Podéis ir en paz (1997)

Podéis ir en paz
Un día en tres actos



Nota Preliminar

Podéis ir en paz es la primera y última función de la obra de teatro que Tomás Obregón ha escrito a partir de los hechos del día que él mismo considera el peor de toda su vida. Obregón, un joven de veinticuatro años que ha comenzado varias carreras y nunca ha acabado una, ha decidido aprovechar su crisis, su especie de descenso a los infiernos, para escribir y escenificar los cinco capítulos más importantes y difíciles de esa fecha, y para ese efecto, y para lograr algo memorable, ha conseguido reunir, de entre su grupo de amigos, a algunos actores, a un diseñador, a un músico, a un director y a un libretista, y ha trabajado con ellos durante ya casi tres meses. El drama, tal como ha sido escrito por Obregón, se encuentra dividido en tres actos: el primero, que en verdad es una larga escena de presentación, sucede en el apartamento de Tomás; el segundo, que es una serie de golpes bajos (la consulta con un vidente, la crisis de un presentador de noticias, el final del romance entre Laura y Tomás, el entierro de Esteban Saavedra, el rescate de María), ocurre entre el consultorio de un brujo, el set de un noticiero, un restaurante de moda en la ciudad, el altar de una iglesia y una vieja sala de cine; el tercero es el final, el descubrimiento de todas las verdades, y se resuelve en la sala de espera de Urgencias de una Clínica muy respetada de la ciudad.

Para terminar, y antes de comenzar: tengo que decir que Carlos Manuel Vesga ha sido esencial para la escritura, la corrección y el montaje de la obra. Quiero decir que él es Tomás Obregón.  

Ricardo Silva Romero



Primer Acto


Primera escena: Tomás Obregón, de veinticuatro años, aparece sobre el escenario. Le da la espalda al telón. Una luz cae sobre él. Intenta que el público haga silencio. Carraspea. 

Tomás: bueno: pues, primero que todo, muchas gracias por haber venido. Esto, esta, esto es la primera y última función de la puesta en escena del peor día de mi vida…eso no significa, necesariamente, que no haya tenido días malos antes, ni nada de eso. O sea, lo que yo quiero decir es que bueno: generalmente uno dice que tuvo un mal día cuando algo, una sola cosa, no le sale muy bien. Por ejemplo: uno se tira un examen y por la noche dice “este fue el peor día de mi vida”. O uno se pelea con alguien, con la mamá, o con la novia, o con todos, y por la noche piensa que nunca había tenido un día tan malo. Pero no: yo no estoy hablando de eso. Esto no es un decir. El día que vamos a contarles esta noche,  es un día…el lunes veintitrés de enero del año dos mil para ser exactos…(busca las palabras) a ver, cómo lo digo: primero que todo, es un día en el que nada me salió bien desde el comienzo. O sea: la noche anterior, la noche del domingo, me había acostado como a las dos o las tres de la mañana escribiéndole una carta a Laura, y el lunes, a las siete de la mañana, estaban martillando en el piso de abajo. O en el piso de arriba. Esa es la vaina con los edificios: el piso de uno es el techo del otro, pero uno nunca sabe quién es quién ni de dónde viene nada…(carraspea)  O  sea, mejor dicho: me levanté sin haber podido soñar todas las cosas que hay que soñar para no estar de mal genio, y al mal genio con el que me levanté, habría que sumarle que mi primo español, Miguel, se estaba quedando en mi apartamento, en mi cuarto, al lado de mi cama, que roncaba como un marrano, y que todo el mundo pensaba (porque me lo hacían sentir, y todo, y no quiero que suene como a que me estoy haciendo la víctima, pero la verdad es que todos me decían) que cómo era posible que tuviéramos la misma edad, y mientras yo comenzaba mi séptima carrera, él ya se fuera a casar, ya estuviera en prácticas, en la sala de urgencias, y toda la vaina. El otro día vi en televisión que sí, que parece que es un hecho: que siempre hay un punto de referencia para humillar a los demás, y siempre hay alguien que sale con la frase esa de "¿por qué no puedes ser como este, o como el otro?". O sea, ¿qué puedo decir?: me imagino que los clichés -o sea, los lugares comunes- de verdad pasan. La gente repite las mismas frases y los mismos chistes que dijeron sus papás y los papás de sus papás, hasta que se muere. Como diría mi mamá: la gente es un plato.

A lo lejos, comienzan a sonar los martillos. Detrás del telón se oyen voces que se quejan. Una persona se cae. Tomás se queda mirando atrás. Sonríe.

    Tomás: bueno: me desperté porque sonaban los martillos, e intenté dormirme varias veces, pero no pude porque, además, ya comenzaba a sentir la gastritis de volver a la Universidad. ¿Ya dije que al otro día entraba a la Universidad?…(piensa en esa época) no, es que la verdad es que todo estaba dado para que fuera el peor día de todos: mis papás estaban estresadísimos y yo me sentía lo más culpable de este mundo porque les iba a tocar pagarme toda una carrera, y ya me habían pagado siete semestres de siete carreras diferentes. En todo caso yo ya estaba sospechando que mi problema no eran las carreras sino la Universidad. O sea: que a mi esa vaina no me gustaba. Y bueno, claro: también estaba Laura. Yo creo que estaba enamorado de ella, (carraspea) pero la verdad es que todo el tiempo estaba intentando caerle bien. Antes de llamarla por teléfono anotaba temas interesantes de conversación en un papel, me inventaba una especie de libretico y lo ensayaba, y todo, todo para caerle bien. Averiguaba chistes…y nunca me funcionaba nada: vivía mamada de mí. Yo no sé qué pasaba. Al principio todo había sido diferente: ella me había perseguido a mí. Le había rogado a María Fernanda para que me presentara. Pueden preguntarle a Laura si quieren. Su teléfono está en el directorio: el nombre del papá es Mantilla…Antonio Mantilla Holguín. Como diría mi mamá: de los Holguín del siglo pasado…
 
    Tomás se detiene. Sale un luminotécnico al escenario. Saluda con timidez al público. Mira a todas partes asustado. Le dice a Tomás algún secreto. Parece que no pueden comenzar todavía la obra. Tomás intenta que no se note su angustia. Se voltea y se dirige al público, un poco nervioso ahora y ya no tan triunfalista. El sonido de los martillos comienza a molestarle. Mira el reloj. Reanuda su discurso.

Tomás: bueno: ¿en qué iba, en qué iba?…ah, claro, en Laura. Laura y yo. Nosotros dos éramos amigos y todo estaba muy bien. Pueden preguntarle al que quieran: yo no hacía sino decirle que buenísimo tener una amiga, y que las viejas tenían una visión diferente de las cosas. O sea: María Fernanda nos presentó, y Laura y yo nos hicimos amigos, y fuimos amigos mucho tiempo (o sea, ¿como dos meses?), hasta que ella (un día: estábamos solos en mi casa) me dijo que tenía frío (porque fueron esos días de abril cuando llueve todo el día, y entonces nos acabábamos de pegar una lavada horrible) y yo terminé abrazándola, y una cosa llevó a la otro (a la otra: perdón), y pues ahí ya no había pasos atrás ni nada por el estilo…y a ver: la verdad es que yo nunca le he caminado a nadie (carraspea). O sea, yo nunca le he coqueteado a nadie, y nunca he sido uno de esos tipos que es capaz de armar conversación por la calle con la primera vieja que les parece buenísima…a mí las cosas (no sé por qué, pero siempre me han resultado) me han pasado naturalmente. O sea, los tipos siempre arman esta empresa para levantarse a las viejas: consiguen su gerente, su tesorero, montan todo un equipo de trabajo, se reúnen con sus amigos a planear la campaña (el slogan, la imagen, los discursos), las estrategias hacia el futuro para conquistar el mercado. Y todos sabemos a qué me refiero cuando digo "mercado" (asiente con mucha seriedad)…bueno, y lo peor es que si la empresa, si la campaña está bien armada, siempre tiene éxito…y si la empresa tiene éxito, claro, la vieja funda el sindicato: se reúne con las amigas a analizar todos los actos del tipo, levantan pliegos de peticiones, protestan y protestan y protestan, y descubren, al final, que todos los hombres son iguales. Pues sí: en los romances que conozco, los hombres son la empresa y las mujeres el sindicato. Y no, no es que yo me niegue a empezar una empresa, ni que me sienta moralmente superior…bueno: de pronto sí me siento moralmente superior. Pero lo que pasa es que las cosas siempre me han pasado naturalmente: yo no he perseguido a nadie, a ninguna vieja, ni he tenido nunca la energía para hacerlo…a mí no me echan por normal, sino por anormal…o sea: lo de Laura, por ejemplo, fue natural. Como diría mi mamá: fue amor a segunda vista. Pero después me dediqué a vivir por ella y todas esas vainas. Y ahí todo se dañó, claro (no sé qué pasa: lo mismo pasó con Mariana), porque (de verdad que no sé qué pasa) todo estuvo bien hasta que yo comencé a quererla, hasta que yo me enamoré. ¿Será de siquiatra?: se desenamoran como si lo de ellas fuera inversamente proporcional a lo mío. Y yo me quedo ahí, ¿como sobrando en todas partes? Supongo que al principio les parece hasta tierno que haya alguien que sienta asco por todo, pero claro, después todo les aburre porque (además tienen razón) ¿quién quiere sentir asco? Yo tengo una especie de náusea por todo, excepto por don Elías y don Luis, los porteros, y bueno, claro, por mi hermanita. Bueno, claro, y por mis papás. Y por mis amigos, que se pueden contar con los dedos de una mano. Mi problema es que trato de ver hacia adelante y veo una especie de muro. O sea no veo nada…(recapacita) es una especie de metáfora…o sea, no lo digo literalmente. No veo un muro, ni nada, sino que yo nunca me imagino cómo va a ser mi día siguiente. Rodrigo D. y yo estamos en el mismo nivel…y claro: lo peor del cuento es que ese día, el veintitrés de enero, el que vamos a montar (mejor dicho: el que montamos), yo pensaba que ella, que Laura, era todo mi problema…y después vino la verdad, y el atraco, y lo del brujo, y el entierro, y lo del cine, y lo de urgencias…
   
    Tomás se detiene porque se oyen voces detrás del telón y los martillos hacen aún más ruido. De las cortinas sale otra vez el luminotécnico y, después de saludar al público, le hace un gesto a Tomás. Parece que ya casi puede comenzar la obra. Tomás se queda en silencio. No sabe qué decir.

    Tomás: no fue un año muy bueno…el año pasado: pero igual nadie que conozca tuvo un año muy bueno (o sea: por eso es que queman muñecos al final, y por eso es que salen con maletas a las doce, a dar la vuelta a la manzana…un amigo mío tuvo un problema con eso porque el papá salió a dar la vuelta a la manzana con la maleta y nunca volvió, pero esa es otra historia, creo)…eh...eh...eh...todo el mundo tuvo un año de mierda. O sea, un año muy, muy malo (se ríe torpemente) Qué pena, qué pena: es que la verdad es que no tiene mucho sentido que a uno lo deje alguien. Digo lo de Laura: no tiene mucho sentido que alguien le diga a uno que ya no lo quiere. O sea, no me cabe en la cabeza que uno hable (bueno: se comunique con alguien) y todo bien, perfecto...y que después no quiera ni siquiera hablarle. Y tampoco está bien que uno descubra, como yo, que la verdad es que no quiere hacer nada en la vida…bueno: quiero escribir…esa es la idea… 

    El sonido de los martillos crece. Tomás parece muy angustiado. Mira el reloj. No sabe qué más decir. El luminotécnico aparece y le hace una seña que significa “ya podemos comenzar”.

    Tomás: y bueno: trauma superado…no les quito más tiempo. Este, este que van a ver, es, entonces, el peor día de mi vida. Al otro día entraba a la Universidad. Laura se había ido de vacaciones y no la había visto como en seis semanas. MI familia estaba llena de deudas, pero mi hermanita y yo no teníamos ni idea de la magnitud de la vaina…o sea, creíamos que la cosa no pasaba de un millón de pesos…Yo ya me había despertado por culpa de los martillos. Y ahora, en la escena cuando comienza la obra, acababa de decidir que  iba a pasar el día perfecto: que (escoge un dedo para cada cosa) iba a desayunar salchichas, que iba a jugar Play Station toda la mañana, que iba a pedir una hamburguesa de almuerzo, que iba a meterme horas y horas en Internet, que iba a alquilar Terciopelo Azul y Midnight Cowboy a domicilio, y, sobre todo, que por nada del mundo me iba a perder el partido de Colombia. O sea: si iba a soportar la Universidad desde el otro día, si Laura iba a aparecer hasta el martes, entonces ¿para qué salía del apartamento?…claro que con esa lógica yo no había salido en seis semanas…eso también tenía desesperados a mis papás…Lo digo en serio: yo creo que, desde noviembre del noventa y nueve, ni siquiera había puesto un pie afuera. Y esa era la idea de ese día: no iba a salir en todo el día, me iba a gastar todo el agua caliente y no iba a pensar en nada de nada…mejor dicho: ese iba a ser mi día feliz…
   
    Desde detrás del telón se oye un grito: “listo”.

Tomás: bueno pues: entonces muchas gracias por haber venido: esta es la obra.

    Baja del escenario y se pierde por una puerta en medio de los aplausos del público y los martillazos de la tras escena. El telón comienza a subir.


    Segunda escena: sobre el escenario, la sala, el comedor y la cocina de un apartamento común y corriente de clase media. A un lado, en un plano de la calle, un teléfono público. Las luces dominan la escena porque es muy temprano en la mañana. Hay un radio encendido. Los golpes de los martillos que trabajan en un apartamento del mismo edificio son insoportables. Ana Obregón, la mamá de Tomás, una economista de unos cuarenta y ocho años, organiza el desayuno y los papeles que debe llevar al trabajo. Está vestida como para ir a una reunión. El periódico, sobre la mesa del comedor, ya ha sido leído por alguien. María, una niña de unos catorce años, entra a la escena en piyama, se acuesta en el sofá, medio dormida, y comienza a hablar mientras Ana intenta poner la casa en orden.

María: mi papá lleva una hora en la ducha: ahí está pintado.

    Ana: creo que ya se está vistiendo: tiene una reunión de yo no sé qué cosas.

    María: ¿ah, sí?, ¿y con quién?

    Ana: yo no sé: ¿con unos señores de la oficina?

    María: ¿con cuáles?

    Ana: mi amor: lo que te diga yo es mentira…

    María: ¿y a qué horas es el entierro de Esteban?

    Ana: a las tres de la tarde…pobre tu papá: los amigos que no son unos hampones, se le mueren…

    María: ¿yo no tengo que ir, cierto?

    Ana: no, para qué…tú ni siquiera lo conoces…bueno: lo conocías.

    María: ¿al fin le dijiste a mi papá lo de irnos a Cartagena?

    Ana: María: tú sabes cómo está tu papá con lo de la plata: no le vas a decir nada de viajes…el pobre ya no se aguanta ni una llamada de los bancos, y mucho menos ahora, con el arreglo del Peugeot…ayer llamé y me dijeron que va a costar un ojo de la cara…

    María: ¿qué ojo no es de la cara?

    Ana:…hay que pagar los intereses del préstamo que nos hizo Juliana de Mendoza…tuvimos que pagar la matrícula de Tomás…

    María: ¿para que se vuelva a salir a los dos meses?

    Ana: para ver si por fin hace algo en la vida…bueno: aparte de pasársela todo el día pegado al computador…y de tener gastritis por culpa de esa muchachita…

    María: huy, la odio…es una imbécil…

    Ana: no, y Tomás muy bobo: ¿cuánto lleva?, ¿dos meses encerrado en el apartamento?

    María: desesperante: ahora uno llega y nunca hay mensajes en el contestador.

    Ana: y Tomás no da un paso fuera del apartamento y se la pasa sentado junto al teléfono y pegado a Internet para ver si esta niña le manda algo desde por allá…

    María: ¿en dónde es que está la bruja?

    Ana: yo no sé: creo que se iba a hacer un curso de inglés en Arizona…un curso de dos meses…bueno: en todo caso por fin vuelve mañana, a ver si a este niño le vuelve el alma al cuerpo…

    María: deberíamos irnos así fuera a la finca de mi abuelito…

    Ana: mi amor…

    María: vámonos a cualquier sitio, a cualquier hueco con piscina, así sea por carretera…

    Ana: sí, y que nos secuestre la guerrilla…

    María: pero si nos secuestran a todos juntos da lo mismo…

    Ana: ¿y tú sí podrás aguantarte un fin de semana sin que te llamen todos tus novios?

    María: pero si todos los guerrilleros son de mi edad…

    Ana: lo que hay que hacer es irse de este país…vamos a convencer a tu papá del viaje a Europa…hace rato no veo a mi hermano…

    María: además, si nos secuestran a todos ¿quién paga el rescate?

