El mar (2002)

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Escenario

El sol sobre las tablas,
las puertas cerrándose,
el espejo de las sillas
vacías como huérfanos,
y un monólogo impreciso
sobre el principio
y la arena del tiempo.
Sólo hay un escenario:
ni una palabra tuya
pasa por mi mente. 




Insomnio

Una línea con alas de mosca
entra en mi oído, de lado,
me da aliento a destiempo
y proyecta un fantasma en mi puerta.
Y soy una palma cerrada
que sube la noche por las escaleras,
y, en vez de buscar las tijeras
o espantar voces con las manos, 
te pide que cierres mis ojos
y vengas conmigo al silencio.  




Monólogo

A donde vaya yo,
yo iré conmigo,
y nada me va salvar
si soy mi nombre.

Nacer será ceder
a esta promesa,
y descansar, adentro,
de las voces.




Espejo

Cuando la angustia
mis ojos me miran
desde las palmas de mis manos,
y después, sólo después,
todo resulta. 




Venia

El polvo sobre los objetos
a las tres de la mañana.

La maqueta del mundo
y el rompecabezas de su sombra.

La angustia de las horas que vienen
y la tormenta de todas las voces.

Así es. Ese es el resultado.
Todos los demás están dormidos.   



Tres de la mañana

Un reloj sin minutero ni horario,
un semáforo en rojo para siempre,
un árbol en todas las ventanas del mundo
y una voz, que lleva dos horas
sin decir una sola palabra
y aspira a amanecer en otra vida,
cierra los ojos y contempla la luz
que renuncia a entrar en su cuerpo.  



Habitación

El monstruo, a veces, despierta
y no sabe bien dónde está.

La habitación, profunda, de noche
parece una celda infranqueable
o una nostálgica alcoba nupcial.

La luz se cuela por la puerta
y le trae, al monstruo, una pena
en las palmas de la oscuridad.
 
Y yo, que me duermo a su lado,
no entiendo bien si es muy fuerte
o si no se le ocurre llorar.



Fachada

La ventana es una luna cuadrada
colgada de nada, en el frío,
y la ropa tendida, a deshoras,
es la cadena que ella teje y desteje
para sumar los errores ajenos
y recordar, al final, que me odia.

Dale, Dios, la oración del olvido
y el recuerdo del mar y la arena,
que en verdad se parecen al mundo:
que me vea en mi cuna de muerto,
que sonría, se dé por vencida
y descanse en la luz de su sombra.



La lluvia

La lluvia aún se queda sin palabras
sobre los vidrios de la calle
pero su tiempo, sí, ha terminado
en el fondo de los zapatos,
y ya no le basta el aliento
para lavar los errores del mundo
cuarenta días y cuarenta noches.
No, ya no, ahora cae y advierte,
no deja oír los pasos de nadie,
y borra, en los otros, mis huellas.



Libro cerrado

No más. El mundo no se mueve.
La única frase ha llegado al final.

Las últimas hojas terminan de caer
y las ramas, bajo las nubes quietas,
como en una pintura en tus ojos,
son nervios de otro tiempo.

El espacio se abre a mis espaldas
como un mar rojo invisible,
y el olvido de todas las palabras
es el agua que al fin descansa
en la custodia de mis manos. 



En la pared

La fotografía de esa vez, en ese sitio:

trato de alcanzar las palabras
pero es tan inútil y tan triste
como seguir el vuelo de una mosca,
y me obliga a dar un paso atrás,
y otro, y otro más hacia la pesadilla
de todos los que bajan la cabeza
ante el patrón de vuelo de las moscas.

Esa vez, en ese sitio, habla
pero yo la recuerdo sin palabras,
como si no supiera el idioma
y aceptara que se ha convertido
en un retrato en la pared de los retratos.



Ser

Sólo un paso: el pie se levanta
y cae en otro mundo, otro, 
y quiere detenerse cuando entiende
que el suelo siempre se resiste
porque sabe, en su silencio de escenario,
que no depende de la escena,
porque todo terminará de repente
cuando la naturaleza se vengue
y el paso no haga parte de la tierra.



Historia

Una cara en un par de espejos,
frente a frente, sometida,
a la única mirada que conoce,
llega a pensar en el tiempo,
y en la Historia, que es una obra
que ponen en escena cada tanto,
una pared de agua que refleja
al monstruo de todas las cabezas. 



Diosa

Los objetos dan un paso al frente,
y, del horizonte de las siluetas nocturnas,
nace la fachada de un castillo de piedra,
y Némesis, la reina, que lleva una sombra encima
y ha jurado vengarse del futuro,
camina sobre sus propias huellas
y es el viento que apaga la tierra.

El sol no se asoma a sus dominios.
No le abre paso al día siguiente.   


Viajes

Pierde las horas que quedan,
dentro de un reloj de arena,
sin haber entrado en la batalla,

y el aliento, en la marea del cuerpo,
olvida el don de la palabra
y trata de volver a los pulmones.

