Nunca me olvides

Calificación: **. Título original: Innocence. Año de producción: 2000. Guión y Dirección: Paul Cox. Actores: Julia Blake, Charles Tingwell, Terry Norris, Robert Menzies, Marta Dusseldorp, Chris Haywood, Norman Kaye.

Y esta, Nunca me olvides, también corre sus riesgos. Tiene escenas cargadas de símbolos que producen vergüenza ajena y sus personajes parecen conscientes de que los están filmando y lanzan frases célebres cada vez que abren la boca, pero su historia, la de Claire y Andreas, dos ancianos que cincuenta años después de haber vivido juntos el primer amor descubren que siguen siendo la una para el otro, es compasiva y emocionante. Si sólo fuera una idea, si no tuviéramos que asistir a cada una de las escenas, sería una obra maestra.

Claire y Andreas se enamoraron en la Bélgica de la posguerra, cuando ella era la hija de un diplomático y él un estudiante música, y, por culpa de una serie de desencuentros, vivieron vidas separadas. Se casaron y tuvieron hijos y pensaron que sabían en qué terminaría todo, pero ahora, cuando Nunca me olvides comienza, deciden pasar juntos el tiempo que les queda. La decisión, claro, afectará las rutinas de John, el marido de Claire, y pondrá a pensar a Monique, la hija de Andreas. 

Aunque, como puede verse, todo suena muy bien en el papel, no resulta tan apasionante en la pantalla. Hay momentos íntimos muy conseguidos, es cierto, y es cierto que en términos generales se trata de una obra que debe ser vista así sólo sea para discutirla hasta el cansancio, pero, porque miran al infinito todo el tiempo, como seres iluminados por lecturas de superación personal, es difícil agradecerle a estos personajes que saquen la cara por la humanidad y lancen máximas al aire sobre Dios, el amor y la muerte. Se le agradecen, al director, todos los riesgos.