Calificación: **1/2. Título original: De la calle. Año de producción: 2001. Dirección: Gerardo Tort. Guión: María Stavenhagen. Basado en la obra de Jesús González Dávila. Actores: Luis Fernando Peña, Maya Zapata, Armando Hernández, Mauricio Zaragoza, Alfonso Figueroa.
Era una obra de teatro. Por eso se siente, de vez en cuando, que ciertos diálogos han sido dictados desde un escritorio. Cuenta la tragedia de un niño condenado a vivir las calles de Ciudad de México. Se llama Rufino, tiene quince años y, porque le ha robado dinero a El Ochoa, el policía corrupto que controla los negocios secretos del barrio en donde vive, debe escapar a cualquier parte. Antes de huir, pretende encontrar a su padre. Y Xóchitl, su novia, que lo sigue por las aceras, los puentes y las alcantarillas, está dispuesta a acompañarlo.
De la calle es un interesante testimonio, una valiosa prueba documental de ese mundo subterráneo ante el que preferimos cerrar los ojos para dormir tranquilos por la noche. Sus escenarios en ruinas, sus personajes marginales –un hombre que escupe fuego en los semáforos, una madre que abandona a su hijo por temporadas, unos niños que se drogan y se duermen en los brazos de la virgen de las alcantarillas, un sudoroso luchador que preferiría ser mujer- y sus extras a punto de morirse de hambre y de frío la convierten en una prueba para los nervios.
Gerardo Tort, el director, ha conseguido, sin mayores problemas, imágenes que estremecen a cualquiera. Es en sus alegorías evidentes, en los trucos de su construcción dramática y en la teatralidad de sus diálogos en donde –sí, parece increíble- comienzan a perder fuerza las denuncias sociales de la película. No es, quizás, una sorpresa. La solidaridad y la compasión poco se despiertan, parece, con lágrimas fáciles, escenas simbólicas y discursos llenos de adjetivos.