos ayuda a comprender, al final, lo que sucede en la mente de aquel padre que parece una máquina de mentiras.

Es una lástima que esta conmovedora producción, en los aburridos tiempos de El señor de los anillos, no haya tenido mejor suerte en la temporada de los premios. Sus excelentes actores se dejan atrapar por la atmósfera de la fábula. El gran guión de John August, el lamentable redactor de Los ángeles de Charlie, le da fuerza a algunas de las mejores frases del texto original ("tú no me conoces pero mi nombre es Edward Bloom y te amo" ó "no quiero comerme a nadie: es que soy un gigante y tengo mucha hambre"). Y la banda sonora de Danny Elfman, compositor oficial en el mundo de Tim Burton, logra darle coherencia a las dos realidades que ocurren en la película. Su maravilloso final, pues, no viene de la nada: se llega a él, con las defensas abajo, como si de escena en escena hubiéramos viajado hacia un misterio que vive entre nosotros.