Calificación: ***. Título original: Bare skyer bevegerstjernene. Año de producción: 1999. Guión y Dirección: Torun Lian. Actores: Thea Sofie Rusten, Jan Torne Kristoffersen, Anneke Von Der Lippe, Jorgen Langhelle, Andrine Saether.
Se puede perder la esperanza desde el principio. Esta niña de once años, por ejemplo, no encuentra razones para seguir viviendo: se llama María y el cáncer ha acabado con su hermano menor, Peewee, y, aunque su padre ha hecho lo posible para seguir viviendo, su madre ha caído en una depresión sin salida que le ha costado los nervios, el sentido, las palabras. Si no fuera por la vitalidad de Jakob, el simpático niño que vive en el mismo edificio de sus abuelos, ella y todos los tristes personajes de Cuando las nubes mueven las estrellas perderían, del todo, la cabeza.
Estamos, como puede verse, ante una pequeña historia de iniciación: el vía crucis de una persona muy joven que acaba de darse cuenta de los absurdos del mundo y ha comenzado a vivir una realidad –la del amor, la muerte y la soledad- para la que nadie la había preparado. Se trata de una obra sensible, discreta, sin mayores pretensiones, que nos recuerda nuestra fragilidad y nos invita a prepararnos para la desaparición de nuestros seres queridos. No, no estamos ante un largometraje imprescindible, pero debemos agradecerle la cuidadosa construcción de los personajes, la puesta en escena invisible, los diálogos sugerentes, la banda sonora delicada y las actuaciones de los niños protagonistas.
La película se inspira en una novela escrita por su director, el noruego Torun Lian, y nos pone de su lado sin recurrir a chantajes baratos. Que se alargue a más no poder, que ciertas secuencias sean confusas y el ritmo decaiga en la media hora final, no arruina el resultado. Le impiden, acaso, ser un relato extraordinario.