Calificación: ***. Título original: Seabiscuit. Año de producción: 2003. Dirección: Gary Ross. Guión: Gary Ross, basado en el libro de Laura Hillenbrand Actores: Jeff Bridges, Chris Cooper, Tobey Maguire, William H. Macy, Elizabeth Banks, Gary Stevens.
Son los años de la depresión en los Estados Unidos. Y la suerte de un caballo de carreras venido a menos, el deprimido Seabiscuit, reúne a tres hombres en crisis a punto de perder los nervios: el primero, un exitoso fabricante de carros llamado Charles Howard, hace lo que puede para recuperarse de una horrible tragedia; el siguiente, John "Red" Pollard, un jockey capaz de citar a Shakespeare antes de cada carrera, ha fracasado por completo como boxeador y no consigue superar las desgracias de su familia; el tercero, Tom Smith, un vaquero del siglo anterior que se ha dedicado a entrenar animales en apuros, comienza a quedarse sin un lugar en el mundo. Del afecto que logremos tenerle a estos personajes –que mide, en últimas, qué tan cínicos somos ante los valores primordiales del estilo de vida americano- dependerá nuestra experiencia frente a este drama lleno de buenas intenciones.
La dirección de Gary Ross, autor de la divertida Pleasantville, nos traslada a un mundo idealizado que se resiste a naufragar y hace lo que puede para fabricar escenas de suspenso que al final, no obstante tienen origen en las crónicas de la época, resultan tan previsibles como las de cualquier telenovela. El diseño de la producción, a cargo de Jeannine Claudia Oppewall, la misma de Atrápame si puedes, nos ayuda a olvidar que existe un mundo afuera del teatro. Y las actuaciones de los tres protagonistas son tan buenas como cabía esperar desde un principio (Chris Cooper se transforma esta vez en un entrenador de pocas palabras, Tobey McGuire se mete del todo en los dolorosos zapatos del jinete profesional y Jeff Bridges repite, sin mayores problemas, al Preston Tucker de la extraordinaria película de Francis Ford Coppola), pero hay algo, un ligero tono de superación personal detrás de la parafernalia y una autocomplacencia que alarga los momentos menos útiles de la historia, que empaña la emoción que se siente mientras se presencia este drama.
La artificiosa banda sonora de Randy Newman –que cuando trabaja por encargo deja de ser el genio que es- resulta sintomática: Alma de héroes hará lo que sea para conmovernos. Nos dirá "la redención es posible", sin guardarse ases en la manga, desde el comienzo hasta el final. Nos convencerá de la fuerza que habita a los hombres que recuperan la fe. Y nos mostrará, sin asomos de insolencia, que aquellos héroes pequeños en verdad encarnan el espíritu norteamericano. Y al final, a pesar de que celebra todo lo que nos hace daño en estos días, aun cuando aplaude la idea del éxito y aquella tesis peligrosa que podríamos resumir como "debes perseguir todos tus sueños", sentiremos que está tan bien filmada, con tanta convicción y tanto afecto por el material, que nos resultará imposible resistirnos a sus virtudes. Comprobar esta extraña contradicción puede ser razón suficiente para verla.