Montecristo

Calificación: **. Título original: The Count of Montecristo. Año de producción: 2002. Dirección: Kevin Reynolds. Guión: Jay Wolpert. Basado en la novela de Alejandro Dumas. Actores: Jim Caveziel, Guy Pearce, Richard Harris, Luis Guzmán, Dogmara Dominczyk.

El conde de Montecristo, la insuperable novela de Alejandro Dumas, no tiene la culpa de nada: esta adaptación se ahoga en sus propias decisiones. Sí, si uno se ha leído el libro sufre mucho, pero si no lo ha hecho también encuentra, sin ningún problema, varias razones para sentirse decepcionado: sus actores principales no convencen, sus personajes resultan planos e incomprensibles y su puesta en escena va quedándose poco a poco sin ideas. Y eso sólo para comenzar.

Ocurre en Francia, en los tiempos de Napoleón, y comienza cuando Edmundo Dantés, buen hijo, buen novio, buen amigo, marinero honesto, bondadoso y responsable que ha sido nombrado capitán del barco en donde trabaja, es arrestado, juzgado, encarcelado y olvidado en un calabozo durante dieciséis años por culpa de un crimen que jamás cometió y justo cuando iba a casarse con Mercedes. Pronto, gracias a las enseñanzas del abate Faria, su vecino de celda, descubre que detrás de semejante desgracia están el odio de Danglars, su jefe, la envidia de Fernando Mondego, su mejor amigo, y la mezquindad del señor de Villefort, un funcionario del gobierno que hará lo que sea para no ver enlodado su nombre.

Si el famoso Conde de Montecristo no pareciera un mafioso futurista, si el empleado que es su mano derecha no hablara como el Sargento García de El zorro, si Fernando no fuera tan malvado como uno de los enemigos de Batman, y si no se resolviera el drama así, porque sí, con duelos de espadas de bajo presupuesto y familias que miran al infinito y lanzan valiosas moralejas, quizás estaríamos ante una buena película de aventuras.