Calificación: ***1/2. Título original: Kill Bill Vol. I. Año de producción: 2003. Guión y Dirección: Quentin Tarantino. Actores: Uma Thurman, Lucy Liu, Vivica A. Fox, Daryl Hannah, Michael Madsen, David Carradine, Sonny Chiba.
Quentin Tarantino no tiene nada qué decir ni nada qué contar. Salvo, claro, que su mundo es la suma de todos los videos alquilados. Sus personajes sin ataduras humanas están condenados a repetir los destinos de cientos de héroes hechos de cine, y sus tramas sin alma, parodias vacías de narraciones más o menos marginales, son rompecabezas ingeniosos armados en la sala de montaje. La violencia extrema que resuelve sus relatos (Perros de la reserva, Pulp Fiction, Jackie Brown) es una peligrosa violencia abstracta: una suma de extras decapitados que hace reír a los públicos conscientes del juego, produce admiración en los fanáticos de los géneros de culto y repugna a los padres de familia desprevenidos. La primera entrega de su nueva película –la segunda, por razones de duración que más bien parecen motivos económicos, será estrenada a comienzos del próximo año- es el mejor ejemplo de todo lo anterior. Lo que significa: Tarantino nunca se había parecido tanto a Tarantino como en Kill Bill Volumen Uno.
Kill Bill ata en desorden los cabos de una venganza: sigue a una asesina de profesión que responde al alias de "la novia" mientras se desquita, uno por uno, de los retorcidos sicarios que acribillaron a su familia el día de su boda. Y sí, la actuación de Uma Thurman es magnífica, las conversaciones son intercambios de ironías de antología y la gran fotografía de Robert Richardson contribuye al misterio de fondo, pero si los extraterrestres aparecieran por fin en nuestro alquiler de videos, y nos preguntaran por una película sobre la experiencia de vivir en el mundo, cometeríamos un gran error en recomendarles ésta. Venganza, como se ha llamado la versión subtitulada en español, ocurre en una dimensión en donde no existen las rutinas ni los dramas ni los infiernos de los futuros inciertos. Es una tira cómica sobre las tiras cómicas.
Quien se siente frente a este tejido de imágenes brillantes, enlazado gracias a una banda sonora que siempre da en el blanco, descubrirá, eso sí, emocionantes homenajes a la obra de Sergio Leone, pequeñas citas de series de televisión de los sesenta, objetos, decorados, diálogos robados de oscuros largometrajes que sólo los cinéfilos desempleados podrían recordar: las revanchas en sudadera de Bruce Lee, las producciones en cadena de los hermanos Shaw, los tres relatos filmados por el propio Quentin Tarantino. La ostentosa secuencia de anime, la coreografía sangrienta en blanco y negro, los 450 galones de sangre que estallan contra los lentes de las cámaras: todo, hasta los más mínimos elementos de la narración, se refiere a ese universo que se queda atrapado en las pantallas.
Sí, Tarantino es uno de los grandes espectadores en la historia del cine. Eso, esa mirada de Quijote enloquecido a fuerza de ver tantas películas, es lo mejor que sucede en sus historias. Y tal vez sea lo único.