    Ana: con la situación del país, nadie…parece que nos hubieran hecho brujería a todos…

    María:  la que le pasó a Tutis…o sea, lo que a nosotros nos encontraron en la mata es una maricada…

    A Ana no le gusta que María diga groserías. Se acerca a su hija. La luz, que era la luz blanca de la mañana, se centra en la imagen de la conversación entre la madre y la hija. 

    María: bueno, bueno: una bobada…ellos (o sea: los papás de Tutis) estaban peor que nosotros…estaban hasta acá de deudas, y todos vivían gritándose con todos, y trataban de no encontrarse en la casa…Tutis me dice: mira, Mary: es que yo no los podía ver, yo no podía ver a ninguno…Y entonces llegó una muchacha nueva a la casa, y como a los dos días renunció porque había visto fantasmas…

    Ana:  no te creo…

    María: y entonces Esther, la mamá de Tutis, decidió hacerle caso y fue a donde un tipo de esos, a donde un brujo del centro, y le pidió que fuera a la casa y mirara si había espíritus y todo eso…

    Ana: como a nosotros…

    María: sí, pero este brujo fue a la casa de ellos y encontró todo dentro de una de las paredes…o sea: les toco tumbar una pared, y todo…¿ah?

    Ana: ¿y qué había adentro?

    María: pelos, y azufre, y tabaco…y ¿qué más me dijo Tutis?…

    Ana:  yo nunca he podido entender por qué hay gente tan mala…
   
    María (mira el reloj): mi papá no quiere salir de la ducha…¡papá: diez para las siete!

    Ana: vas a despertar al pobre Miguel…

    María: pero si hasta acá se oyen los ronquidos…

    Ana: y tú sabes que tu papá está muy triste por lo de Esteban y que además no le gusta que grites…

    María: sí, y él sabe que a mí me gusta bañarme con agua caliente…
   
    Ana: ¿vas a tomar café?

    María: y sal…también había sal…y…y…hay una cosa, pero no me acuerdo bien…bueno: había un anillo quemado y roto por la mitad para que los papás de Tutis se separaran, pero eso no era lo que estaba pensando…

    Ana: pero es que el papá de Tutis…de Tatiana…era desesperante: el típico hombre obsesionado con el fútbol y las viejas…yo no me hubiera podido casar con un tipo así.

    María: mi papá es divino: nunca mira a ninguna vieja por la calle y te lo juro que va a ser el único que no se va a ver el partido de esta tarde…


    Tercera escena: abajo del escenario, junto a un teléfono público, vemos a María Fernanda Torres: no se decide a moverse. Volvemos a la imagen sobre el escenario: la luz vuelve a ser clara cuando entra Benjamín Obregón, un abogado de unos cincuenta años, el papá de Tomás y de María. Viene cansado, vestido de blazer y corbata, y con un maletín en la mano.

    Benjamín (a Ana): ¿puedo hacerte una pregunta sobre Esteban?

     María: ¿con quiénes tienes que reunirte?

Benjamín le da la mano a María, y se quedan así, tomados de la mano, mientras Benjamín recibe una taza de café de parte de Ana, y ella comienza a contar su historia.

    Ana (como si no hubiera oído la pregunta de María): ¿viste lo de Carlos?

    Benjamín: lo de cuál Carlos.

    María: ¿cuál Carlos?

    Ana: Carlos Caballero.

    Benjamín: no, qué pasó.

    Ana: sale en el periódico.

    Benjamín: no lo he leído…¿qué pasó?

    Ana: no está muerto…

Benjamín: menos mal que no fuimos al entierro…

Ana (le hace un gesto con la mano: significa espérate): lo está buscando la policía…parece que se robó una plata…puso una “mesa de dinero”, ¿te acuerdas?

    Benjamín: sí, claro: una mesa de dinero

    María: ¿cómo así una mesa de dinero?

Ana: engañó a todo el mundo y parece que después se fue a Venezuela… sale ahí, en la segunda página: se robó como cuatro mil millones de pesos…(toma café) toda la plata de este mundo.

    María: papá: ¿puedo ir a cine con Juan Pablo?

Benjamín: increíble ¿no?

    Ana: y yo casi me caso con él.

    María: ¿con Carlos Caballero?

    Benjamín: seguro no tendrías deudas.

    Ana: pero estaría en Venezuela.

    Benjamín: sí, y allá las telenovelas son más malas.

María: por lo menos vámonos a Venezuela…

    Se quedan callados mirándose, como diciéndose que no lo pueden creer. El teléfono comienza a sonar. María se levanta a contestarlo. Los martillazos avanzan.

    Ana: ¿ah?

    Benjamín: increíble.

    María: ¿aló?

    Benjamín: y ¿cómo fue?, ¿cómo hizo?

    María: ¿de parte de quién?

    Benjamín (pierde la concentración y se dedica a mirar a María): parece que quisieran enloquecerlo a uno…

    Ana: ya, ya vamos a salir de eso…en estos momentos es que uno tiene que ser fuerte, Benjamin…

    Benjamín asiente.
   
María (tapa el teléfono): el Banco de Sevilla…

    Benjamín: que no estoy…

    María: pero ya dije que estabas…

    Benjamín no lo puede creer. Coge el teléfono con todo el hastío posible. Se va con el aparato hasta una esquina del escenario.

    Ana: ¿quién es Juan Pablo?

    María: un amigo…

    Ana: sí, me imagino: pero ¿yo lo conozco?

    María: ¿si no lo conozco yo, cómo lo vas a conocer tú?

    Ana: no entiendo…

    María (desesperada): a ver, por dónde comienzo: lo conocí por ICQ.

    Ana: ¿cómo?

    María: lo conocí en Internet…

    Ana: ¿y ya lo has visto por lo menos?

    María: no, pero ya me dijo cómo es…

    Ana: ¿y cómo sabes que si es así, cómo sabes que no tiene cuarenta años y que no es un violador de niñas chiquitas?

    María: tiene diecisiete años…

    Ana: seguramente…

    Benjamín cuelga el teléfono y vuelve a la conversación. Se ve poco concentrado, como si no fuera a ser capaz de decir ni una palabra más.

    Ana (a Benjamín): ¿qué pasó?

    Benjamín: se me olvidó pagar la cuota de enero…

    Ana: pero vas a pagarla…

    María: ¿y qué pasó con Carlos Caballero?

    Benjamín respira hondo. La llamada lo dejó desanimado. Busca algo de comer en la nevera. Le da la espalda a su esposa y a su hija, pero continúa atendiendo el discurso de Ana.

Ana: parece que intentó hacerles creer a todos que estaba muerto.

Benjamín saca un plato con chorizos y empanadas de dentro de la nevera. 

    Benjamín: por eso te pregunté cómo hizo para engañar a todo el mundo: porque la última noticia que teníamos era que estaba muerto…como Esteban…

Ana: no vas a comer eso, ¿cierto?…si vas a seguir fumando por lo menos no comas toda la grasa que te encuentres por el camino…un infarto es un infarto…

    María: ¿estás fumando otra vez?

    Benjamín: pero muy de vez en cuando…

    Ana hace un gesto que significa que ella ya no puede más. María cierra los ojos. Se tapa los oídos por los martillazos.

    María: me está dando dolor de cabeza…
   
María se levanta del sofá y se va hasta una esquina del escenario, mientras Ana y Benjamín continúan el diálogo. La niña se sienta frente a un computador y, acto seguido, se conecta a Internet y mantiene una conversación por ICQ con Juan Pablo.

    Benjamín: bueno: ¿y qué pasó con Carlos?

    Ana: no te demores que el teléfono está llegando carísimo…

    Se quedan en silencio. Benjamín quiere decir algo, pero no se atreve.

    Ana: mi amor: no te vayas a meter a Internet ahorita…

    María (desde el otro cuarto): es para decirle a Juan Pablo que no me diste permiso…

    Benjamín: ¿puedo hacerte una pregunta?

Ana: sí, claro…pero espérate te termino de contar: cambió de identidad y todo…esto es lo que es impresionante: durante cuatro meses se inventó que tenía un secretario…se consiguió un disfraz…se inventó una voz…mejor dicho: todo lo que aprendió en la Academia de Lee Strasberg…o Instituto…Cuando alguien llamaba, él contestaba con la voz del secretario. Cuando alguien iba a la oficina, el tipo lo recibía vestido de secretario, como si nada…decía: “siga y espera al doctor que está en una reunión”. Mientras él se cambiaba de ropa, el cliente entraba en la oficina muy impresionado por la educación del secretario y después él aparecía por el otro lado…convertido en Carlos Caballero.

    María (se asoma a la sala): ¿y nadie se dio cuenta de nada?

    Ana: nadie se dio cuenta porque todo fue muy lento….el engaño duró meses. Para el momento de su muerte todos conocían al secretario y el único que sabía la verdad era él. En el entierro todos lamentaban la muerte del pobre Carlos Caballero… (piensa) impresionante, ¿ah?

    María: papá: ¿puedo ir a cine con Juan Pablo?

    Ana: mi amor: no lo has visto nunca en la vida…

    Benjamín: ¿quién es Juan Pablo?

    Benjamín no puede continuar con el café. María mira a Ana con odio.

    María: ¿lo dejas responder?…me da una rabia que no confíen en mí…yo sé cuidarme sola…

Ana: ¿te sientes mal?

    Benjamín: desde que me levanté…

    María: ¿y por eso te demoraste tanto bañándote?…

    Ana: estaba pensando en cómo montar una mesa de dinero…

    María: mi papá es divino: es el peor negociante del mundo…

    Benjamín intenta tomar café, pero no puede.

Benjamín: un momento: pero si Carlos está vivo: ¿a quién enterraron?

    Ana: ni idea…

Benjamín (impresionado por el relato): ¿Carlos está vivo?

Ana: el mismo que me coqueteaba a tus espaldas…

Benjamín: todos te coqueteaban…sobre mis espaldas…

María: ¿en serio?

Benjamín: hasta Esteban…¿el entierro es a las tres?


    Cuarta escena: entra Tomás, despeinado, y en piyama, y todos se quedan callados, como si hubieran estado hablando sobre él.

    Tomás: ¡qué desespero esos martillos! …(mira hacia arriba) increíble que los dejen martillar a esta hora: ¿no podemos llamar abajo o algo? (se intenta despertar más, se sienta en la sala con María): ¿de quién están hablando?…se oye hasta allá…como no gritan…

    Ana: de Carlos Caballero…

    María: está vivo…

    Tomás: ¿en serio?

María: sí, y ahora está escondido porque se robó ocho mil millones de pesos...

Ana habla sobre la voz de María y la de Benjamín, que intenta decir algo.

Ana: cuatro mil.

    María:…y lo están buscando.

    Ana (dándole el periódico a Tomás): aquí sale…

    Tomás se pone a leer el periódico.

Tomás: ¿y cuándo pasó todo esto?

    Ana: ¿ayer?

    Tomás: ¿y no tendrá nada que ver con la muerte de Esteban?…o sea: ¿no eran amigos?

    Ana: mi amor: Esteban Saavedra se cayó en la ducha…se resbaló con el jabón…

    Tomás: tú sabes lo que estoy diciendo…

    Ana: ¿que heredaste la paranoia de los Obregón?

    Tomás: que detrás de las vainas, pasan vainas muy raras…

    María: a Tutis le pusieron brujería…

    Tomás señala a María como si su frase confirmara sus intuiciones. El teléfono comienza a timbrar y María se levanta para contestarlo. Benjamín se altera por el sonido del aparato. Los martillos dejan de sonar de pronto.

    María (señala el cielo): Dios mío…¡por fin!   

Ana: ya no más cuentos de brujería…uno debe creer en Dios y en uno mismo: todo lo demás son justificaciones de los débiles…

Tomás: sí claro: los débiles nos morimos del susto cuando encontramos calaveras en colchones

María (feliz de la vida): ¡calaveras!: eso era lo que me faltaba…¿aló?

Benjamín: bueno…

Tomás: pero entonces ¿qué pasó?, ¿Carlos quemó a un tipo y dijo que era él?

María: no, en este momento no está: ¿quiere dejarle alguna razón?

    Ana: exacto: Carlos se hizo pasar por el secretario que se había inventado cuatro meses antes, y el secretario, entonces, encontró el cadáver de su jefe.

    María: muy bien: yo le digo…

    Tomás: ¿y ustedes por qué no fueron al entierro?

     Ana (lleva un jugo a la sala y le responde con ironía): porque estábamos contigo en la finca del abuelito, mi amorcito: ¿no te acuerdas?

    Tomás (recibe el jugo, le da un beso y también con ironía): ¿es una casa que queda yendo para Boyacá?

    Ambos hacen una risita actuada como aceptando que se respondieron bien los ataques.

María: Gloria, de Credimensión, su banco superior…

    Benjamín (pensativo): tengo que pagar esas tarjetas…

    Tomás (toma un poco de jugo y habla): o sea que el tipo se robó todo, todos creyeron que se había muerto y el secretario fue al entierro (lo que significa que Carlos fue a su propio entierro) y después desapareció totalmente de la tierra, como si todo hubiera sido culpa suya…(piensa) o sea que el problema moral no es tan grave.

    María: ay no: ya vamos a comenzar…

    Ana: ¿cómo?…(mira a Benjamín) tu hijo: el ateo…

    Tomás: no, en serio, claro: el que se robó toda la plata fue el secretario y no Carlos…para Carlos no era un problema: ¿no estudió en Lee Strasberg?

    Benjamín: estudió en Lee Strasberg…

    Tomás: pues asumió el papel, y eso fue todo: el robo lo cometió otro.

    Ana: no, ahí sí me parece que no tienes razón…entonces todos asumamos nuestra máscara y después pidamos perdón…no sólo hay un robo, un engaño, una cantidad de falsificaciones…también hay un cadáver…

    María: ¿y todos son amigos tuyos?

    Tomás: ¿qué horas son?

    Benjamín intenta responder.

    María: las siete.

    Ana (a Tomás): aceptemos el robo, aceptemos el engaño y supongamos que todo lo hizo por el arte, que todo fue un gesto artístico o lo que quieras…pasemos por alto si está bien o mal que un artista pueda engañar a los demás, y se vea bien, y que al mismo tiempo una persona normal no pueda hacer trampa (o sea: pasemos por alto el hecho de que uno debe ser consistente en la vida), porque claro, si uno hace trampa, o roba, o mata, nadie aplaude. Si pasamos por alto todo, o si aceptamos esas cosas, en todo caso alguien está muerto. Y (a María) tú deberías bañarte porque ya son las siete y no vas a llegar al colegio…

    Tomás: ¿pero no sabemos quién mató a quién, cierto?…el cadáver pudo haberse muerto el mismo día del incendio, o pudo haberse suicidado en la oficina de Carlos Caballero…hasta ahora Carlos es inocente…el periódico inventa delitos todo el tiempo…

    Ana (a Benjamín): dile…

    Benjamín: ¿dile qué?

    Ana: que no diga bobadas…(a Tomás) tú dices todo para llevarme la contraria: nunca estamos de acuerdo en nada…no crees en Dios porque yo creo…

    Tomás: eso no es cierto: lo que pasa es que yo soy objetivo…no quiere decir que me parezca bien lo que el tipo hizo, si es que hizo algo: me parece que los periódicos exageran y dicen mentiras, como cualquier novela de cualquier autor…como cualquier película: quieren y tienen que impresionar a los que leen …

    Hay un silencio incómodo.
 
    Benjamín: bueno…yo me voy, quedé de llegar a las siete…

    Tomás: ¿y por qué estás tan elegante?

    María (canta): se va a casar, se va a casar: ¡tiene novia, tiene novia!

    Benjamín: quedé de desayunar con unos clientes.

    Tomás: yo, ya que me despertaron los ronquidos de Miguel, los martillos (y bueno: las discusiones), voy a pasar el día perfecto…

    Benjamín (irónico): sí, sí: descansa…cómo vive de ocupado Tomás, ¿ah?: parece un ejecutivo…

    Ana: sí, desde que terminó la carrera nadie se lo aguanta con tantos compromisos.

    Tomás (a María): ¿son chistosos, no?…

    Ana: ¿y es que no vas a volver a salir de la casa?…(a María) ve a bañarte…

    María: ¿puedo ir a cine con Juan Pablo?

    Tomás: ¿quién es Juan Pablo?, ¿el de Internet?

    Ana: no, no puedes ir a cine…con nadie: tienes que hacer tareas, y si no vas a ir al entierro de Esteban, no te vas a ir a ver una película con…

    María: Juan Pablo…y yo puedo hacer las tareas e ir a cine…y yo sé cuidarme…

    Tomás: seguro es un gordo manteco y baboso…

    María se va desesperada a bañarse.

    Ana: y tú deberías bañarte después de ella, y salir, y hacer algo…de todas maneras mañana vas a tener que ir a la Universidad…a ver si Miguel sólo te lleva cinco añitos de ventaja…algún día habrá que poner los pies en la tierra…

Tomás (como si no la hubiera oído, y enumerando con los dedos): primero, voy comer la pizza que quedó de ayer…después voy a bañarme (¿qué: unas dos horas?)… más tarde voy a leer con cuidado lo que escribí ayer (¿a propósito: alguien leyó lo que escribí?)…

Benjamín: me pareció muy bueno…

Tomás: ¿en serio?…(a Ana) ¿y a ti?

