Hulk
Calificación: **. Título original: Hulk. Año de producción: 2003. Dirección: Ang Lee. Guión: John Turman, Michael France y James Shamus. Actores: Eric Bana, Jennifer Connelly, Sam Elliott, Josh Lucas, Nick Nolte.
El pobre Hulk parece un bebé verde en pañales mientras salta por las calles de San Francisco y pelea con un French poodle mutante como si algún niño lo estuviera manejando con el control de un PlayStation pasado de moda. Sí, es una lástima. Su tragedia es tan honda como la del monstruo de Frankenstein, tan conmovedora como la de King Kong y tan perturbadora como la del Mister Hyde del doctor Jeckyll, pero su dolor, su soledad y sus ataques de histeria jamás consiguen estremecernos porque no nos cabe la menor duda de que no es un "hombre increíble", un ser abandonado a su propia suerte, sino un astuto homenaje a las tiras cómicas generado por un programa de computador.
Si uno quiere admirar esta elaborada versión de la historia del Hulk, aquel engendro que nace de la ira de un científico llamado Bruce Banner, lo mejor que puede hacer es concentrarse en sus extraordinarias pantallas divididas –que en verdad consiguen captar los trucos narrativos del cómic-, sus pequeñas citas de otras películas y su elegante ironía de parodia. Debe abstraer, en la medida de lo posible, sus vergonzosas pretensiones de relato psicológico, sus oscuros héroes en el borde del abismo y sus villanos enloquecidos a fuerza de aprenderse el libreto de memoria: de lo contrario se corre el riesgo de odiarla a muerte y de sentirse siempre a punto de abandonar el teatro.
La verdad es que Ang Lee, el director hecho en Taiwán, se ha tomado tan en serio la historieta ideada por Stan Lee que la pesadilla del doctor Banner, planteada como un desgarrador drama de la vida real e interpretada en tono de Ricardo III, se demora muchísimo en comenzar y aún un poco más en llegar a su final. Sus escenas de acción tarde o temprano dejan de creer en sí mismas y se convierten en juegos de video jugados por otro. Sus actores principales, profesionales a toda prueba, pronuncian frases como "oh, estos nanomeds no están funcionando" como si estuvieran diciendo "un caballo, un caballo, mi reino por un caballo", pero, dentro de la compleja estética diseñada por Ang Lee, autor de El tigre y el dragón y Sensatez y sentimientos, parecen seres sin vida, estáticos, mal dibujados.
Sí, Hulk le hace un emocionante homenaje a Lou Ferrigno, el modelo que encarnó al monstruo verde en la famosa serie de televisión, pero evita a toda costa el tono de aventura que fascinaba a los fieles seguidores del programa y que suele atraernos hacia este tipo de producciones. Quizás lo ha hecho para respetar la desgracia del único superhéroe que es un peligro para la sociedad, probablemente estemos mal acostumbrados como espectadores, tal vez todo ha sido una estupenda broma. Pero nadie podrá negar que la verdadera tragedia de este Hulk es que su doctor Frankenstein es un programa de computador que pronto quedará obsoleto. Y él parece ser el primero en comprenderlo.
The Incredible Hulk
Calificación: **1/2. Titulo original: The Incredible
Hulk. Año de estreno: 2008. Género: Fantasía. Dirección: Louis Leterrier.
Guión: Zak Penn y Edward Harrison basado en el cómic de Stan Lee y Jack Kirby. Actores: Edward Norton, Liv Tyler,
Tim Roth, William Hurt, Tim Blake Nelson.
No le demos más vueltas a esta
historia: el problema es que es la idea no es tan buena. O mejor: que hay un
punto en el que deja de ser una tragedia devastadora, en la tradición de King
Kong o del monstruo de Frankenstein o del Doctor Jeckyll y Mister Hyde, para
convertirse en una infantil guerra de esperpentos.
¿Un
científico llamado Bruce Banner se pone verde, literalmente verde, cuando está
bravo? ¿Un malévolo general, autor del experimento fallido que trasformó a esa
persona en ese hombre increíble, persigue a la pobre bestia como si cazara a un
perro rabioso? ¿Una novia a prueba de balas calma al gigante cuando lo mira a
los ojos? ¿Un soldado histérico se echa unas gotas mágicas para transformarse
en otro bicho asesino? Todo puede ponerse en escena. Toda idea, por mala que
sea, es susceptible de hacerse bien. Pero este relato, el triste relato del
increíble Hulk, tiende a fallar porque insiste en convertir a ese pobre
engendro en un superhéroe. Y en ese momento pierde el sentido del humor. Y en
esa tarea el animal se ve tan chistoso como una monja jugando fútbol.
Esta
nueva versión del cómic, que llega a las carteleras del planeta apenas cinco
años después de la demente, sofisticada e inolvidable adaptación dirigida por
Ang Lee (ojo: no uso el adjetivo “buena” porque no lo es), elige el camino de
la mucho más interesante Iron Man
para adaptar otra aventura creada por el inagotable Stan Lee: esta Hulk de 2008 también parece una película
de cineasta independiente tipo Fernando Meirelles o Alejandro González
Iñárritu, o al menos de un director alejado de Hollywood, sobre un personaje
que sólo se le podría haber ocurrido a un estadounidense con tendencias
paranoicas. Y es entretenida. Y funciona sin problemas, como una “misma
historia de siempre”, hasta la mitad del segundo acto.
Es
una lástima que desde entonces les entregue todas las escenas importantes a dos
criaturas digitales, una más torpe que la otra, que parecen sacadas de un
videojuego sin ton ni son.
Seguimos,
pues, en este extraño pero legítimo festival del escapismo que forman las
películas de vacaciones. Y el balance es más positivo, hasta el momento, que el
del año pasado. Hulk no es mala.
Mejor dicho: no se puede hacer algo mucho más interesante con esta idea. Se
podría hacer, quizás, lo que hacía la serie de televisión de finales de los
setenta (que este largometraje homenajea) protagonizada por el olvidado Bill
Bixby y por un Lou Ferrigno pintado de verde. Se podría presentar al
protagonista como una especie de Sísifo condenado a destrozar pantalones de
pueblo en pueblo, a ayudarlos a todos sin llevarse el crédito, hasta que
alguien se apiade de su mala suerte.
Creo,
sin embargo, que la siguiente entrega se irá por los terrenos de la aventura.
Que la tontería se desatará. Y que la tragedia naufragará en ese momento
enfrente de los espectadores.