Hay algo de felicidad en todo esto,
una luz atrapada en este cuarto
que se puede tocar con las manos:

un velo de sol en los objetos,
una verdad que no tiene testigos
y anima a viajar a la renuncia. 



Índice

La palabra no es la cifra del océano
sino el dedo que apunta a la luna
y duerme y despierta con las olas
que nacen del barco de la historia.

Sí, eso es. Eso repito en el camino.

La palabra no vaticina la muerte,
pero es el gesto de los náufragos
que pisan el silencio de la playa
y encuentran caracoles con secretos. 



Poema

Habitar la pesadilla
de los martillos del día
con las cortinas cerradas
y respirar el aire
de una voz atrapada
en un mundo ajeno. 
Excavar en el cuerpo 
para que nada ocurra 
y el poema termine.



Gravedad

Cuando se inclina
en el borde del vacío
le resulta lo mismo 
ser hombre o ser mujer
porque el horizonte
no devuelve la mirada
y el abismo no pide
nombres ni apellidos.
Cuando cae, es la caída:
la gravedad funciona
cuando el mundo
se ha vuelto pedazos,
y su cuerpo no lo sabe,
y no puede saberlo. 



Paréntesis

Una luz inmediata, a la mano,
anclada en las repisas de noche,
y dos o tres hermanos de espejo,
en el eco de una silla de madera,
dispuestos a la mente en blanco.
No, aquí no hay lagos sagrados
ni cavernas que guardan plegarias,
pero está la pantalla de siempre
en la gracia de la madrugada.



Ella

El silencio del libro
y la palma de la mano
en las páginas en blanco:

nadie sabe leer 
las señales de humo
de su aliento de invierno.



Lago sagrado

Es inútil quitarse la máscara
y elevar el monólogo
de la confesión.
El escenario quedará vacío
como el mar
de todos los espejos.
 


Silencio

Que, para terminar, haya silencio,
y que el sol y la luna y lo que soy
sean una puerta de salida.

Que la luz cubra mis ojos cerrados,
y mis manos y mis voces
no despierten, sin mí, a medianoche.

Que nazcan, uno a uno,
los infinitos huesos de mi cuerpo 
en el único cuerpo de los hombres.
 
Que el monstruo tenga fe en mi voz,
porque suya es la página en blanco
y los versos de César Vallejo.

Que el libro olvide sus palabras
y espere, en el ocio de las voces,
el silencio que lo ampare.





Cuando el sol convalece
y la memoria se rinde,
nace un horizonte
sin fisuras.




Final

Este es el libro: respira
y su brújula señala
el horizonte equivocado.
Una ola entra en él,
a la mitad de su playa,
y después regresa al mundo. 

Este es el libro: aparece
porque puede pensar,
pero no debe pensarse.
Pues lo que es, se sabe,
no logra ser pensado
ni cabe en la memoria. 



El mar

Un paso atrás, en la vigilia,
para inventar un nombre
y llegar a uno mismo
con la voz de la ficción.

Una jornada de resta
para quedarse sin nombre
y avanzar hasta el origen
con el horizonte a la mano.

El mar es así: se muere
y respira, en el cielo,
por siempre y para siempre  



Guerra

Desde el cielo es un libro
en las palmas de todos,
la cifra de oro en el cuello
de una estatua de piedra.

En el suelo es un grito
en la boca del viento,
las raíces oxidadas
en un bosque de nervios.
 

Boceto

Ella entra en el mar
pero su espalda de arena
no le promete nada
a las olas doradas.
Pronto es un mapa
en la pared del cielo
y una huella reciente
en mis dos manos. 



El fin

La sombra humana se expande,
como un mapa del miedo,
por el hemisferio izquierdo
del cerebro. 

El sol se hunde en el mar
y deja una mancha de oro,
pero las olas no llegan
tan lejos.



Nadie

Un cuerpo sin órganos,
con sólo un par de pulmones,
se deja convertir en nadie
en la búsqueda de mis manos,
y ya somos dos, entonces,
que no sabemos la lengua
y tocamos, con los ojos cerrados,
la oscuridad del mundo.



Duda

El silencio vendrá
si hablo de esta mano
frente a esta lámpara apagada
y rezo por quien rece
y pienso en el espacio
que ocupa la duda
y creo en el miedo
a ser otra persona.
Todo será silencio
si no fui o no seré
y si después regreso
a esta duda iluminada.



Búsqueda

Ser, en paz, una hoja
en el espiral de azules
de su muerte
y cerrar los dos ojos
en el último jardín
del presente.



Cuatro de la mañana

¿Quién está ahí?
¿De dónde viene mi fantasma?

Un borde de luz
en los marcos de la puerta
se aleja de mí
porque alguien se acerca
y mis voces me dicen
que podría dormir
si no hiciera preguntas
a mis ojos cerrados.

¿Quién está ahí?
¿De dónde viene mi fantasma?


Objetos

Todo espera,
porque está ahí,
a que alguien lo mire
o lo levante.
Los objetos 
cierran los ojos
si damos la espalda.