Ana: me gustó, pero no entendí el objetivo…

Tomás: pues a ver: la verdad es que no tiene ninguno…es una especie de poema…

Ana: en vez de eso deberías salir a la calle…

Tomás: sí, pero desde mañana…cuando vuelva Laura…

Ana: ¿y cuándo piensas llevar el cheque de la matrícula?

Tomás: mañana, o pasado…¿cuál es el afán?

Ana: bueno, ¿y no tienes que preparar nada para la Universidad?…

Tomás: pero qué: a mí mismo…por eso voy a pasar el día perfecto…(antes de que le digan nada)…aquí…solo…voy a pedir a domicilio una hamburguesa y aunque nadie me crea voy a recibir noticias de Laura, y por la tarde, y con toda la satisfacción de no ir al entierro de ese tipo…

Ana (a Benjamín): Tomás no lo quería ni cinco…

Tomás: …y también a domicilio, voy a pedir Terciopelo Azul y Midnight Cowboy, para vérmelas por enésima vez, y después (no puedo jurarlo por Dios: porque no creo, y porque si de verdad hay un Dios el tipo es un inepto), les juro que me voy a ganar el torneo de fútbol que estoy jugando en Play Station…

Benjamín: ¿y por la noche?

Tomás:  por la noche voy a meterme a Internet, y después, para rematar todo como tiene que ser, yo y mi papá vamos a ver el partido de fútbol…

Ana: mi papá y yo…

Tomás: ¿pero él no estaba muerto?

Fingen sonrisas. María grita a lo lejos. El agua está helada. Todos se ríen.

Ana: yo no sé qué es lo que quieres en la vida…

Tomás: escribir unas cositas, que Laura vuelva y que este día no se acabe nunca…que este sea el día perfecto y de verdad: que no se acabe nunca…

    Benjamín: yo debería llamar a Bertica de Saavedra…

    Ana: ¿para qué?: yo creo que es suficiente con ir al entierro…

    Benjamín: ¿nos encontramos acá a las dos?

    Ana: sí, perfecto…mejor deja eso así…bueno: yo también me tengo que ir a trabajar…a mí también me están esperando.

    Benjamín queda preocupado.

    María (en off): ¿quiénes?

    Ana (a Benjamín): ¿para qué?: la última vez acabaron peleando…tú sabes que tu relación con Esteban iba muy mal…uno no debería hablar mal de los muertos, pero…

    Benjamín: pero, pues era mi mejor amigo…

    Ana: pero desde que llegó de Cartagena no te volvió a llamar…y llegó del viaje hace veinticinco años.
 
    Tomás: ¿estabas peleando con Esteban?

    Ana: Esteban nunca peleaba con nadie, pero en el fondo estaba peleando con todo el mundo…(a Benjamín) casi acaba con tu carrera…bueno: casi acaba con la de medio mundo…

    Benjamín: sí, bueno, bueno…yo me voy…(se acerca a la salida, y reacciona) lo que pasa es que siempre me ha parecido que no nos dijimos algo…

    Ana se hace la extrañada.

    Benjamín: Esteban y yo…tuvo que haber una razón para que nos alejáramos… pero nunca supimos bien, o por lo menos yo no supe.

    Ana: ¿de pronto porque tú tenías el talento y él todos los contactos?, ¿de pronto porque así son los políticos?…(reacciona) ay, Benjamín: yo me separé, me alejé de mi hermana y tampoco sé por qué, pero no me gasto el agua caliente pensando en... por qué.

    María vuelve desde el baño. Ya se ha vestido para ir al colegio.

    María (furiosa): mi papá se acabó toda el agua…yo no me vuelvo a bañar así…oigan: ¿las mujeres se dan golpes de pecho?

    Benjamín (a Ana): sí, pero es que tu hermana es autista, y esa es la definición…

    María (en chiste): ¿mi tía maneja carros?…perdón.

    Tomás: de Carulla…por la séptima…perdón.

    Ana (a Benjamín): bueno, el caso de Amparo no es el mejor ejemplo…pero la idea es que la gente se separa: uno se aleja de los amigos…esas cosas pasan…Mariela y yo: nunca volvimos a hablarnos…(a María) ¿te bañaste?

    María se señala a sí misma.

    Benjamín: bueno: pero siempre hay un accidente o algo que comienza todo…con Mariela fueron los celos…

    Tomás: o por ejemplo que uno de los dos le robe al otro todas las ideas y que un día, cuando estén a punto de descubrirlo, o cuando su envidia no lo deja más, decide venderlo por cualquier vaina…

    Ana: lo que pasa es que ustedes tienen genes paranoicos…(mira a los hijos) Benjamín papá, o sea su abuelito, siempre creía que lo estaban mirando: en plena misa se paraba a mirar el crucifijo, y golpeaba al Cristo (hace la mímica): "¿hay alguien ahí?, ¿quién está escondido ahí?"

    María se ríe.

    Benjamín (pausa, mira el reloj): me tengo que ir…es tardísimo.

    Ana: llámala…de todas maneras vamos a verla en el entierro…pero no, mejor llámala…

    Tomás: sí, si no, no vas a quedar tranquilo…

    Benjamín va hacia la salida del apartamento. Deja el maletín sobre la mesa.

    Ana: yo me voy contigo…espérame (mira a todos los lados buscando sus llaves, le habla a Benjamín)…no desayunaste…

    Benjamín: no, no quiero…

    Ana (mira a Tomás): organiza a María…ahí les dejo el desayuno…(de afán y ya casi en la puerta) despierta a Miguel…¿cómo hará para dormir con los martillos?…

Tomás: es que ronca al mismo tiempo, y un sonido tapa al otro, y así…es un círculo vicioso…

    María: ¡qué asco!

Tomás: yo soy el que duermo con él…(hace un gesto de extrañeza) eso sonó como raro…

Ana: chao, chao.

    Desde la puerta, Benjamín se despide de María y de Tomás. Ana les manda besos por el aire. Después los dos salen por la puerta. Entonces se vuelve evidente que a Benjamín se le ha quedado el maletín. María le muestra a Tomás el maletín hasta cuando Benjamín vuelve al apartamento. Parece que no se sintiera muy bien.

    Tomás: ¿estás bien?

    Benjamín: sí, sí: nos vemos después del entierro…

    Tomás: sí, sí, claro…para el partido…

    María: ¿y mi mamá?

    Benjamín: ya bajó…estaba de afán…y había gente en el ascensor…

Benjamín coge el maletín y vuelve a despedirse de ellos. Está a punto de irse, pero, como si se tratara de algo definitivo, regresa y se despide de nuevo de sus hijos.


    Quinta escena: aparecen Tomás, María, Miguel, María Fernanda. Tomás y María están en la mesa del desayuno. Ella se sienta en el lugar en donde estaba su mamá y toma el periódico en sus manos.

    María: horóscopo de Libra.

    Tomás: a ver.

    María: “este día muchas sorpresas en la vida de Libra: un accidente que llevará a algo positivo. Comenzará a sentir esa plenitud que tanto anhela. Con la llegada de Saturno...”

    Tomás: la llegada de Saturno es clave…

    María (lo mira seria por encima del periódico): "...la energía y las posibilidades de la mente serán ilimitadas...”

    Comienza a sonar el teléfono. María Fernanda Torres es iluminada de nuevo: aún está abajo del escenario.

María: deja el contestador…deben ser los bancos…

    Tomás la mira extrañado, pero hace un gesto de aprobación.

    María (retoma la lectura con un tono muy serio): "…aunque en un principio todo parezca negro y ocurra una que otra desgracia, Libra está comenzando una nueva etapa en su vida. Epoca magnífica para hacer inversiones: ¡adelante!"

    Tomás: ¿ya leíste el tuyo?

Deja de sonar el timbre del teléfono.

    María: tenemos que ver la última de Matt Damon.

    Tomás: ¿la que es en Italia?

    María asiente.

    Tomás: vamos mañana, después de la Universidad.

    María: vamos hoy…así no me estoy sola con Juan Pablo…así todos quedan tranquilos…

    Tomás: hoy no voy a salir del apartamento…me niego…

    María: ¡pero si no has salido en dos meses!

    Tomás: por eso: ¿si no he salido en dos meses a qué voy a salir ahora?

    María: parece loco…

    Tomás: cuando te enamores de una vieja como Laura, hablamos…

    María: entonces no hablamos nunca: a mí no me gustan las viejas…

    Tomás: vamos mañana… 

    María: ¿y Laura?, ¿no llega mañana?

    Tomás: por eso: vamos con ella.

    María deja caer la cabeza sobre la mesa del comedor

    Tomás (sospechando lo que pasa): ¿qué?

    María: es que es toda gritona, y toda sapa (seguro que no se fue de vacaciones)… y comienza a decir bobadas…y es toda es chillona…y me pide que mire si tiene barros…y tú te pones a hablar con ella para caerle bien…

    Tomás: pero es que si no le digo que vaya con nosotros después se me arma un problema o algo…se hace la sentida, y comienza a decir que ella no es importante para mí, y que no quiere hablar más por hoy y que se va a poner la piyama y que tiene visita y no puede hablar en este momento (respira)…y  esas cosas…¿será de siquiatra?

    María hace un gritico de desesperación.

    Tomás: yo le compro Clearasil.

    María se ríe.

    Tomás: por favor…

    María (piensa): está bien, pero tú te sientas en la mitad.

Entra en la escena Miguel Castillo. Tiene veinticuatro años. Es el primo de Tomás. Está despeinado y en piyama. Se sienta con Tomás y con María.

    Miguel: qué tal…

    Tomás: buenas, ¿qué ha habido?

    Miguel: estoy muerto.

    María (a Miguel): ¿cómo te fue ayer con las prostitutas?

Tomás (se atraganta con el jugo y tose):¿qué?

    Miguel: en la clínica: iban a llevar unas putas…para que las examináramos…era una forma de ayudarles.
 
    Tomás: sí, la otra es pagarles.

    Miguel: ¿están martillando?

    Tomás: desde las seis y media…¿qué horas son?

    Miguel: las siete y cuarto…

    Tomás: tú deberías bajar al paradero…

    María: pero en media hora…¿puedo ir a cine con Juan Pablo?

    Tomás: pero sobre mi cadáver…

María se levanta de la mesa.

María: cómo es de amargado…

Tomás: ¿a dónde vas?

María: a hablar por ICQ…

Tomás: ¿con el degenerado?

María: ¿por qué no maduras?

    Tomás: ay no, pues: tan madura…

    María sale de la escena. Miguel toma su desayuno. Mira el periódico. Se ríe.

    Miguel: ¿has visto a Olafo?…es la polla…

Tomás: ¿sí?…(a María) cuidado me borras mis archivos…

Miguel (de improviso): oye, María es adoptada ¿verdad?

Tomas: sí, qué vaina ¿no?…yo no podría…

    Miguel: pero María está bien…

    Tomás: sí, por lo menos ya se bañó…

    Miguel: pero claro: si te pones a pensarlo, es una putada…

    Se quedan en silencio.

    Tomás: yo la escogí y  le puse el nombre…

    Miguel: ¿a María?

    Tomás: sí.

    Miguel: sí, sí me acuerdo: original…quiero decir: nadie se llama así.

    Tomás: lo que pasa es que en esa época yo no sabía que los nombres extranjeros eran una opción…no sé: Lady Chatterley, Nayibe, Sherezada…

    Miguel (se acuerda de pronto): hostia, he conocido a un pavo...no te lo vas a creer…

    Tomás: ¿qué?

    Miguel: le ponía a los hijos los peores nombres del mundo: Henao Martínez …el pavo se llamaba Pablo Martínez, ¿sabes? Y le ponía a los hijos Henao, Pabón, Toro….Henao Martínez, Pabón Martínez, Toro Martínez...

    Tomás: ¿apellidos?

    Miguel (asiente): y el tío era consciente: me decía si me parecía original. O sea, me preguntaba si me parecía original y todo eso…

    Tomás: no le creo…

    Miguel: Henao, chaval…

    Tomás: "Henadito" venga para acá (se ríe)…increíble.

    Miguel: yo le voy a poner a mi hijo Bond, James Bond (se ríe, encantado por su propio chiste).

    Tomás: ¿Bond, James Bond Castillo?…sí, ese sería el mejor

Tomás y Miguel se ríen y después hay un silencio.

Tomás: bueno, y ¿dónde conoció…dónde conociste a ese tipo?

    Miguel (con algo de risa): en un entierro…oye: ¿qué han dicho tus padres?

    Tomás: nada…que un amigo de ellos se robó una plata…mi mamá le dejó saludes…

    Miguel: ¿y al entierro de Esteban Saavedra?, ¿van a ir?

    Tomás: parece que sí…en eso quedaron…

    Miguel (se acuerda de pronto): ha llamado María Fernanda: dice que ya viene para acá…

Tomás (sorprendido): ¿cómo?

    Miguel: ¿mañana empiezas en la Universidad?

    Tomás asiente.

    Miguel: el mensaje está en el contestador.

    Tomás (molesto):  pero yo no quiero moverme de la casa…y voy a pasar el mejor día de mi vida…voy a desayunar, a jugar Play Station, a meterme a Internet, a alquilar mis películas…

    Miguel: bueno, pues llamó Mafe… que si la acompañas a hacer unas movidas… (se queda pensando) deberíamos apagar el teléfono por las noches…y sobretodo el contestador: lo peor de todo es oír quién llama…además tú estás metido en el piso todo el día…

    Tomás: sí, pero yo duermo, y es por si acaso a mi abuelito (mientras marca el número de María Fernanda)…

    Miguel: pero pues todos lo queremos…lo que pasa es que ninguno está pensando que le pueda pasar nada…a mí me suena más a Laura…

    Tomás (trata de mentir): ¿Laura?…lo que pasa es que yo siempre estoy pensando que le va a pasar algo a alguien: más bien es como una paranoia eterna…si voy por la calle pienso que todo el mundo me va atracar…hay unas viejitas que se ven peligrosísimas…

    Miguel: sí, menos mal no sales de acá…Bogotá es un infierno…

    Tomas: exacto…

    Miguel no responde nada. Tomás marca un número y comienza a hablar con María Fernanda por el teléfono inalámbrico. Vemos a María Fernanda: sube las escaleras hacia el escenario. El teléfono de ella suena.

    María Fernanda: aló…

    Tomás: aló…¿qué hubo?, ¿en dónde está?

    María Fernanda: al lado de su casa…se murió Esteban Saavedra…

    Tomás: sí, tremendo…

    María Fernanda: oiga. ¿usted me acompaña a hacer unas vueltas?…

    Tomás: hoy es mi último día de descanso…

    María Fernanda: no va a empezar…bueno, bueno, ahora hablamos, ya llegué…

    Tomás: ¿ya llegó a dónde?

    María Fernanda: ya estoy en la portería…ahí veo a don Elías…bueno, bueno: chao, chao…(cuelga el teléfono).

    Tomás: aló…aló…

    Miguel: ¿y estaban preocupados por las pelas?

    Tomás (aún piensa en la llamada de su amiga): ¿cómo?

    Miguel: tus padres: ¿siguen preocupados por el dinero?

    Tomás: no dijeron nada, pero mi papá está como obsesionado… 

    Miguel: yo no creo que sea tan grave…

    Tomás: yo tampoco, pero mi papá dice que tiene muchas deudas…

    Miguel: tú sabes que yo les dejaría algo, pero se me va a ir todo en lo del arriendo apartamento… 

    Tomás: claro, claro…y en ayudar a la prostitución colombiana.

    Suena el citófono y Tomás va hacia el aparato riéndose.

    Tomás (contesta el citófono): ¿aló? (con resignación): sí, que suba.

    Miguel: ¿Mafe?

    Tomás: sí: ¿qué horas son?

    Miguel: las siete y veintiocho.

    Tomás (gritando): María.

    María (en off): ya voy…

    Miguel: ¿ dónde váis?

    Tomás: ¿quiénes?

    Miguel: tú y Mafe, joder.

    Tomás: yo no: yo no me voy a mover de acá por nada del mundo…

    Entra María.

    María: ¿quién llegó?

    Tomás: María Fernanda…

    María (entusiasmada): ¿vas a salir?

    Tomás: por nada del mundo: voy me voy a dedicar a mí mismo…

    María: o sea: como todos los días…

    Miguel: ¿me dijiste cuándo empiezas en la Universidad?

    Tomás: mañana…

    Miguel: ¿y Mafe ya se graduó?

    Tomás: sí.

    Miguel: ¿Derecho?

    María: sí.

    Miguel: ¿en la Javeriana?

    Tomás: sí, ella comenzó conmigo.

    Miguel: ya, por eso.

    Tomás: ¿y por qué no sube?

    María: ¿Mafe me puede llevar?

