Calificación: **. Título original: The Family Man. Año de producción: 2000. Director: Brett Ratner. Guión: David Diamond y David Weissman. Actores: Nicolas Cage, Téa Leoni, Don Cheadle, Jeremy Piven, Saul Rubinek.
Hombre de familia comienza bien. Su historia promete ser apasionante. Da la impresión de que será, como el Cuento de Navidad de Charles Dickens o Atrapado en el tiempo de Harold Ramis, una irónica fábula ejemplar. Pero en la pantalla, después de una hora de proyección y a fuerza de poner en evidencia sus buenas intenciones, resulta lenta y repetitiva. El punto de partida, que se parece muchísimo –tal vez demasiado- al de Me Myself I de Pip Karmel, Mr. Wonderful de Anthony Minghella y Qué bello es vivir de Frank Capra, es muy atractivo: Nicolas Cage es Jack Campbell, un yuppie exitoso, cínico y desalmado –habría que decir: un yuppie-, una especie de señor Scrooge del nuevo milenio que tiene la oportunidad de ver cómo habría sido su vida –su esposa, su familia, su trabajo- si no hubiera tomado la decisión de dejar a Kate, su novia, para ir a Londres a terminar sus estudios.
Hombre de familia es el cuarto largometraje de Brett Ratner. Parte de la pregunta que se hace Franz Kafka en La metamorfosis, de ese ¿qué pasaría si uno amaneciera convertido en otro?, pero, empeñada en funcionar en las taquillas y en convertirse en una aventura de superación personal, arruina completamente la respuesta. No hay nada sorprendente en su trama. No hay ningún giro de la historia que no sea predecible. No hay ningún chiste que valga la pena. Sólo la presencia de Téa Leoni, en el complejo papel de una mujer que es capaz de hacer las paces con su vida, le da fuerza al relato. Los demás personajes aparecen y desaparecen como extras. Parecen ser tan prescindibles como la película.