Calificación: *. Título original: The mexican. Año de producción: 2001. Dirección: Gore Verbinski. Guión: J.H. Wyman. Música: Alan Silvestri. Actores: Julia Roberts, Brad Pitt, James Gandolfini, Bob Babalan, Gene Hackman. Dreamworks.
La mexicana no es la peor película de la historia. No sólo porque siempre estará Chucky, el muñeco diabólico, sino porque, teniendo en cuenta el nombre, los honorarios y la brillante trayectoria de sus dos actores principales, por lo menos corre el riesgo de no ser otra comedia romántica. El lenguaje no es sofisticado, las imágenes son sucias y descuidadas, los personajes son torpes, mezquinos y egoístas. Brad Pitt, por ejemplo, es un tipo atontado que, por su propia ineptitud, termina atrapado en un infernal pueblo mexicano. Julia Roberts es, contra todos los pronósticos, una novia cantaletuda que, por culpa de su afición a la sicología barata de las revistas femeninas, ha sido secuestrada por un sicario que se supone inolvidable.
Se llaman Jerry y Samantha, y descubren, desde el comienzo de la aventura, que, como si se tratara de poner en escena un dicho popular, no pueden vivir ni juntos ni separados. Y no es, únicamente, porque cuando están juntos sientan la tentación de estrangularse, sino porque él, para salvar su vida, y por cuenta de un lamentable error del pasado, tiene que viajar a México, ir a una aldea perdida en el mapa y recuperar, para un poderoso jefe de la mafia, una pistola llamada "la mexicana". No es un arma cualquiera: una maldición, una trágica historia de amor y varias leyendas giran a su alrededor. Quien la tiene en su poder camina por la cuerda floja. Puede llegar, incluso, a perder la vida.
Pero eso no es lo que le preocupa a Jerry. Él sabe que las maldiciones, las tragedias y las leyendas no son nada comparadas con el mal genio de Samantha y sospecha que, cuando su novia se entere de que él no va a poder acompañarla hasta Las Vegas, ella, en el mejor de los casos, lanzara toda su ropa por la ventana. Lo que pasa es que, tal como trata de explicárselo a ella, a Samantha, su situación se reduce a un problema de prioridades: claro que quiere llevarla a la ciudad de los casinos, claro que la quiere, pero, para ello, para todo, lo mejor que puede hacer es conservar intactas sus manos y sus piernas.
Así, contado en pocas palabras, se oye muy bien. Quizás eso fue lo que confundió a los actores y a los productores. Que, en el papel, parecía una comedia interesante. Es una lástima –o bueno: tal vez es una proeza- que en la pantalla todo salga tan mal. Julia Roberts y Brad Pitt hacen todo lo posible, juntos o por separado, para salvar la historia, pero las malas decisiones del director y del guionista –la insoportable separación de los protagonistas, las historias y los personajes que sobran, el efectismo ineficaz, el ridículo humor negro- convierten a La mexicana en una especie de tortura. Es como esos chistes que no tienen final. Es lamentable. Es una de esas películas que no se acaban, que no quieren terminarse, que, conscientes de su fracaso, se niegan, rotundamente, a llegar al final.