    Tomás: ¿ya pasaría el bus?…tú más bien deberías bajar: te va a dejar el bus.

    María: odio el bus…

    Miguel: ¿ella te presentó a Laura, no?

    Tomás: sí, prácticamente me convenció de hacerle caso: ella tiene la culpa.

    Miguel: ¿y qué querría hacer hoy?

    Tomás: creo que quiere pedir unos formularios para pedir una beca…¿se dañaría el ascensor?…quiere estudiar en Nueva York…

    Miguel: no me lo creo…ya debe estar por subir.


    Sexta escena: suena el timbre. Miguel señala la puerta y hace un gesto ridículo de triunfo mientras toma otro poco de chocolate. María corre a la puerta para abrir. Entra María Fernanda. Se ve cansada. Habla por el teléfono celular. Los saluda a todos.

    María Fernanda: espérame un momento (tapa un momento el teléfono y habla)… ¿no se ha bañado?

    Tomás: y no me voy a bañar…

    María Fernanda (retomando la conversación del celular): aló…qué hubo…qué pena contigo…el que te pierdes eres tú: como las novias no lo dejan llamarme…

    María Fernanda le sonríe al teléfono y asiente. Miguel y Tomás se miran.

    Tomás: le sonríe al teléfono.

Miguel: dúchate, tío.

    Tomás (con ironía): cómo hacerte entender que no voy a salir…

    María Fernanda (sigue en el teléfono): sí señor…ay sí, seguro…tú…tú…tú…tú eres el que me abandona (sonríe)…bueno…bueno…bueno…sí señor: listo, el viernes (voltea y ve a Tomás, tapa el teléfono). Báñese (retoma el teléfono). Listo. Perfecto. Bueno…sí…bueno…lo mismo (apaga el teléfono).

    Tomás: ¿quién era?

    María Fernanda: un man que conocí el viernes pasado en una fiesta…
 
    Tomás: ¿un man?…entonces debió conocerlo en un foforro…o last friday, on a party…
   
    Miguel (se ríe de la palabra): esa sí que no me la sabía: foforro…

    María Fernanda: cómo es de bobo, ¿ah?…más bien báñese: tiene que acostumbrarse a su nueva vida y de paso acompañarme a recoger los formularios… apúrele.

    Tomás:  yo no sé qué parte es la que no me entienden…

    María (a María Fernanda): ¿tú me llevas?

Miguel: ¿ya ha pasado el bus?

    María Fernanda (como explicándole a Miguel): lo que pasa es que el bus es lo peor…

    Miguel (asiente): en todo caso ya son las siete y treinta y cinco.

    María Teresa se sienta en la sala. Le da las llaves del carro a María. La niña se pone el morral en los hombros.

    María Fernanda: otra vez está dañado el ascensor…

    María: no importa: yo siempre bajo por las escaleras.

    María le da un beso a Tomás. Después uno a Miguel.

    Tomás: nos vemos más tarde…

    María: Scorsese va a filmar una versión de The Capeman…

    Tomás: ¿en serio?

    María asiente.

    Miguel (de afán): oye, a propósito: qué películas buenas están dando como para ir hoy…tú sabes: hoy es mi día de descanso…(a Tomás) yo sé lo que se siente…

    María: El talentoso Mister Ripley…en el Astor Plaza…

    Miguel: pues El talentoso Señor Ripley será…

    María (asiente y se dirige a María Fernanda): nos vemos abajo…

    María Fernanda asiente. Tomás señala el baño.

    Tomás (como pidiéndole, con humor, permiso a María Fernanda): voy a ir un momento al baño, ¿bueno?

    María Fernanda (se voltea a hablar con Miguel):  parece que se quedó encerrado alguien: estos ascensores fácilmente pueden ser los peores de todo Bogotá…son malísimos.

    Miguel: es que el edificio es de hace veintipico de años…

    María Fernanda: ¿y tú qué?

    Miguel: ¿yo qué?…yo también.

    María Fernanda: ¿también?

    Miguel: también soy de hace veintipico años.

    María Fernanda: los mismos que Tomás, ¿cierto?

    Miguel: veinticuatro: ¿tú veinticinco, cierto?

    María Fernanda: más o menos.

    Hay un silencio incómodo.

    María Fernanda: ya te vas a graduar….

Miguel: igual que tú…lo mío es el próximo año: por ahora estoy trabajando en Urgencias de la Santa Fe.

    María Fernanda: y Tomás no ha comenzado la carrera.

    Miguel: sí, debe ser difícil para él…

    María Fernanda: yo no sé qué le pasa: todo le da asco, todo le parece mamón… o sea, yo lo invito a mil cosas y nunca quiere salir…no quiere conocer a mis novios, por ejemplo…

    Miguel: pero eso son celos…

    María Fernanda: sí, pero la gente celosa persigue…y se obsesiona…el no quiere tener nada que ver con nada: a la única persona que le para bolas es a María.

    Miguel: y a ti.

    María Fernanda: más o menos…no sale…no quiere ver a nadie…todo le da hartera: todos trabajamos y él, en cambio, no hace nada…bueno, a parte de escribir…yo no sé qué se pone a hacer todo el día…no me deja contestar el celular cuando está conmigo: no me dice Mafe, ni María Fernanda, ni nada…es rarísimo.
   
    Miguel (no le ha puesto cuidado de nada): no me habías dicho que te vas para Estados Unidos…

    María Fernanda: pues esa es la idea…

    Miguel: ¿y a qué?

    María Fernanda: primero que todo: a salir de este país…de esta ciudad, sobre todo: la odio, la odio con todo el alma…si pudiera, le pegaba…

    Miguel: bueno: pues a mí esta ciudad me fascina…

    María Fernanda: sí, eres la única persona que se viene a estudiar a Bogotá porque las Universidades en España no son tan buenas…

    Miguel (asiente):…¿y el tío del teléfono es de acá?

    María Fernanda señala el teléfono celular y levanta las cejas. Miguel asiente.

María Fernanda: no, ese me lo presentó Nata.

    Miguel: ¿Nata todavía está viva?

    María Fernanda: sí, y todavía te odia.

    Miguel: qué gilipollas: si eso pasó hace mazo de tiempo…

    María Fernanda: ¿dos años?

    Miguel: creo.

    María Fernanda: ¿y qué pasó con la loba esa?

    Miguel: no era tan loba.

    María Fernanda: por favor: se pintaba las uñas como la bandera de Estados Unidos, en forma de bandera de Estados Unidos…cincuenta y dos miniestrellas.

    Miguel: su madre era americana…quería mucho a su país.

    María Fernanda lo mira irónica.

    Miguel: ¿y te ha dicho algo?

    María Fernanda: sí, que te odia.

    Miguel: pero yo tengo mi versión de la historia, por supuesto.

    María Fernanda: sí, que estaba haciendo calor y para ahorrar agua se habían bañado juntos…

    Miguel: ¿no tiene sentido?

    María Fernanda: ¿tal vez no?

    Miguel: ¿y qué tal el tío este?

    María Fernanda: ¿cuál…tío?

Miguel: el que te presentó Nata, joder…

    María Fernanda: querido…un poquito creído: habló toda la noche de todos sus logros en la vida, parece que va a poner un lava carros para niños.

    Miguel: ¿cómo así?

    María Fernanda: así: los tele tubbies, Pokémon y Batman le lavan el carro a uno y los niños pueden venir a verlos…

    Miguel (hace cara de asombro): buena idea…

    María Fernanda: pues sí: el man…(se corrige) el tipo estaba orgullosísimo de eso…sólo habló de eso toda la noche.

    Miguel: bueno: pues yo creo que conozco al tío, ¿no se llama Mateo?

    María Fernanda: Mateo Uribe…

    Miguel: pues él es… lo conocí en un bar gay, la semana pasada…

    María Fernanda: ¿en serio?

    Miguel: por supuesto: no bailamos juntos…cada oveja con su pareja…los dos queríamos ver cómo son esos sitios… sí, la semana pasada…se te pegó la frase de Tomás (lo imita)…¿en serio?

    Se quedan callados un rato.

    María Fernanda (mira el reloj: a Tomás): ¡siete y cincuenta! ¡María no va a llegar!

    Tomás (fuera del escenario): ¿y yo qué culpa?…yo no voy a salir…

    María Fernanda: póngase la camisa que le regaló su mamá…

    Tomás (fuera del escenario): ¿por qué: vamos a bailar salsa?

    Miguel (susurra): vamos al cine mañana.

    María Fernanda (a Miguel): con todo lo que baila…(a Tomás) no, la camisa blanca, para vestirse de luto de una vez: no alcanzamos a volver.

    Tomás (fuera del escenario): no más…

María Fernanda (mira a Miguel): ¿y tu novia? ¿tú no te vas a casar? (hace como que no entiende).

    Miguel: vamos sin ella.

    Tomás entra en la escena. Miguel actúa con nerviosismo.

    Miguel: yo también debo salir…he que tengo una cita con…Cata…yo sí acompaño a mis mujeres….


    Séptima escena: Miguel se despide con torpeza. Sale del escenario. María Fernanda señala a Tomás, que sigue en piyama.

    María Fernanda: no puedo creer…(señala a Miguel mientras sale del escenario) le van a quitar el turno.

    Tomás: cosas difíciles de pronunciar en inglés: primero: Mad About You.

    María Fernanda: NYU.

    Tomás: ¿qué es eso?

    María Fernanda (de afán): New York University (coge la cartera, se saludan de beso)…qué hubo.

    Tomás: qué hubo…(ve la cartera)…¿para qué lleva esa vaina?

    María Fernanda: ¿la cartera?

    Tomás: parece un balón medicinal.

    María Fernanda: ay, no moleste…¿me va a acompañar?

    Tomás: y menos con esa cartera…fijo nos atracan.

    María Fernanda: por eso: no se imagina el miedo que me da irme sola para el centro…

    Tomás: ¿y tiene que hacer eso hoy?, ¿no puede ser mañana?…

    María Fernanda: hoy se vence el plazo…

    Tomás: porque mañana la acompaño después de ir a la Universidad…

    María Fernanda: y celebramos…tu regreso a afuera…

    Tomás: bueno: ¿y cuál es la obsesión por irse del país…(con ironía) no te gusta tu ciudad?

    María Fernanda: la odio: es perfecta para usted…uno sólo puede divertirse en interiores…

    Tomás: bueno: claro que divertirse en interiores es más bien fácil…

    María Fernanda lo mira. Se queda callada. Entonces se ríe. Tomás emprende su propio ataque de risa.

    María Fernanda: pero es que no es sólo eso…

    Tomás: ¿cómo así?

    María Fernanda: tengo una cita donde Heriberto…

    Tomás: ¿el peluquero?

    María Fernanda: el brujo…

    Tomás: ¿el de Laura?, ¿que nos encontró la vaina esa?

    María Fernanda: es que me estoy muriendo por saber mi futuro y el tipo se va mañana para Miami…quiero irme, pero no sé si irme…o sea: no tengo novio, mis papás se quieren ir del país…bueno, claro: están en Madrid buscando casa…además no voy a ser una abogada conocida si no tengo un post grado…

    Tomás: pero entonces le aconsejo que primero vaya al brujo y después, depende de lo que le lea en el aura, va por los formularios…

    María Fernanda: tan chistoso…oiga, y ¿sabe algo de Laura?

    Tomás: ¿su amiga?, ¿por qué se acordó de ella?
   
    María Fernanda encoge los hombros.

Tomás:…pues como le digo: no tengo a donde llamarla, y desde hace tres días no recibo ni un mail de ella…yo creo que está aburrida conmigo.

Vuelven a sonar los martillos. Tomás mira arriba. Se deja caer sobre la mesa.

Tomás: ¿no irán a dejar de martillar?

    María Fernanda: bueno: pero ahí sí yo la entiendo…usted tampoco hace nada: lo máximo que propone, si es que propone, es ir a cine. Y pues, con una vez a la semana que uno vaya está bien…

    Tomás: Pero es que en los foforros no me siento identificado: en las películas sí.

    María Fernanda: ¿y para qué se tiene que sentir identificado?

    Tomás: ¿será de siquiatra?

    María Fernanda: ¿un poquito?…dígame una vieja a la que no le guste bailar.

    Tomás: mi tía.

    María Fernanda: una vieja aparte de la autista…aparte de la autista coja.

    Tomás (mientras ordena un poco la sala, se acuerda): oiga, esta puede ser la noticia de la semana: Carlos Caballero se voló a Venezuela…

    María Fernanda: ¿en serio?, ¿y Esteban Saavedra se murió?… todos los amigos de su papá…qué vaina.

    Tomás: Se le pegó el en serio, ¿no?

    María Fernanda: ay, no moleste: pobre su papá…impresionante.

    Tomás: sí, qué vaina: estaba todo triste…(con rapidez, recapacita, la mira y después se queda mirando al suelo) está medio bonita hoy.

    María Fernanda: ¿quién?

    Tomás: usted…está casi bonita hoy…(aclara) hoy.

    María Fernanda: cómo es de mentiroso…estoy gorda.

    Tomás: ah no, claro, pero es que los amigos siempre son medio miopes.

    María Fernanda (avergonzada): de todas maneras gracias…¿sabe a dónde tenemos que ir a almorzar?, o bueno, ¿a dónde puede llevar a almorzar a Laura mañana, cuando llegue?

    Tomás: ni idea, ¿a dónde?

    Miguel (fuera del escenario):  ¿ya ha ido Mafe?

    María Fernanda: ya, chao, chao…(a Tomás) es un sitio nuevo: se llama Todos los platos del rey.

    Tomás: ¿dónde queda?

    María Fernanda: como en la setenta y pico con diecipico…

    Tomás (la mira aterrado): setenta y pico con diecipico...bueno, yo le digo eso al taxista, ¿bueno?

    Miguel (fuera del escenario): ¿Mafe?

    Tomás: usted es buena para dar direcciones.

    María Fernanda: es comida de todas las partes del mundo. Y tienen nombres de personajes de películas, pinturas y novelas…

    Tomás: en vez de brownies sirven Othellos…(irónico) cómo son de originales.

    Suena el citófono.

    Tomás: ¿qué horas son?

    María Fernanda: van a ser las ocho.

    Tomás: esa debe ser María…nos va a matar (piensa) ¿y va mucha gente?

    María Fernanda: ¿a dónde?

    Tomás: al restaurante ese: qué mamera encontrarse con alguien ahorita.

     María Fernanda: no sea cansón…

    Se quedan sin tema de conversación. Se miran. 

    María Fernanda: bueno: pues entonces me voy…todavía está a tiempo de acompañarme…

Tomás: más bien llégueme después de las vueltas…

María Fernanda: bueno, mejor dicho: para esto están los amigos…ahora hablamos…rece por mí.

Se levanta y se dirige a la salida.

Tomás: etapa quemada: yo sé que hay que ser tolerante, pero una persona a punto de graduarse ya debería haber descubierto que mi Dios no existe…ni el niño Dios (o sea: son los papás)…ni el ratón Pérez (o sea: qué asco)…

María Fernanda: María me va a matar, ya no llegó…

    Tomás: ella feliz…¿lleva las llaves?

    María Fernanda: en el bolsillo…(a Miguel) chao Miguel…

    Miguel (fuera del escenario): vale, hasta luego Mafe, te llamo, ¿eh?…
 
    María Fernanda se despide de Tomás. Sale de la escena.


Octava escena: dejan de martillar. Tomás se queda preocupado. Se acerca a la salida, pero Miguel reaparece en la escena. Ya se ha vestido. Va de salida.

Miguel (se mete el dedo en la nariz):…he conocido a una tía extrañísima ayer.

    Tomás: o sea una vieja normal (lleva los platos y las tazas a la cocina)…

    Miguel: no, esta se coge las tetas cuando va a pensar en algo…¿como cuando un tipo se coge la barbilla así? (hace la mímica)

    Tomás (con algo de risa): ¿en serio?

    Miguel: mira un poco al infinito, la muy gilipollas.

    Tomás: pero, ¿y estaban hablando de algo raro o algo?

    Miguel: de política, creo: o sea, uno le hacía cualquier pregunta, qué quería comer, o algo así, y la vieja comenzaba a cogérselas…(se ríe) el camarero flipaba…
   
Tomás se ríe.

     Miguel: un camarero desesperante.

    Tomás: y ¿qué sitio era?

    Miguel: se llama Todos los platos del rey.

    Tomás: por supuesto…¿y qué tal: bueno?

    Miguel: normal: todos son camareros…no, y la vieja está buenísima y todo: o sea, sería rico pensar por ella, y todo, pero eso es como difícil, ¿eh?

Tomás: sí, imagínese…imagínate que tu mamá le haga una pregunta, o que tenga una discusión con mi abuelito, y se ponga a pensar…además, tu te vas a casar: ese es otro inconveniente.

    Miguel: pero bueno, un momento (levanta la mano): a mí no me llama la atención para novia, ni amante, ni nada…(como si fuera dolorosamente obvio) ella sólo quiere que se la follen, y no más.

