Calificación: ***. Título original: Phone Booth. Año de producción: 2003. Dirección: Joel Schumacher. Guión: Larry Cohen. Actores: Colin Farrell, Forest Withaker, Kiefer Sutherland, Radha Mitchell, Katie Holmes.
El guionista neoyorquino Larry Cohen le propuso a Alfred Hitchcock, a finales de los años sesenta, que filmaran una película de suspenso en la que un tipo común y corriente se viera forzado a permanecer dentro de una cabina telefónica desde los títulos del comienzo hasta los créditos finales. Hitchcock estuvo de acuerdo en que era un gran punto de partida, un reto en términos de puesta en escena, pero exigió una buena razón para que el personaje no pudiera salir del compartimiento. Y Cohen, autor de pocos libretos destacables, sólo pudo encontrarla treinta años después: una voz, la voz de un francotirador que le apunta desde alguna de las ventanas de la ciudad de Nueva York, le dice a Stuart Shepard, un joven publicista sin mayores escrúpulos, "ni se te ocurra salir de esa cabina: estás en esta posición porque no has dicho la verdad". Y entonces comienza la historia.
Alfred Hitchcock murió, en abril de 1980, sin conocer el primer borrador del guión. Y fue el irregular Joel Schumacher, capaz de dirigir pequeñas maravillas como Un día de furia y Nadie es perfecto y de arruinar por completo aventuras como Malas compañías y Batman y Robin, el elegido por los productores para tomar las riendas del proyecto. No fue una decisión equivocada. En las manos de Schumacher, Enlace mortal es artificiosa y efectista, sí, pero mantiene nuestro interés desde el principio hasta el final y nos obliga a pensar en todo lo que no queremos pensar cuando salimos de nuestras casas. No sólo consigue contar una fábula de 81 minutos que no sale de una cabina telefónica –el montaje nervioso, la excepcional actuación de Colin Farell y la voz grave de Kiefer Sutherland sirven bien a este propósito- sino que logra involucrarnos, de paso, con el drama de fondo de su protagonista, el frágil señor Shepard, que está en la mira de aquel vengador anónimo porque le ha mentido a su esposa, a sus clientes y a sus amigos más cercanos. Porque ha sido declarado "culpable de inhumanidad hacia el prójimo" y debe confesarle sus pecados al mundo.
Y eso no es todo. Estamos ante una producción que, a pesar de sus trampas y de los vacíos de su historia, nos recuerda que Estados Unidos es un país fundado sobre la base de la paranoia –lo vimos con claridad en Sentencia previa, el último clásico de Steven Spielberg, y lo veremos, dentro de un par de semanas, en la asombrosa Bowling for Columbine- y que sólo una serie de mentes acorraladas podrían haber inventado tantos superhéroes. Enlace mortal, con sus periodistas embrutecidos y sus transeúntes a punto de estallar, es otro síntoma de esa enfermedad que se ha ido tomando las calles de las grandes ciudades norteamericanas durante los últimos treinta años. Quizás era eso, ese sometimiento de todo un país a la lógica del pánico, lo que le hacía falta a Larry Cohen para inventar esta noticia de última hora.