Vatel

Calificación: ***. Título original: La buena estrella. Año de producción: 2000. Dirección: Roland Joffé. Guión: Jeanne Labrune y Tom Stoppard. Actores: Gerard Depardieu, Uma Thurman, Tim Roth, Timothy Spall, Julian Glover, Julian Sands, Richard Griffiths.

La recreación de la farsa y las miserias de la corte de Luis XIV, el Rey Sol, y la curiosa personalidad de Francois Vatel, el honorable mayordomo y jefe de cocina del decadente Príncipe de Condé, hacen que valga la pena ver Vatel, el gusto del Rey, la nueva película de Roland Joffé, el director de Los gritos del silencio, La letra escarlata y La misión, pero la confusa presentación de los personajes deja, al final de la proyección, la sensación de que el director no ha logrado que entendamos, del todo, por qué éstos actúan como actúan.

Es abril de 1671. Luis XIV juega al gobierno desde Versalles. Francia se encuentra en el borde de una guerra con Holanda, y el Príncipe de Condé, sometido por la gota y dispuesto a todo para sacar de la pobreza a su región, Chantilly, sabe que lo mejor que puede hacer, si quiere recibir de nuevo los favores de la corte, es organizar en su castillo una fiesta inolvidable para el Rey y sus dos mil invitados. Quizás de esa manera lo nombren General y pueda comandar una de las campañas militares. Pero, ¿quién podría organizar en menos de quince días una celebración de ese tamaño? Su mano derecha, Francois Vatel, "un hombre demasiado noble para vivir entre la aristocracia", un artista de la cocina y el espectáculo.

Vatel es honesto, responsable y creativo, y es capaz de encargarse de todo: logra persuadir a los pescadores y a los campesinos para que le vendan sus mejores productos con la promesa de que les pagará si el Rey vuelve a darle la mano al Príncipe, reúne un estupendo equipo de trabajo, inventa postres y platos fuertes y diseña espectáculos irrepetibles. El Rey llega al castillo, con la Reina, su extravagante hermano y todos sus parásitos, el jueves 23 de abril, y esa misma noche, después de una recepción apoteósica, elige a Anne de Montausier, la única mujer del festejo que parece ser humana, como su nueva amante. Sí, no sería nada grave si Vatel y la dama en cuestión no hubieran descubierto, a primera vista, que entre los dos podría ocurrir una historia de amor. 

El viernes 24, el Rey se encuentra con un almuerzo lleno de juegos pirotécnicos y paredes corredizas, y, después, con una cena rodeada de impresionantes estatuas de hielo. El sábado 25 es, claro, el interrogante que los espectadores querrán que la película les responda: ¿Vatel y Anne de Montausier podrán enamorarse en paz?, ¿el Rey le ayudará a la región de Chantilly?, ¿recibirán los pescadores y los campesinos el pago que tanta falta les hace? Y sí, la historia lo dirá, pero, en el proceso, quedará la sensación de que si se hubiera limitado a contar bien la aventura de un hombre talentoso y responsable que tiene que organizar la fiesta más importante de su vida, sin recurrir a forzadas traiciones o a romances detrás de la Historia, no sólo valdría la pena verla sino que no sería fácil olvidarla.