    Tomás (extrañado): ajá…¿por qué?, no creo.

    Miguel: no sé, no sé…(asiente como si fuera James Bond) intuición masculina…

    Tomás: ¿y cómo se llama?

    Miguel: ¿qué?

    Tomás: ¿cómo se llama la vieja?

    Miguel: ¿cómo?…Katherine Ewinsberger.

    Tomás (riéndose): ¿cómo?

    Miguel (levanta las cejas): Katherine Ewinsberger…todo el almuerzo me la pasé diciéndole "oye": "oye, me pasas la sal", “oye, ¿y qué has hecho?”… "oye"…es que cómo le dice uno, ¿Kathy?…no sé.

Tomás (con ironía): sí, muy parecido a Cata, tu futura esposa…

Miguel: bastante parecido…demasiado para mi gusto…

Tomás: sí, demasiado…

Miguel (nota que es el momento de salir): bueno, querido primo mío: ha llegado la hora de salir…y tú, a emprender tu día perfecto…

Tomás: bueno, listo…

Miguel: pues muy bien…pues bueno…nos veremos esta noche…

Tomás: para ver el partido…

Miguel: exactamente…

Miguel sale de la escena.


Novena escena: Tomás se dispone a vivir su día perfecto. La escena novena es, en verdad, una escena compuesta. Vemos que trata de desayunar, pero en las alacenas no encuentra el desayuno que quiere; vemos que entra a Internet, pero intuimos que no le han dejado ningún mensaje; vemos que pasa algunos canales de televisión; vemos que intenta jugar Play Station, pero se va la luz. Entonces se levanta y llama a la portería por teléfono.

Tomás: don Elías, ¿se fue la luz?  

    Vemos a María Fernanda junto al teléfono público. Un hombre se le acerca a pedirle una moneda.

    Mendigo: monita, una monedita, mire que no he comido desde ayer…

    María Fernanda (como pidiéndole perdón): no tengo, no tengo nada…

    Mendigo: mire que no he comido desde ayer…

    Se apaga la luz. Se prende. Vemos a María Fernanda en el teléfono público. Tiembla. Echa una moneda. Marca un número. Suena el teléfono de Tomás. Tomás contesta.

    María Fernanda: qué hubo…

    Tomás (molesto): qué hubo: se fue la luz…típico.

    María Fernanda (temblorosa): oiga…estoy en la esquina de la diecipico como con séptima, en un teléfono público…

    Tomás: ¿por qué?, ¿qué pasó?

    María Fernanda: me atracaron…sí…me robaron todo…

    Tomás: bueno, ¿pero está bien?, ¿le hicieron algo?

    María Fernanda: no, no, me robó, el man…el tipo me robó y se fue…

    Tomás: pobrecita, ¿y dónde está?…

    María Fernanda: venga por mí…

    Tomás: ¿en dónde está?

    María Fernanda (llora): no sé, no sé…me tiembla todo…mis papás no están…

    Tomás: oiga: tranquila, dígame en dónde está…dígame qué hay enfrente…

    María Fernanda: una tienda de discos…

    Tomás: ¿cómo se llama?

    María Fernanda: se llama…se llama Tango…

    Tomás: bueno: métase en la tienda y vea todos los discos que pueda…yo le llego allá en un momento…

    María Fernanda: ¿y me acompaña a donde el brujo?

    Tomás: ahí vemos…lo importante por ahora es salir de ahí…

    María Fernanda: pero le estoy dañando su día perfecto…

    Tomás: no, claro: si no se hubiera ido la luz no iba por usted…

    María Fernanda (llora): cómo es de bobo…

    Tomás: ya nos vemos…

    María Fernanda: me robaron el celular…y es que el brujo se va mañana para Miami y no puedo perder la cita…

    Tomás: se va a acabar la moneda…

    La luz que ilumina a María Fernanda se apaga.

    Tomás: se acabó…

    Tomás se mira. Trae ropa desde su cuarto. Se viste sin quitarse la piyama. Llama un taxi por teléfono.

    Tomás: gracias, para pedir un taxi…dos, cinco, seis, nueve, cinco, cinco, seis…exacto…Tomás Obregón…muchas gracias…

    Tomás se queda quieto. Escribe algo en un papel. Deja la nota sobre la mesa. Apenas sale, vuelve la luz.  Entonces el telón desciende.

Fin del Primer Acto














Segundo Acto



     Primera escena: ya son las once de la mañana. El telón está abajo. Sobre el escenario, a la derecha, Laura Mantilla, sentada en un sofá de sala de espera, lee una revista. Tomás y María Fernanda, por su parte, se encuentran sentados en sillas, y, frente a ellos, Heriberto Fonseca, un vidente, les revela su suerte.

    Heriberto: cómo le digo…sí y no: la realidad es una telaraña, una red de realidades, un tejido de dimensiones…nosotros, en este momento, estamos atrapados en una…aquí, somos estos: María Teresa…

    María Fernanda: María Fernanda…

    Heriberto: María Fernanda…(mira a Tomás) ¿y?…

    Tomás: Tomás…yo la debería esperar afuera…

    Heriberto: no, no. yo quería conocerte…María Fernanda y Tomás y Heriberto: pero, alrededor de nosotros, ocurren muchos mundos…por ahora, el hombre ha descubierto que el tiempo es una ficción…lo que sigue es el descubrimiento de las ficciones del espacio…

    Tomás: bueno, pero todos los periódicos dicen mentiras…

    María Fernanda se ríe.

    Heriberto (molesto, a Tomás): tú fuistes Galileo Galilei…y te quemaron…yo te quemé en una de tus primeras vidas…por eso estás acá: para que nos demos las paces…

    Tomás: ¿en serio? 

    Heriberto (a María Fernanda): el Tomás de siempre: un escéptico…eso sí: más abono para el demonio…(a los dos) mire, la cosa es muy sencilla, y les voy a decir lo que les digo a todos: a querersen, a darsen la mano…(a María Fernanda) tú fuistes Margaret Tatcher…

    Tomás: es Margaret Tatcher…

    Heriberto: a ver…sí y no: por eso quieres irte de este país…no resistes ni un minuto más por acá, pero no porque te afecte la violencia, ni porque quieras ser famosa, ni porque te interese el post grado que pretendes…de hecho, si no estoy mal (es que a veces se me cruzan los cables: la gente no cree, pero este trabajo es…cómo lo digo…¿lo más berriondo del mundo?)…

    María Fernanda: si no estás mal ¿qué?

Heriberto (con toda la seguridad del mundo): esta mañana te atracaron y aún no has entendido la señal…tú crees que Dios te está pidiendo que te vayas, pero no, tú no eres la protagonista de tu vida…la señal no es para ti, sino para los que te quieren…uno es responsable de ciertas personas, de la gente con quien ha venido a la vida, ¿me entiendes?…a ver: ¿qué dice el espíritu?: pues que así como hay que ser alguien para entregarse a otro, hay que saber de dónde se es para poder irse…¿sí?…o sea: el mundo es el mismo en todas las partes…el mundo está en todas partes…¿qué dice el espíritu?: uno siempre está profundamente enamorado, y cuando cree que no, es porque se ha vuelto ciego y sordo al respecto…

    María Fernanda (mira a Tomás): ¿si ve?

    Heriberto: no, en serio: tú eres feliz acá…Dios reconoce tu fe…lo único que te falta es enfrentarte a ti misma.

    Tomás: ¿cuántas veces se lo he dicho?

    Heriberto (a Tomás): tú no quieres estudiar…(con risa) no, qué tal…tú lo que quieres es escribir cosas, pero no te atreves…te asustan las deudas y crees que no se puede vivir de escribir…(se rasca la axila) yo te quería conocer…yo sé que tienes pesadillas, y que hay energías que no te dejan avanzar…pero bueno: cuestión de pedir perdón…(a María Fernanda) ahí donde lo ves en otra vida fue extraterrestre…

    María Fernanda: ¿cuántas veces se lo he dicho?

    Heriberto (mira el reloj): a ver…sí y no…(reacciona) huy, qué pena…es que tengo una cita a las once, y todavía me falta una consulta…

    Tomás: ¿cómo así?

    María Fernanda: que ya nos tenemos que ir…que hay otra persona que tiene que entrar…

    Tomás: ¿y usted ya preguntó lo que tenía que preguntar?

    Heriberto (a María Fernanda): escéptico y sordo…yo no sé por qué andas ahí…tu hija te adora, pero no puedes darle ese ejemplo: los hijos adoptivos nunca saben para donde coger…miremen el caso de Adolfo Hitler…

    Tomas: ¿era adoptado?

    María Fernanda (sonríe): bueno pues: pues muchas gracias…muchas gracias por todo…

    Los tres se levantan.

    Heriberto (les da la mano a cada uno): cuidesen: cualquier cosa me llaman, ¿oye?

    Tomás: muy bien…impresionante…

    María Fernanda lo mira con ironía.

    Tomás: no, en serio: me pareció impresionante…

     Heriberto (a Tomás): ojo con hoy…póngale mucho cuidado a la joda…Dios quiere decirte unas cositas…

    Tomás: muy bien…

    María Fernanda: muchas gracias…


    Segunda escena: salen del consultorio. En la sala de espera está Laura Mantilla. Ella se levanta y se encuentra cara a cara con Tomás y con María Fernanda. Se quedan mudos. Tomás no lo puede creer.

    María Fernanda (con ironía, a Tomás): mire a su novia… 

    Laura: no lo puedo creer…

    María Fernanda: oiga, ¿y usted qué hace acá?, ¿no estaba en Arizona?

    Tomás: ¿en narizona?…perdón. 

    Laura: pues sí…sí estaba, pero volví…yo soy así.

    Tomás se le acerca y le da un beso en la mejilla.

    Tomás: ¿y cuándo volviste?

    Laura: anoche…supuestamente de iba a dar la sorpresa ahorita, pero se me olvidó que contigo no se puede…

    Tomás: créeme que lo conseguiste: yo creo que me va a dar un infarto…

    María Fernanda y Laura se ríen.

    Tomás (a María Fernanda): ¿y usted no sabía nada?

    María Fernanda: no tenía ni idea…estábamos medio desconectadas…

    Tomás: con razón no me habías vuelto a escribir…

    Laura: sí, claro (mira a María Fernanda, abraza a Tomás) pobrecito: él pensaba que yo ya no lo quería…

    Tomás: es que cuando te fuiste me llamabas cada tres días, y después decidiste que te salía más barato el mail, pero todos los días, y después…después no más.

    María Fernanda: oiga, ¿y tiene cita?

    Heriberto sale. 

    Laura: pero claro, ¿no ve que se nos va mañana?

Heriberto: ¿quién viene?…(mira a Laura) pero si es el aura más linda que conozco…

    Laura (entusiasmada): ¡Heri!…cómo estás de lindo…

    Laura le da un abrazo a Heriberto. Es un poco más emotivo que el que le dio a Tomás hace un momento.

    Tomás (a María Fernanda): ¿Heri?

    María Fernanda: lo del aura le dio en el alma…

    Tomás: sí: es un problema del aura.

    María Fernanda asiente. A Tomás le molesta que no haya entendido el chiste. La mira extrañado.

    María Fernanda: sí, sí lo entendí…un problema de Laura…

    Laura: ¿tienes mucho afán?

    Heriberto: a ver: sí y no…

    Laura (a Tomás): ¿y tú me esperas para almorzar? (cae en cuenta del error, y se dirige a María Fernanda), ¿ustedes me esperan?

    María Fernanda: yo me tengo que ir, pero Tomás se queda con usted…

    Tomás: no le hemos contado a Laura que la atracaron…

    Laura se coge la cabeza. Está aterrada con la noticia.

Tomás: un tipo de esos…un gamín…

    María Fernanda: sí, todavía estoy muerta del susto…

    Laura: ¿en serio?: pobrecita…es que este país está lleno de (bueno: a mí no me gusta el término, pero está lleno de) desechables…

    Heriberto: todos somos desechables en la viña del señor…

    Tomás (mira aterrado al vidente): la viña debe estar llena de canecas.

Laura: ay, qué mamera, Mafe

    María Fernanda: sí, hartísimo…

    Laura: pero bueno: no le pasó nada…

    María Fernanda: sí, eso es lo importante.

    Heriberto: espéresen acá, que yo creo que nosotros no nos demoramos…

    María Fernanda: yo me tengo que ir…   

Tomás: ¿pero se va a ir sola en el carro?

María Fernanda: todos los días me voy sola…(recapacita) oiga: ¿usted tiene la piyama debajo?

Tomás (se la oculta): ¡cómo se le ocurre!

    Heriberto: bueno pues…a lo nuestro…

    Laura: ay sí, qué pena…(a María Fernanda) ahorita la llamo…(le da un beso)…

    María Fernanda: chao…

    Laura (a Tomás): ¿entonces me esperas acá?

    Tomás asiente.

    Laura: deberíamos ir a almorzar a un sitio deli que conocí el otro día…

    Tomás: o sea, hace dos meses…

    Laura: ¿cómo?…ah, sí, claro: se llama Todos los platos del rey…hay una ensalada con salmón y queso azul que no te imaginas…se llama El jardín de las delicias…

    Tomás: bueno claro: y si a uno le sienta mal se convierte en La Guernica…

    Laura: deberíamos ir…

    Tomás: o podemos ir a mi casa y pedir algo…

    Heriberto entra en el consultorio. María Fernanda le da un beso a Tomás.

    María Fernanda (a los dos): hablamos más tarde…vaya a almorzar…

    Laura: Mafe…qué cagada: lo siento mucho…

    María Fernanda: listo, gracias…

    María Fernanda sonríe. Se despide de los dos con la mano. Sale de escena.

    Laura (a Tomás): qué rico verte…

    Tomás: yo estoy viendo visiones…

    Laura lo abraza. El le responde.

    Laura: vamos a este sitio que digo…a almorzar…

    Tomás: apúrale, apúrale: yo te espero acá…acá hablamos…

    Laura: léete esa revista: hay una entrevista excelente con Luis Miguel…

    Tomás: listo, listo: apúrale que el tipo anda de afán…

    Laura (le manda un beso): mua…

    Laura se voltea sonriente. Entra en el consultorio. Se apagan las luces. 
     
   
    Tercera escena: sobre el escenario, a la izquierda, aparece algo parecido al set de un noticiero de televisión. El presentador tiene la corbata desatada y no está muy bien peinado.

    Presentador (mira una hoja que tiene en el escritorio): esta es una noticia de última hora (levanta la mirada y la dirige a la cámara; le pregunta al camarógrafo con un gesto si ese es el momento para hablar; después dirige su mirada a la pantalla): hoy se llevará a cabo el entierro del ex alcalde de Bogotá, Esteban Saavedra Fernández, quien hace dos días falleciera, víctima de una enfermedad que los médicos aún no han logrado determinar, pero que sin duda tuvo que agravarse cuando el reconocido político pisó un jabón en la ducha del baño de su apartamento. Se sabe, hasta ahora, que no se trata de una enfermedad común. Lo que significa que el ex alcalde continuó siendo original hasta su muerte (vuelve la mirada al escritorio).
    En las imágenes vemos a Saavedra en el colegio, con Benjamín Obregón y Carlos Caballero, sus amigos del colegio. Caballero, el último a la derecha, es buscado por las autoridades por el robo de cinco mil millones de pesos. Ahora vemos a Saavedra recibiendo la medalla de honor de los ascensoristas…Esteban Saavedra trabajó desde los dieciséis años por el país. Se espera una asistencia masiva a la misa que se llevará a cabo hoy a las cuatro de la tarde (mira abajo).
    Quiero aprovechar esta ocasión, además, para anunciar mi retiro del mundo de la televisión y en general mi retiro del mundo. Mi destierro voluntario. Desde ahora me trasladaré a un sitio alejado de toda esta porquería, de toda esta miseria que nos toca aguantar. Todos los días me toca ver la mierda del mundo, como si el cable o la onda o la señal de televisión entrara por el inodoro y llegara por las tuberías hasta el televisor de cada persona…(lloriquea) a mi lo único que me interesaba era que alguien me quisiera, pero siempre me sentí rechazado…y pues ayer fue el tope: mi mamá me dijo que soy adoptado…y lo peor es que toda la vida odié a mi mamá y lo primero que se me ocurrió pensar mientras la oía decir la verdad era "¿no podría haberme adoptado otra persona?".     Aparte de eso mi perro no quiere venir cuando lo llamo: ¿a quién más le pasa eso?…no sé…me ignora: cuando me ve, me mira mal, como aburrido, (piensa)…me hace sentir como una esposa gorda. Mientras más conozco a mi perro, más quiero a la gente…mejor dicho, todo está muy conectado: el tipo este que se suicidó ayer prendiéndose un pelo de la nariz (se había echado gasolina en vez de Afrin) no es muy diferente a los brujos, o a los de la guerrilla, o al que se fue con toda esa plata a Venezuela…y...y...y en este momento tiene que estar llorando alguien por alguien. Y en una oficina una secretaria de segunda debe estar pensando que si de pronto se sube un poco la falda va a conseguir que el jefe la ascienda, (piensa) y lo que va a conseguir es que el jefe descienda…seguro que hay hombres o mujeres desesperados de su soledad, hartos de que nadie los entienda bien, seguro que terminan saliendo del problema juntándose con alguien que se parece a algo…seguro que hay alguien encerrado en un ascensor…y que alguien está feliz porque se murió el ex alcalde…y seguro están echando a alguien del trabajo…y alguien ha descubierto que no está enamorado…y un tipo o una vieja descubre que es marica y no sabe qué hacer porque si lo confiesa algún hijueputa de esos lo coge a patadas en la calle…y seguro hay alguien que descubre que no tiene ningún talento para nada y que tiene que dedicarse a hablar, y ni siquiera a hablar: a hacer ruido…(con rabia) yo no digo nada: yo digo lo que ellos quieren que les diga…yo no sé nada…y no me importa…no sé nada.
Me voy a cambiar de nombre: no más máscaras…voy a vender todo lo que tengo y me voy a ir caminando hasta que me muera…o mejor en bus…o en carro: en todo caso quería despedirme. Yo...yo...yo sé que…es como una encuesta mal hecha: todas las noches nos acostamos con un noventa y ocho por ciento de ganas de morirnos, con un noventa y ocho por ciento que no sabe, no quiere y no responde y todas las mañanas nos levantamos, como si al final lo único que importara fuera el dos por ciento que nadie tuvo en cuenta…mejor dicho: no somos unánimes…es como ese tipo, en Dinamarca, ésta mañana: yo no sé qué pasa hoy, pero...aquí tienen otra noticia: este tipo, en Copenhague, se despidió de sus hijos, les dio besos en la frente o lo que quieran, y se despidió de su esposa como si fuera un día cualquiera, y cuando ya nadie podía verlo, salió corriendo por la calle, como un loco, hasta una iglesia que le quedaba cerca de la casa, y...y...y este tipo, este tipo había robado una ametralladora unos días antes, tenía esto planeado desde hacía un tiempo, y entró en la iglesia y se encerró en el confesionario, y nadie ha podido sacarlo de ahí: el tipo no quiere salir…no, no le interesa: se secuestró a sí mismo …esto en Copenhague.

