Calificación: ***1/2. Título original: Mies vailla menneisyyttä. Año de producción: 2002. Guión yDirección: Aki Kaurismäki. Actores: Markku Peltola, Kati Outinen, Annikki Täthi, Juhani Niemelä, Kaija Pakarinen.
La historia de esta parábola conmovedora, nominada al Óscar como mejor película extranjera y reconocida en el pasado Festival de Cannes con el premio especial del jurado, es tan sencilla y tan clara como suena: M., un hombre que acaba de llegar a Helsinki, es golpeado por un par de matones hasta que pierde la memoria: lo único que le queda, ahora que se ha quedado sin pistas sobre su pasado, es comenzar de ceros –conseguir una casa, un trabajo, unos amigos- y aprender, de nuevo, cómo se vive en el mundo. Aki Kaurismäki, el director finlandés, que lleva más de veinte años en el oficio, suele imaginar relatos que no se enredan en escenas grandilocuentes. Sus películas jamás llegan a durar mucho más de una hora y media.
Kaurismäki nació en Orimattila, en Finlandia, el 4 de abril de 1957. Fue cartero, lavaplatos y crítico de cine hasta que se atrevió a fundar, junto con Mika, su hermano mayor, una productora de cine llamada Villealfa. En 1989, cuando presentó La chica de la fábrica de fósforos en el Festival de Berlín, se hizo más que evidente que había aparecido un nuevo maestro del cine. Sus obsesiones, que pueden señalarse con el dedo durante El hombre sin pasado, eran innegables. Sus personajes con hambre y sus escenas de pocas palabras le demostraban a los productores que no era necesario gastar todo el dinero del mundo para hacer una película memorable y le recordaban a los cinéfilos por qué se sentían a salvo en la oscuridad de los teatros.
El hombre sin pasado no es una excepción: verla nos hace mejores espectadores y, de paso, despierta lo humano que nos queda.