Diarios de motocicleta

Calificación: ***. Título original: Motorcycle Diaries. Año de producción: 2004. Dirección: Water Salles. Guión: José Rivera basado en Notas de viaje de Ernesto Guevara y Con el Ché por América Latina de Alberto Granado. Actores: Gael García Bernal, Rodrigo De la Serna, Mía Maestro, Mercedes Morán, Jorge Chiarella, Jaime Azócar, Facundo Espinosa, Ulises Dumont, Sofía Bertolotto.  

Dos jóvenes argentinos recobraron la humanidad, aprendieron la compasión y asumieron una verdadera posición política gracias a un largo viaje –un accidentado viaje en moto- que llevaron a cabo a través de una Latinoamérica perseguida por la aplanadora norteamericana, empobrecida por la ignorancia propagada desde los gobiernos y sometida por las pretensiones aristocráticas de sus elites. El recorrido comenzó en diciembre de 1951 en la puerta de la vieja casa de una familia argentina de clase media: los Guevara De la Serna. Y terminó en julio del año siguiente, 13240 kilómetros después, en la pista del aeropuerto de Caracas. Y aunque sin duda fueron siete meses de encuentros afortunados, amores interrumpidos y trabajos memorables, siete meses dignos de una crónica de fondo, transformarlos en una producción llamada Diarios de motocicleta resulta especialmente relevante porque uno de los dos viajeros se convirtió, unos años después, en aquel Ernesto "Ché" Guevara que algunos citan como otro prócer de nuestra interminable batalla por la independencia, otros nombran con el escalofrío que aún hoy les producen las ideas comunistas y ciertos hijos desinformados llevan en cuadernos y camisetas como un divino niño diseñado para poner de mal genio a los padres.

El cineasta brasilero Walter Salles, director de Estación central de Brasil, logra que estos Diarios de motocicleta no pierdan de vista nunca a sus dos personajes principales, consigue que no se dediquen a propagar discursos políticos fuera de sitio ni caigan en la tentación de confundir la tristeza con ausencia de sentido del humor mientras se detiene ante la grandeza de los paisajes, pero, en el proceso de elegir los momentos más importantes de ese viaje, evita que sus cámaras pasen por la fría Bogotá en ruinas que trataba de reponerse de los embates de "la violencia" (sospecho que el mal rato que pasaron los excursionistas en la paranoica capital de Colombia dañaba un poco la postal tipo UNICEF que es la película), se refunde en simpáticas anécdotas que lo hacen pensar a uno que mejor habría sido filmar una completa miniserie, y pierde la oportunidad de explicarle a la audiencia, de dejarle en claro a ese público que se ha ganado en los festivales del mundo, que aquellas culturas abandonadas a su suerte, aquellos arrugados campesinos de buenos sentimientos que han atravesado la historia inmóvil de estos países, no necesariamente esperan soluciones importadas.

Son "peros", por supuesto, que sólo aparecen cuando se piensa en el largometraje. Y que poco importan ahí, en ese momento, mientras se admira por primera vez la actuación del omnipresente Gael García Bernal, se recibe la nostálgica banda sonora y se disfrutan esos pequeños episodios, en medio de aquellos lugares fantásticos, como si se estuviera frente a un álbum de fotos. Sí, eso es. Es un buen álbum de fotos.