Las luces se apagan. El telón asciende.


    Cuarta escena: el restaurante de moda en la ciudad. Están Tomás y Laura. Es un restaurante del norte de Bogotá. Trata de imitar un ambiente informal, como acogedor, al estilo de ciertos lugares europeos. Mesas chiquitas, manteles escoceses y velas gruesas. Una especie de informalidad estudiada. Las luces no son muy claras porque el restaurante se supone romántico. En el fondo, suena música del momento. Laura parece aburrida porque mira a las personas de las otras mesas. Ambos, Tomás y Laura, están comiendo el plato principal. En la escena, una mujer solitaria, una pareja que discute y un tipo que está comiendo solo. Un mesero aparece de vez en cuando.

    Tomás:  ¿qué te pasa?

    Laura (actúa): ¿qué?

    Tomás: ¿qué te pasa?

    Laura: ¿por qué?

    Tomás: no sé: no has dicho nada hace como media hora.

    Laura: no sé: estoy pensando. 

    Tomás: pero ¿estás brava o algo?, ¿hice algo?

    Laura: no, nada: estoy bien, perfecta: no pasa nada.

    Tomás: ¿seguro?

    Laura: seguro: estoy perfecta.

    Tomás la mira como si no le creyera. Tiene el pedazo de carne en el tenedor. Ella sabe que la mira, pero se hace la que no se está dando cuenta. Después de un momento no resiste la mirada y explota.

    Laura: ¿qué pasa?

    Tomás (trata de ser simpático):  que yo me la conozco.

    Laura (tartamudea por culpa de la rabia): ay, cómo, cómo es de cansón: no me pasa nada…parece loco…estoy pensando: yo a veces pienso…no todo tiene que ver con usted (lo mira un rato: hace como un gritico de desesperación)…qué mamera: todo con usted es una mamera.

    Tomás (un poco asustado):  qué pena…lo que pasa es que sí parece que no quisieras hablar conmigo.

    Laura: ¿por qué, porque no hablé media hora?

    Tomás: sí, por ejemplo.

    Laura: ¿por esa huevonada?

    Tomás: y de pronto porque le pediste al mesero que se sentara a hablar un rato con nosotros.

    Ella suelta el tenedor. Las demás mesas los miran aterrados.

    Laura: soy una persona amable, me cae bien la gente. Me gusta conocer gente.

    Tomás (habla con una ironía cansada): buen tipo el mesero...(reacciona e imita a Laura) me cae bien la gente...¿eso es el slogan de qué? (se queda mirándola como con tristeza)

    Laura: ay no.

    Hace una pausa como si se fuera a levantar de la mesa, pone la servilleta que estaba en sus piernas sobre la mesa. Tomás sigue con atención sus movimientos. 

    Laura: qué maricada: ¿ya va a llorar?, ¿ya se va a ser la víctima?

    Tomás: ¿cómo así?: ¿víctima?

    Laura: ay sí (irónicamente): pobrecito yo, nadie me entiende (ya sin ironía) usted sabe que me desespera que se ponga así: no me pelee, déjeme en paz.

    Tomás no lo puede creer.

    Tomás: qué cosa tan rara: yo sólo quería saber qué te pasaba…con lo bien que estuvimos estos dos meses…esto se ha vuelto una especie de pelea eterna…

    Laura: ¿y hasta ahora se da cuenta?

    Llega el mesero. Levanta unos platos.

    Mesero: ¿todo bien?, ¿qué tal la atención?, ¿qué tal los platos?

    Laura (totalmente transformada en una señorita, con una sonrisa de cóctel, y haciendo énfasis en los acentos de cada palabra): todo delicioso…exquisito… impresionante (deja escapar una risita)…

    Mesero: me alegro mucho, y el señor ¿qué tal el pollo a la Hamlet?

    Tomás  (mirándola fijamente y sin mirar al mesero): muy bien, muy bien.

    Mesero: muy bien, me alegro mucho: ¿algún postrecito?

    Tomás: yo no, gracias.

    Laura (amable): ¿qué me ofrece?

    Mesero: tenemos una torta de manzana que llamamos El Graduado…tenemos Guardián entre el centeno, que es una crema de yoghurt, y Una temporada en el Infierno, que es un flan de caramelo, y bueno…esponjado de guanábana, helados, torta de chocolate...

    Laura: ¡qué delicia!

    Mesero: todo es delicioso.

    Laura: delicioso.

    Mesero: ¿cuál desea?

    Laura: una torta bien grande.

    Mesero: ¿y el caballero?

    Tomás (distraído):  yo nada, gracias.

    Mesero: bien: entonces la torta más grande de Bogotá para la señorita.

    Ambos sonríen encantados de la vida. El mesero se va. Tomás mira a Laura aterrado.

    Tomás: se murió Esteban Saavedra.

    Laura: ¿viste el noticiero?

    Tomás: no, no: estaba con María Fernanda.

    Laura: parece que lo envenenaron.

    Tomás: ¿en...(se corrige), sí?, ¿no se cayó en la ducha?

    Laura: ¿en serio?

    Tomás: eso oí yo…

    Se quedan pensando en otras cosas.

    Laura: Tommy: ¿Woody Allen se casó con la hija?

    Tomás: ¿con la hija adoptiva de la ex novia?

    Laura: ¿él nunca se casó con Mia Farrow?

    Tomás: ¿quién te preguntó?

    Laura: un amigo.

    Tomás (intenta no decirlo, pero lo dice):  ¿cuál?

    Laura: uno: un amigo nuevo.

    Tomás: pero es imaginario, o tiene nombre o qué.

    Laura (improvisa): le dicen Miqui…

    Tomás (irónico): buen apodo (piensa)…¿vamos a ir a ver la de Matt Dammon mañana, después de la Universidad?…María está obsesionada.

    Laura: pero mañana es martes, y tú sabes que…además, tú sabes que yo adoro a María, pero siempre tenemos que salir con ella…o sea: un día vas a descubrir que no eres el papá de esa niña…

    Tomás: ¿será de siquiatra?

    Laura: no, es que eres libra: los libra no saben decir que no…

    Se quedan en silencio.

    Tomás: ¿qué está pasando?

    Laura no responde. Tomás comienza a impacientarse. Juega con una cuchara. Pone la servilleta en la mesa.

    Laura (se acomoda en su asiento un poco): ay, bueno, mejor salir de esto rápido.

    Tomás suelta la cuchara. 

    Laura (agitando la cabeza): yo por qué no le puedo decir mentiras a usted...

    Tomás: no sé…(levanta un poco la cara) y no sé si quiero oír esto…

    Laura (como haciendo cómplice al propio Tomás): ¿sabes lo que te voy a decir?… usted sabe ¿cierto?: cómo me conoces de bien…qué cosa tan rara: usted sabe lo que le voy a decir...

    Tomás: no sé…me imagino…no sé.

    Laura (agita la mano: controla una risita nerviosa): ay no: mejor no.

    Tomás: ya qué: ya dime.

    Laura (decidida): yo sé que va a ser difícil (indecisa)…mejor no le digo.

    Tomás (un poco desesperado): qué hiciste, o qué…qué es lo que pasa.

    Laura (toma aire): ay bueno: que me di besos con Pocho (siente que se libera de una carga, suspira).

    Tomás (como si alguien se hubiera muerto): ¿con quién?

    Laura: con Pocho…el tipo de mi Universidad.

    Tomás: ¿el drogadicto?

    Laura (con autoridad): todo el mundo tiene problemas…cómo te has vuelto de estirado: pareces un viejito…

    Tomás: ¿porque no bailo pálido con un arete en la tetilla?

    Laura: ay no: sobre eso sí no haga chistes: uno tiene que respetar a los demás…ser tolerante...

    Laura señala el techo. Está sonando una canción que le gusta.

    Tomás (la interrumpe después de un momento): qué más no he hecho…viejito: qué no he hecho.

    Laura: Tomás: ya no importa.

    Tomás: dígame…

    Laura: para qué…

    Tomás: quiero saber.

    Laura (piensa): ¿se la pasó encerrado estos dos meses?…no quiso hacer Bunjee Jumping.

    Tomás: ¿lo de botarse desde un puente amarrado de una pita?

    Laura: por ejemplo.

    Tomás: bueno, pero eso no es de viejito: es de gente normal…hay gente que nunca puede volver a sentarse bien y les toca quedarse parados todo el tiempo: les toca hacerse atrás en cine...

    Laura no lo puede creer. Se quedan callados. Llega el mesero feliz de la vida con la torta de chocolate. Ella se vuelve a poner en actitud de cóctel.

    Laura: ay gracias: tan adorado.

    Mesero: para servirle: me estoy desquitando de no haberla podido atender la semana pasada…¿cómo está su novio?…

    Laura: ¿Mi…él?…ay no: ese es un amigo…

    Tomás: ¿otro? 

    Tomás le hace un gesto al mesero para que se vaya, mientras que Laura lo desaprueba.

     Tomás (respira hondo): bueno, pero ¿cuándo fue eso?

    Laura: ¿qué?…¿lo de Pocho?…¿hace como tres meses?

    Tomás: ¿tres meses?

    Laura: ¿más o menos?

    Tomás: ¿el día que estabas ayudando a tu abuelita?

    Laura (trata de recordar): pues claro (con complicidad)… ¿te acuerdas?

    Tomás: claro, qué idiota no darme cuenta: nadie tiene cinco abuelitos.

    Laura (como niña regañada): está bravo...

    Tomás: no, no: no sé…(mira el reloj como si tuviera afán: juega con la copa y una cuchara, toma agua y juega con un hielo, y después la mira)…¿y usaron condón?

    Laura (impresionada): nos dimos unos besos.

    Tomás: ah, sí, claro (se ríe amargamente): si hubieran usado condón se habrían asfixiado.

    Laura: ¿se puso bravo?, ¿se puso triste?

    Tomás: ¿y dónde fue?, ¿dónde estaban o qué?

    Laura: en un bar gay…

    Tomás: ¿en dónde?

    Laura: en un bar gay impresionante.

    Tomás (con ironía): ¿por qué?…¿Pocho es socio?

    Laura (con risa): no, es que…es un tipo lobísimo: yo lo acepto…dice que la vida está ahí, que ahí ve el lado oscuro de las personas y que esos bares a la una de la mañana lo ponen en contacto con el flujo sanguíneo del ser humano...

    Tomás: debe tener SIDA…

    Laura (se burla de Pocho): ...con la angustia: con la cuarta dimensión…es un bar con una pantalla inmensa…no, es que vieras ese bar:     tipos dándose besos con tipos, viejas con viejas…no, qué asco: y de pronto estoy bailando con Pocho, y me hace así en el hombro y volteo y veo a un tipo sin pantalones, con el pipí afuera y todo…(le da escalofrío) qué asco: le hacía así…yo te imaginaba ahí y me daba una risa…qué diría Tomás…

    Tomás: y...¿cómo se llama?

    Laura: Roberto.

    Tomás (impaciente): el bar…

    Laura: qué pena, qué pena…The Meaninos, con te hache, como en inglés…y Meaninos con e y a, como malo en inglés….y como el título del cuadro de Dalí…

    Tomás: ¿de Velázquez?

    Laura:  de Dalí.

    Tomás: ¿Las Meninas?…Las Meninas es de Velázquez.

    Laura:…de Dalí: toda la vida…

    Tomás: no, no, no: se llama Velázquez…toda la vida…Velázquez…

    Laura (lo reta): ¿ah sí?, ¿y entonces por qué sale Dalí pintando a unas niñas?

    Tomás: sale Velázquez.

    Laura: pero si Rosita me dijo…

    Tomás (se voltea a la mesa del tipo):  ¿de quién es Las Meninas…el cuadro?

    Solitario: no sé…¿de Dalí?

    Tomás se desespera. Se dirige a la solitaria.

    Tomás: ¿de quién es Las Meninas?

    Solitaria (sin pensarlo dos veces):  ¿de Goya?

    Tomás se deja caer con fuerza en la mesita del restaurante.

    Tomás: …bueno, y ¿te cuadraste con Pocho? (le suena ridículo el apodo, y la frase), ¿con Alfonso?

    Laura: no, ni loca…sólo nos dimos esos besos…además se llama Roberto…no te tortures: esto pasa mucho y le pasa a todo el mundo…esto no habla mal de ninguno de los dos…no compartimos los mismos ideales: eso es todo.

    Tomás: pero es que no nos vamos a lanzar a la Alcaldía, ni nada por el estilo.

    Laura (trascendente): a ver: sí y no…uno debe tener un mismo horizonte…yo quiero viajar, quiero salir, quiero ir a  sitios, quiero volar…todavía me estoy recuperando del ala que me cortaste.…por nada del mundo irías a The Meaninos.

    Tomás: por nada del mundo…

    Laura: y yo sí quiero experimentar esas cosas, quiero conocer gente…

    Tomás: yo conozco gente: te puedo presentar...

    Laura: ay no…¿seguro estás bien?

    Tomás: no, no, no estoy bien…¿cómo voy a estar bien?: es que todo me suena muy raro: parece una pesadilla…yo pensé que todo iba estar bien, que nos queríamos y esas cosas, que íbamos a casarnos, y que nos íbamos a divorciar, y que íbamos a tener un hijo que no iba a poder decir la "erre"…íbamos a pelear por la custodia y tú ibas a ganar…no sé qué decir…no estoy bravo, estoy bien…estoy como en shock…no entiendo qué pasó: yo te adoro…yo fui al concierto de Luis Miguel contigo…yo, yo me muero por ti…en serio…¿qué pasó?

    Laura: cómo te lo digo sin que suene muy feo…more than words…a ver: yo sé que es medio lobo, pero Heriberto dice que el amor es como un niño: hay que alimentarlo, cuidarlo, consentirlo…si no, va a ser un dolor de cabeza cuando crezca…

    Tomás: no, no entiendo: es muy abstracto para mí…quiero saber cómo te desenamoraste o qué pasó…

    Laura: a ver…¿cómo soy de mala para estas vainas, cierto?…por ejemplo…¿en serio quieres oír esto?

Tomás: es que no entiendo nada…

Laura: es una cosa normal… I still haven't found what I'm looking for…a todos le pasa: por ejemplo el día de mi cumpleaños no me emocioné tanto de verte…por ejemplo ya no me dan tanta risa sus chistes…por ejemplo ese saco que me regalaste estaba lobísimo…no te gusta manejar…no manejas…o sea, ya no llenas mis expectativas…

    Tomás: tranquila, ya entendí la idea…

    Laura: yo quiero casarme algún día…(antes de que vaya a decir algo) con alguien estable…con trabajo de verdad….según Rosita lo que pasó con Pocho es lo mejor que me ha podido pasar…me mostró que tengo que avanzar…¿te viste Sleepless in Seattle?

    Tomás: no, sí, pero tranquila: ya entendí.

