Calificación: **1/2. Título original: Calendar Girls. Año de producción: 2003. Dirección: Nigel Cole. Guión: Tim Firth, Juliette Towhidi. Actores: Helen Mirren, Julie Walters, Penelope Wilton, Celia Imrie, Annette Crosby, Linda Bassett, Geraldine James, Ciaran Hinds, John Alderton.
Y aquí está, perfecta para estas lluviosas semanas plagadas de producciones de segunda, una comedia inglesa de aquellas, disfrazada con cierto humor negro pero sensible en el fondo de su historia, resuelta con diálogos decorosos, actuaciones de primer orden y una cámara más o menos invisible. No, no es una gran película, no pertenece a la misma liga de Cuatro matrimonios y un entierro, The Full Monty o Billy Elliot (para decir verdad, finge la comedia y finge el drama hasta convertirse en un amable programa de televisión sin cortes comerciales), pero por lo menos siente verdadero afecto por sus personajes, sus magníficos personajes, mujeres entre los cincuenta y los sesenta años que pertenecen a un aburridísimo instituto femenino en Yorkshire, en el norte de Inglaterra, en cuyas reuniones se debaten temas tan apasionantes como "mis pasadas vacaciones" o "formas ingeniosas de preparar el brócoli".
La de Chicas de calendario es, escenas más, escenas menos, una historia de la vida real. Sucedió en 1999, en el mismo Yorkshire del largometraje, cuando algunas socias del conservador Rylstone and District Women's Institute tomaron la decisión de posar sin ropa para un calendario, como las modelos adolescentes que pueblan las revistas del mundo, en nombre del esposo de una de ellas (que trató, en vano, de sobrevivir a la leucemia) y con la esperanza de recaudar algunas libras para un hospital del lugar. Gracias a la previsible atención de los periodistas –todos, desde la BBC hasta los periódicos sensacionalistas, se empeñaron en transformar a esas amas de casa en celebridades- el almanaque conoció varias reimpresiones, recolectó un poco más de un millón de dólares y trasformó a las señoras en celebridades. Todo parece indicar que, no obstante sus visitas a Hollywood y al Festival de Cannes, las protagonistas aún tienen los pies en la tierra. "Todavía lavamos los lunes, planchamos los martes y vamos al supermercado los miércoles", dijo en septiembre de 2003 una de ellas.
En fin. Convencida de que la vida real no es nunca suficiente, reticente a reírse de ese mundo que teme a los cuerpos viejos, Chicas de calendario se esfuerza demasiado a la hora de hacer dramática e importante una anécdota divertida, perfecta para la sección "Gente" de cualquier publicación del planeta. De un momento a otro deja de ser la conmovedora historia de una amistad (o mejor: la historia de un grupo de sesentonas que asisten a una amiga viuda durante sus horas de duelo) para convertirse en una sátira más sobre los medios de comunicación. Su última media hora, dilatada, aleccionadora y errática, algo ensombrece el estupendo arranque de la aventura. Pero, ahora que la cartelera comienza a ser invadida por superhéroes, muertos vivientes y segundas partes cínicas e irredimibles, no queda otra salida que disfrutar de estas graciosas sesiones fotográficas.