    Laura:...lo mismo me dijo Heriberto…yo sé que te va a dar risa (o sea: yo sé que es medio culo), pero según Heri tú y yo sólo hemos estado juntos en tres vidas, y la persona de la vida de uno debe estar con uno unas doscientas…

    Tomás(sorprendido): hartas, ¿no?

    Laura: yo sé que es medio Anthony de Mello, pero la cosa es que tengo que crecer.

    Tomás: bueno: pero con un ortopedista, o en una clínica en Miami…

    Laura (cansada): ay, es que nosotros dos somos amigos…siempre ha sido así…siempre hemos sido como hermanitos.

    Tomás: y qué estamos…estábamos haciendo, ¿una especie de incesto?

    Laura: no, nuestra cosa fue un paréntesis lindo.

    Tomás: como un signo de interrogación…

    Laura: fue una etapa…(cansada) según Rosita las relaciones son como Picasso: pasan por etapas: rosadas, azules, plateadas…y la nuestra fue amistad…después amor…y ahora es…otra cosa…

    Tomás (mirando al público): Rosita era la siquiatra (vuelve a mirar de Laura y alega)…los Bukis tendrán etapa plateada (impresionado)…cómo un paréntesis: nosotros nos burlábamos de ese tipo de frases.

    Laura (agita las manos como una niña): ay, yo quiero que seamos amigos…no sea malito.

    Tomás: pero llevamos dos años de novios…¿no te parece como raro?: mañana amanecemos amigos…

    Laura: pero el noviazgo es una forma de amistad, Tomás…

    Tomás: sí pero yo no haría algunas cosas con María Fernanda…

    Laura: me imagino…la pobre no da una…

    Tomás: ah, claro: no es tan profunda…¿es inmadura?

    Laura: exacto: es como tú.

    Tomás: ¿María Fernanda?

    Laura: idénticos.

    Tomás (preocupado): pero si es desesperante, y no es tan profunda…y inmadura.

Laura: e inmadura.

    La solitaria comienza a hablar sola. El solitario lee un libro. La pareja parece muy feliz.

    Laura: bueno, no importa, no importa: lo que importa es que... pues no sé, ya no nos entendemos como antes…o sea, todo esto me empujó a donde Pocho…tú mismo me cuadraste con Pocho.

    Tomás: ¿yo?: yo creía que estabas con tu abuelita…te empujé a donde tu abuelita…te cuadré con tu abuelita…

    Laura siente que va a llorar. Dice algo mezclado con lágrimas, algo que no se le entiende, y le da un beso a Tomás en la frente.

    Tomás (cae en cuenta): me queda una duda…

    Laura (mira abajo): ¿cuál?

    Tomás: con quién viniste acá la semana pasada…

    Laura: ¿cómo?

    Tomás: el mesero dijo que había venido la semana pasada…

    Laura: con un amigo…

    Tomás: con un amigo…ya…claro: con razón los últimos mails llegaban desde laura@multi.net.co…¿cuándo volviste?…¿hace ocho días?

    Laura no quiere hablar.

    Tomás: ¿de verdad no querías verme?

    Laura: yo te adoro…

    Tomás: yo no salí del apartamento desde que te fuiste…

    Laura: no…no me fui…

    Tomás: ¿cómo?

    Laura (levanta la cara): Miguel me llevó al aeropuerto…¿te acuerdas?

    Tomás: sí, yo no manejo…y regalo unos sacos lobísimos…

    Laura: yo soy malísima para estas cosas: olvídate de todo lo que te he dicho…bórralo…mejor dicho: no lo vayas a meter en las cosas que escribes…

    Tomás: no, no, tranquila: en todo caso…

    Laura: Miguel me llevó…me dejó en el aeropuerto…y yo me bajé, lista para irme a mi curso de Inglés: lo primero que pensé fue llamarte (o sea: nos habíamos despedido tristísimo), pero entonces me sonó ocupado…y no me preguntes por qué, pero eso a mí me pareció una señal…no se vaya, quédese, descanse de Tomás…(levanta la cara) te iba a decir todo esto mañana…pero pues nada qué hacer…

    Tomás: me imagino que no aprendiste nada de inglés…

    Laura: volví a mi casa llorando…llamé a Rosita: tú no quieres irte del país, quieres terminar con tu novio…¿pedimos la cuenta?, ¿te cuento todo esto afuera?

    Tomás se queda callado. El telón desciende poco a poco. Laura llama al mesero. Con un gesto le pide la cuenta. El mesero le dice que sí, pero lo hace como si fuera un soldado que recibe órdenes de un general. Las luces se apagan.


Cuarta escena: la cuarta escena del segundo acto ocurre delante del telón y es el comienzo de la misa celebrada por la muerte de Esteban Saavedra. Las luces se encienden muy lentamente, como si fueran velas. El cura Montañéz llega hasta el escenario, hasta el altar y se asoma al ataúd de Saavedra. En la primera fila, y vestidos de luto, Tomás y Ana Obregón. Tomás está callado. Ana responde la misa.  

    Padre Montañéz: en el nombre del Padre, del hijo y el Espíritu Santo.

Todos: amén.
   
    Padre Montañéz: la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo, esté con todos vosotros…

    Todos: y con tu espíritu

    Padre Montañéz (molesto): no oigo a los que están sentados atrás…quiero oír una sola voz: estamos en este auditorio, en esta casa, en este espacio de todos, para que nuestra memoria registre este día como aquel en el que nuestro hermano, nuestro padre, nuestro hijo, Esteban Saavedra Fernández, comenzó su último viaje, dejó nuestra tierra para gozar del descanso eterno  junto a la Trinidad, como si morir fuera una forma de darle paso al Universo. Estamos con su familia, y con sus amigos, y los acompañamos en ese silencio que ocurre cuando se deja de ver a un ser querido. Estamos aquí para poner en escena esa historia que es nuestra fe, y para conmemorar, de esa manera, el descanso de nuestro hermano. Antes de celebrar los sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.

    Todos: yo confieso, ante Dios todopoderoso, y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa: por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos, y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

    Padre Montañéz: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna…

    Todos: amén.

    Padre Montañéz: Señor, ten piedad.

    Todos: Señor, ten piedad.
   
    Padre Montañéz: Cristo, ten piedad.

    Todos: Cristo, ten piedad.
   
    Padre Montañéz: Señor, ten piedad.

    Todos: Señor, ten piedad.

    Padre Montañéz: Gloria a Dios en las alturas, pues es Él el único que no sufre de vértigo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, pagamos nuestras deudas, te adoramos, te glorificamos, te damos las gracias. Señor, Dios, Rey que puedes unir los sistemas nerviosos de los hombres, Padre que vienes y vas, como la luz de mi apartamento. Señor Hijo único, Jesucristo, Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, que relatas y finges para abrirle espacio a nuestras vocaciones, desde la derecha de tu Padre, del nuestro, ten piedad de nosotros. Sólo tú eres Santo, sólo tú sabes lo que ésta pasando, sólo tú gobiernas con el Espíritu en la habitación de tu padre. Amén.

    Todos: Amén.

    Padre Montañéz: Oremos.

   
Quinta escena: las luces se apagan violentamente y sólo quedan iluminados Tomás y Ana que están en las dos primeras filas, y comienzan un diálogo. Ana está arrodillada. Tomás está de pies. 

    Ana: gracias por acompañarme…yo sé que tenías otros planes…

    Tomás: sí, iba a seguir con Laura, por ejemplo…(no puede creer) no se fue…dos meses diciéndome mentiras…dos meses esperándola…

Ana: …pobre: eso es lo peor que le puede pasar a un paranoico…pero en serio: gracias, yo sé que tú no crees en estas cosas…

Tomás: de pronto si en vez de vino fuera arequipe…¿y no te dijeron nada de dónde podía estar?
   
Ana: mi amor: si no contestan en la oficina...no ha debido devolver el celular…la clave es llamar a Mariela…tu papá muere por ella…

    Tomás: tiene que haberle pasado algo malo…

    Ana: tranquilo: fortaleza en los momentos difíciles…¿qué horas son?

    Tomás: van a ser las cuatro…

    Ana: debe estar por llegar…

    Tomás: ¿y en la oficina no contestan?

    Ana: de pronto se fue a visitar a tu abuelito, como la otra vez…se ponen a hablar, se quedan dormidos...

    Tomás: voy a salir…

    Ana (se levanta): llámalo a donde tu abuelo…o si no, llama a la portería del edificio…

    Tomás: sobretodo para que don Elías le diga a María que me espere…no alcancé a escribirle ni una nota y ya debe estar por volver del colegio…

    Ana: menos mal te tiene a ti…

    Tomás: ya sé qué hago: le pido a María Fernanda que la acompañe…

    Ana: oye: de verdad gracias…

    Tomás: tranquila: todavía me quedan unas horas…pueden ser mis horas perfectas…

    Ana: bueno, bueno: ve, ve…
   

    Sexta escena: durante la homilía, Tomás habla por teléfono. El padre tiene la homilía en las manos. Antes de comenzar, cierra el libro que contiene el evangelio y comienza su lectura:

    Padre Montañéz: en la mitad de un mundo que se cae como un ángel de los de antes, en la mitad de un mundo hecho pedazos como un huevo que se estalla contra el suelo, en el marco de un mundo puesto de rodillas por enemigos que aún no vemos, nos hemos reunido para decirle a don Esteban Saavedra Fernández que no lo veremos más, sino hasta dentro de un tiempo cuando nos encontremos todos en el cielo. Y nos veremos en el cielo en el nombre de nuestra fe, firme como un soldado bruto: nuestra fe abre ante nosotros la imagen de esa tierra de la gracia en la que, después de recoger nuestra cosecha, saltaremos, y cantaremos bambucos y pasillos, esa tierra de gracia en la que silbaremos para siempre la canción de los pitufos, ante la presencia de Dios, que nos hizo y nos deshizo para siempre a imagen y semejanza de su angustia.
    Esteban Saavedra era un hombre bueno, y todos lo amaron. Y digo todos porque, con el perdón de Bertita, su mujer, digámonos la verdad: Esteban era un poquito infiel. Y eso sí, hoy que nos encontramos reunidos, no nos neguemos que tenía un éxito con las mujeres envidiable. Envidiable si uno no se encuentra al servicio del Señor, por supuesto. No me extrañaría que algunas de las reunidas aquí, y por qué no decirlo, algunos de los que hoy me escuchan, hubieran entrado en esa cruzada informal que es el amor de los hombres en la tierra, con el bueno de don Esteban. Así era de irresistible el que hoy despedimos con pena y esperanza cristianas.
Esteban era un hombre bueno, y todos lo amaron: sus hijos, sus padres, sus hermanas, sus amigos, y, con el perdón de Bertita, sus amantes. Todos lo adoraron: desde primero elemental, en el colegio, en donde nos conocimos, se intuía la figura inmensa de ese lidero urbano que, durante su período como Alcalde, dedicaría sus mayores y más eficaces esfuerzos a la corrección ortográfica de todos los grafitis de la ciudad.
Esteban era un hombre bueno: pagaba sus impuestos, no faltaba nunca a su trabajo, les dio el apellido a todos sus hijos…bueno: no olvidemos sus frases desafortunadas…yo mismo le oí decir en una reunión que (abro comillas) "si quisiéramos terminar los problemas de nuestra sociedad, tendríamos que envenenar las panelas de las plazas de mercado (cierro comillas)…y bueno: al mejor amigo de su hijo mayor, que se cayó de un muro y quedó bastante mal, le puso el sobrenombre de Humpty-Dumpty, que es un apodo muy cruel si uno recuerda la rima inglesa sobre el huevo que se cae y, acto seguido, ve una foto del niño caído y la forma en que quedó su cabeza…
    Esteban era un hombre bueno: en el colegio y la Universidad, y eso es lo que nos reúne hoy aquí, se destacó más que ninguno. Llegó a obtener, en repetidas ocasiones, el mejor promedio de la Universidad. Aún hoy lo recuerdo borracho, feliz de la vida, vanagloriándose porque (abro comillas) "el cucho de Civil no se dio cuenta de que nos copiamos durante todo el examen, y mucho menos que Manuel se le robó las respuestas antenoche (cierro comillas).
    Esteban era astuto, simpático, y bueno: recuerdo su campaña a la Alcaldía, su astucia, su simpatía y su bondad a la hora de revelar aquel cassette en el que su contrincante en las elecciones peleaba con su mamá y a la pregunta de (comillas) ¿quén é' mi nené? (comillas), respondía (comillas) yo, ti teñola: 'o soy tu osito (comillas). Y es cierto que fue una jugada sucia la de grabar esa conversación, porque es cierto que nadie confía en un Político que le hace caso a su mamá, pero es cierto que si no hubiera sido así, si el cassette no hubiera sido revelado y Esteban no hubiera llegado a la Alcaldía, hoy en día no podríamos ostentar el título de la ciudad más sucia e insegura de todo el planeta.
Porque el planeta también es un ser caído. Un ser hecho pedazos: tenemos corrupción, infantilismo, niños pegados al Internet, niños que quieren ser un Tele tubbie cuando grandes. Nada es como antes. Ya nadie sabe hacerse querer, ni mucho menos querer. Los niveles de promiscuidad sexual han llegado a proporciones antes nunca imaginadas. Atrás quedan esas ingenuas orgías de marihuana y sensualidad que Esteban organizaba cuando sus papás se iban de viaje. Atrás quedan los libros: nadie lee, nadie escribe, el silencio nuestro es de ultratumba. Atrás quedan esos maestros que no incitaban al suicidio, ni se convertían en noticia al quitarnos la esperanza, esos maestros que, calladitos, esperaban sus quincenas y conducían en el orden a nuestros niños y los niños de nuestros niños. Atrás quedan esas amas de casa entregadas a  eso de que home is where the heart is…como si eso no bastara, como si lo anterior no fuera suficiente, nuestra ortografía empeora, nuestro lenguaje no coincide con nuestro mundo, nuestra apariencia no es el alma y las telenovelas mexicanas suben de rating cada día. Porque digámonos la verdad: estamos en el peor de los mundos posibles. En el peor de los tiempos posibles. En la peor ciudad que podamos imaginar. Estamos en el peor cuarto de hora de la historia de la tierra y, a cambio, se nos pide una sonrisa ecuánime, una declaración medida y meditada.
    Pero que no se nos olvide: estamos reunidos alrededor del cadáver de Esteban, porque su ánima viaja como una botella al mar, por las enredaderas de viento que van a dar al cielo. Que no se nos olvide que es por eso por lo que te agradecemos, Señor, en las alturas: porque Esteban, al menos, no debe soportar estos minutos repetidos, este huevo hecho pedazos, esta inmensa cárcel mixta que hemos de sufrir desde la cuna hasta la tumba.
    Por sus frutos los conoceréis, dice el Evangelio. Y Esteban dejó plagado de frutos su mundo: ahí queda su gestión en la Alcaldía, ahí quedan sus hijos casados, divorciados, vueltos a casar. Ahí -aquí a mi lado, y con su perdón- está Bertita, a quien de una costilla convirtió en esta mujer hermosa para la que pido un enorme aplauso.
    Cuenta Jesucristo que hubo un padre que dio a luz unos tres hijos. Cuenta el maestro que el padre, haciendo uso de su razón, le entregó a cada uno de sus hijos un terreno y un dinero para manejar sus vidas con independencia. O algo así. Cuenta Cristo que uno de los hijos se dedicó al trabajo de los trigales, como la hormiga, al tiempo que otro también se dejó llevar por sus labores, y como la abeja entregó su vida al campo. Refiere Dios, por medio de su hijo Cristo, que el tercer hijo del padre se dedicó a malgastar su fortuna en carnavales, risas, mujeres e infantilismos. Y que perdió todo, como la cigarra de la fábula. Destrozado, con vergüenza de llevar el nombre de su padre, el joven sinvergüenza sólo accedió a pedirle ayuda a su progenitor cuando vio que no había nada por hacer, que estaba sin plata y sin casa, sin amigos, sin amores. Los demás hijos, hermanos del que hemos llamado la cigarra, pidieron  a su padre que revisara con cuidado los hechos, que si ellos habían trabajado como hormigas y no habían recibido más que sudor a cambio, no le entregara todo el pan a ese hermano desconsiderado, irresponsable y sin escrúpulos. El padre sin embargo recibió a su hijo con los brazos abiertos. Y lo cuidó como si no hubiera pasado nada, como si fuera todavía ese bebé al que protegía porque parecía tan frágil, tan propenso a caer, tan triste. Lo que significa: los jijuemichicas siempre se salen con la suya y el hijo calavera es el que más quiere la mamá.
    Todo eso ocurre ahora que alrededor de ti, como de una hoguera, nos reunimos para despedirte, Esteban, como si fueras el humo que se eleva e inventa un par de señales que significan la tristeza que sentimos. Eso ocurre ahora que, a pesar de todas tus máscaras, de todos y todas tus amantes, el señor es contigo; ahora que, a pesar de tus desfalcos, y tu tacañería, te recibimos hoy en nuestros brazos, como a un hijo pródigo, como a un huevo que, sólo en el momento de su muerte, recupera, pieza a pieza, el rompecabezas de su cascarón.
    Así que ¡bien muerto, Esteban Saavedra Fernández, buen regreso al polvo y a la tierra! Así te queríamos ver, hijo de puta: viajando a las raíces de este mundo, convertido en postre de cigarras y de hormigas, lejos de aquí, de este planeta donde por culpa de tu raza y de tu hipócrita sonrisa, no hallamos ya respuesta –o verbo alguno- que pueda devolvernos, poco a poco, esta ciudad desierta en blanco y negro.

    Se apagan las luces violentamente


Séptima escena: Tomás está sentado junto al teléfono público. Decide hacer una llamada. Una luz lo sigue por todas partes. 

Tomás: Qué hubo. Es Tomás…soy Tomás, ¿ya se le pasó el shock? Estoy en el entierro de Esteban Saavedra…mi papá no aparece, usted no aparece…bueno: la llamo más tarde…espero que todo esté bien (va a colgar) oiga: era para pedirle el favor de que estuviera pendiente de María: debe estar por llegar del colegio…(cuelga, marca otro número)  ¿aló?…¿con quién?…Mariela: cómo estás, hablas con Tomás, el hijo de Benjamín Obregón…bien, sí señora…todo bien…mañana…Comunicación Social…sí, sí señora…¿mi papá?: bien, sí señora…el corazón bien…oye, ¿y él está por allá?: es que no me contestan en la oficina, en el teléfono directo…¿en serio?…no, bueno, no…no señora: muchas gracias…no de pronto sí…una pregunta: ¿desde hace cuánto él no trabaja con ustedes?…no, no te preocupes: seguro se le ha olvidado decirme…es que de verdad hace casi un año que no nos sentamos a hablar…no, no te preocupes: o sea, no es nada grave…todo anda bien por estos lados…todavía no hay siquiatras por estos lados…

Tomás vuelve al lado de Ana.

Tomás: mi papá lleva un año sin ir a la oficina…por eso no contestan…

Ana: ¿cómo?

Tomás: mi papá nos ha estado diciendo mentiras…

Ana: deja la paranoia…

Tomás: acabo de hablar con Mariela…

Las luces vuelven a encenderse.

    Padre Montañéz: el señor esté con vosotros.

    Todos: y con tu espíritu.

    Padre Montañéz: la bendición de Dios todo poderoso, Padre, hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.

    Todos: amén.

    Padre Montañéz: podéis ir en paz…

    Todos: demos gracias al Señor.

    Se apagan las luces. Comienza a subir el telón.

     
    Octava escena: el escenario se encuentra dividido en dos: al lado izquierdo, Ana está frente a su tocador, nos da la espalda y, gracias al espejo, vemos que se quita el maquillaje y habla por el teléfono inalámbrico; al lado derecho, María y Juan Pablo están viendo El talentoso Mister Ripley: ella lo mira de vez en cuando, pero no le habla. El trata de abrazarla. Comen crispetas y toman Coca-Cola. Detrás de ellos están Laura y Miguel: ya se han visto.

    Ana: yo no sé…no Mariela, no: ese no es el problema…si por lo menos me traicionara con una vieja, la cosa tendría sentido, pero seguro que ahora anda por ahí, pensando en la plata…no, no: yo lo quiero…o sea: a mí él me enternece mucho…lo que pasa es que ya no es lo mismo…yo a veces daría lo que fuera por volver a atrás…Esteban, Carlos y Benjamín me coquetean, y yo a todos les digo que sí, pero después les digo que no…todavía no puedo creer: ¿entonces qué hará todo el día en la calle?…Mariela, ¿y es que la empresa anda tan mal?…yo no sé: estoy en esos días en los que quisiera irme a otra parte, a otro mundo…a Europa…¿no te acuerdas?…yo siempre pensé que Benjamín estaba enamorado de ti…(se ríe) en serio…te lo juro…te lo juro por Dios…¿tú crees que tiene una vieja?…no claro: un tipo sin plata no es un tipo, y menos para las niñitas de ahora…pues porque ya estamos viejas, Marielita…pero lo voy a matar si todavía está vivo: es que no tiene por qué decirnos mentiras…como si uno lo fuera a querer más por tener trabajo, como si no lleváramos veinticinco años de casados…ah bueno, y es que no te he contado lo peor: María tampoco aparece…no, ni idea: llegamos del cementerio…con Tomás…sí, está que se muere: esa niñita es como la hija…hasta le puso el nombre…bueno: pero es que en ese momento no sabíamos que los nombres extranjeros eran una opción…pues no, no, la cosa fue así: llegamos del entierro y María no estaba, pero sí estaba el uniforme del colegio encima de la cama, y entonces Tomás se enloqueció y comenzó a llamar a todas partes, a todas las amigas, a todo el mundo, hasta que, como nadie le supo decir nada de nada, decidió irse al Astor Plaza…sí claro: es fanática, fanática del cine…porque además esta mañana andaba con el cuento de que iba a irse a cine con un tipo que conoció por Internet…eso le dije yo: sobre mi cadáver…no, claro: estás hablando con mi cadáver (se ríe)…yo no sé: yo soy así…de pronto porque mi papá nos enseñó eso: que hay que ser fuertes en los momentos difíciles, que no hay que darse por vencido nunca…pues se llevó mi celular…sí, pobre: esta mañana andaba con el cuento de que, como era el último día antes de entrar a la Universidad, iba a pasar el día perfecto, que no iba a salir…y creo que ni se ha bañado…¿cómo?…las siete de la noche ya: pues por eso es que me parece horrible lo de Benjamín y lo de María…no, juntos no están…porque yo los conozco: María no sale con nosotros ni porque le paguen…bueno: de pronto si le pagan…   

    Tomás entra en el teatro. Apaga el celular. Busca a María por todas partes. Le pregunta a un hombre. El tipo se asusta. Ana asiente: Mariela le ha quitado la palabra. Mientras Tomás se acerca a María, Ana dice que sí a todo lo que Mariela le dice, y Miguel intenta abrazar a Laura.  

    Juan Pablo: júramelo…

    María (desesperada): te lo juro…

    Juan Pablo: si mi primo me hace esa a mí lo mando a matar…

    María lo mira aterrado.

    Juan Pablo: ¿y cómo hizo tu hermano para levantarse a esa vieja?…(la mira) es una hembra…si mi primo me hace esa lo capo…y si mi novia me hace esa…no sé…

    María: está buenísima la película…

    Juan Pablo: es que esa vieja es una hembra…sale empelota en Great Expectations…huy, Angelina Jolie, la de Hackers: esa está…no sé…

    María no sabe en dónde meterse.

    Juan Pablo: ¿quién es ese?

    María: el papá de Dickie…

    Juan Pablo: ¿cuál Dickie?

    María: ¿el protagonista?, ¿qué ha salido toda la película?

    Juan Pablo: ¿ese tipo no sale en Varsity Blues? 

    María: no, no creo…

    Juan Pablo: ¿te viste Dawson’s Creek el jueves?

    María (trata de concentrarse): lo van a descubrir…

    Juan Pablo (extrañado): yo digo el último capítulo…el del jueves…

    Tomás llega hasta donde están Juan Pablo y María. Miguel lo señala para Laura. Laura intenta esconderse, pero después decide volverse a sentar como estaba.

    Tomás: ¿María?

    María: muy bien: todos a dañarle la película a María…

    Tomás: nos vamos ya…

    María: este es Juan Pablo…y yo no me voy sino hasta cuando se acabe la película…ya pagué…(aclara) la boleta de los dos…

    Juan Pablo: ¿este es tu hermano?

    María: mi hermano…que se va a quedar callado y va mirar para el frente…

    Juan Pablo: sí, porque el panorama de atrás está medio complicado…

    Tomás trata de mirar para atrás, pero María se lo impide.

    Tomás: ¿qué pasa?, ¿quiénes son?

    Juan Pablo: ¿quiénes no son?…(se da cuenta de la estupidez que acaba de decir).

    Tomás se voltea, a pesar de la oposición de María. No puede creer lo que está pasando. Ana continúa su discurso.

    Ana: no, Mariela: y con el agravante de que la novia le terminó al medio día…sí, pobre chino…que por lo menos le aparezcan la hermana y el papá.

    Suena el citófono del apartamento de los Obregón.

    Ana: ¿me esperas un momento?…es que está sonando el coso ese…el citófono…

    Ana sale de la escena. Tomás está mareado. Miguel y Laura, aterrados porque han sido descubiertos, lo saludan.

    Tomás: yo…yo creo que voy a irme al baño…hay una cantidad de llamadas perdidas…y no he podido saber nada de mi papá…(a Juan Pablo) cuídese de esta niña…

    María: ¿quieres que te acompañe?

    Tomás: no, no, no, tranquila…tú ve tu película…yo ya vengo…


    Escena novena: Ana vuelve al tocador. Marca el número del celular. Nadie responde. Las luces se apagan y seguimos a Tomás hasta el baño. Entonces asistimos a su memoria. Cada uno de los personajes de la obra es iluminado y, a continuación, dice una de las frases que ha dicho antes.

    Ana: mi amor: lo que te diga yo es mentira…hay que ser fuerte en los momentos difíciles…tú sólo quieres llevarme la contraria…

    Padre Montañéz: la bendición de Dios todo poderoso, Padre, hijo y Espíritu Santo descienda sobre vosotros.

    María: yo sé cuidarme sola…Libra está comenzando una nueva etapa en su vida.

    Miguel: sí, menos mal no sales de acá…Bogotá es un infierno…

    Laura: pareces un viejito…me estoy recuperando del ala que me cortaste…

    Juan Pablo: el panorama de atrás está medio complicado…Angelina Jolie es una hembra…

    Las luces se apagan. Sólo vemos a Tomás. Camina por el escenario. Prende el teléfono. No sabe a quién llamar. Marca un número.

    Tomás: María Fernanda: otra vez yo…no me contesta en su casa…no me contesta en el celular…yo quería decirle…me encontré con Laura otra vez…ya encontré a María…o bueno: ya me acordé de dónde estaba…eh…eh…eh…llámeme…quiero saber cómo está…

    Tomás cuelga el teléfono. Entonces entra una llamada. Vemos a Ana en su habitación. Tiembla. 

    Tomás: ¿aló?

    Ana: mi amor…

    Tomás: mamá…

    Ana: a tu papá le acaba de dar un infarto 

    Tomás: no puede ser…no te creo…

    Ana: ya está en la Clínica…ya lo llevaron…ya salgo para allá…pobre, pobrecito: estaba en el ascensor, mi amor…pobrecito: él se quedó ahí, sentadito: él, que sólo se queja de la plata…él que no se queja de nada…todo se lo guarda…

    Tomás: no puede ser, todavía no puedo creerlo…¿pero está bien?

    Ana: acaban de llevarlo a Urgencias…voy para allá…yo creo que Dios va a protegerlo…

    Tomás: sí, sí: no puede pasar nada de nada…

    Ana: bueno…

Tomás (antes de que ella cuelgue): oye, oye: yo estoy con María…yo…ya voy para allá…dime en dónde es…dime en dónde es la clínica…

Las luces se van apagando. El telón comienza a descender.
Fin del Segundo Acto


   

   

     




















Tercer Acto



    Primera escena: la sala de espera de la sala de emergencias de la clínica en la que trabaja Miguel. Un televisor en una esquina. Tomás está sentado en un sofá largo que cubre toda una pared de la sala de emergencia. Juega con una hoja de papel. Acostada, con la cabeza sobre las piernas de Tomás, está María. María Fernanda, Laura y Miguel no saben qué hacer. Ana parece paralizada. En una esquina del largo mueble está Fernanda, una viejita que no habla, pero que está cuidando a un perrito de juguete.

    Tomás (como si estuviera harto de contar lo mismo): el ascensor paró…el botoncito este para avisar no funcionaba…según parece, se sentó, esperó un momento…todos nos fuimos, nadie volvió a almorzar, mi mamá apagó el celular porque estaba en una reunión…y él trató de decir algo, pero bueno: nadie sabía nada, todos pensaban …bueno, todos pensábamos que nadie se había quedado encerrado…pobrecito: se quedó ahí sentado…nueve horas…claro, después de un tiempo le empezó a faltar la respiración y a doler todo: entonces le dio el infarto…si lo encuentran un minuto más tarde no alcanzan a llegar a la clínica…

    María Fernanda (toma aire): ¿en serio?

    Tomás: increíble ¿no?: la vida del papá de uno en las manos de…de la suerte…de nada…de lo que sea…

    María Fernanda: o sea que cuando yo subía él estaba en el ascensor.

    Tomás: por ejemplo…

    Miguel: o cuando yo bajaba…

    Tomás: o cuando tu bajabas…

    María Fernanda: ¿y cómo…y quién...y cómo llegó aquí?

Tomás: unos tipos lo sacaron del ascensor y lo trajeron acá porque don Elías les dijo que (lo señala) Miguel trabajaba acá…

Miguel (sonriente): aquí trabajo…(se da cuenta de que nadie comparte su sonrisa)

    Tomás: lo que yo no puedo entender es por qué se quedó tan resignado adentro del ascensor…

    María Fernanda: ¿pero qué más podía hacer?

    Tomás: no sé…gritar, hacer algo.

    María Fernanda: pero es que esos ascensores viven dañados, y seguro gritó, pero pues se demoraron en ayudarlo…

    Tomás (juega con la hoja de papel): cómo son de ineptos: nadie es capaz de hacer nada…para sacar a alguien de un ascensor se demoran nueve horas...

    María (molesta por la hoja): ¿qué es eso?

    Tomás mira a Ana. Está paralizada. 

    Tomás: es una carta de embargo…quieren embargarle el sueldo a mi papá…la buena noticia es que no tiene trabajo y que no tienen nada que embargarle…

    Miguel: Dios…qué situación más difícil…

María Fernanda: ¿y su papá ya sabe?

Tomás: no tiene ni idea, pero eso sería clave para quedarme con toda la fortuna.

El médico sale de entre la sala de urgencias. Todos, salvo Ana, se levantan de sus lugares.

Médico: ¿los familiares de Benjamín Obregón?…

Laura: nosotros, nosotros…

Tomás no lo puede creer.

Médico: bueno: el señor está muy grave: hay muy pocas probabilidades de que se salve…la solución a la mano es una operación de altísimo riesgo (es decir: puede morirse durante la operación)…y pues la verdad yo no estoy dispuesto a hacerla si no es bajo la responsabilidad de ustedes…

Tomás (nervioso): no le entiendo: cuál es la alternativa a la operación, ¿dejarlo morirse?

Médico: no, no es eso…

Tomás (molesto): entonces qué es…no le entiendo…

Médico (muy frío): mire: hemos revivido dos veces a don Benjamín…dos veces en dos horas…es decir: ha estado muerto dos veces en dos horas…ahora: no es política nuestra la de atender a gente que tenga el seguro vencido…es decir: para serle franco yo no me puedo comprometer a operar al paciente teniendo en cuenta el problema económico que tiene…y el gravísimo estado de salud…

Tomás (a Ana): ¿oíste eso?

Todos se voltean a verla. Tiembla. De un momento a otro no puede más y comienza a llorar.

Ana: yo no puedo vivir sin tu papá…él no puede morirse… 

María Fernanda y María la acompañan.

Tomás: no, y es que no va a morirse…morirse no es una posibilidad (se voltea a ver al médico) sobre todo porque esto es una clínica y aquí es donde uno viene cuando está a punto de morirse y no quiere morirse…(señala al médico) el señor es un médico: él ayuda a las personas…mejor dicho: puede que parezca un taxista (a un taxista le queda bien eso de no dejar subir a nadie a no ser que tenga plata), pero no, el tipo es un médico y cura a las personas…

Médico: miren: yo los entiendo, yo sé lo que está pasando, pero si quieren que operemos es responsabilidad de ustedes…y a alguien tengo que cobrarle todo...

Tomás: yo no le entiendo nada de nada…o sea: ¿de quién más va a ser la responsabilidad?, ¿quién cree que le va a pagar?…o sea: yo no sé si usted está entendiendo: mi papá se murió dos veces, y está vivo…eso tiene que ser un milagro…ahora lo único que tenemos que hacer es operarlo…¿hay algo más que pensar?…o sea: si yo pudiera lo haría, pero pues usted es el médico…(piensa) mierda: yo debería comenzar a estudiar medicina…

Médico (respira profundo): bueno: entonces necesito que la señora o usted me firmen una cosa…

Tomás: ¿qué es?, ¿en dónde está?

Médico: ¿estamos seguros de lo que vamos a hacer?

Tomás mira a Ana. Llora desconsoladamente. María Fernanda y María la consuelan. Entonces mira a Miguel.

Tomás (a Miguel): tú eres el médico…¿qué opinas?

Miguel: a ver: la verdad es que no soy cardiólogo.

Tomás mira a Laura.

Laura: a mí no me mires…

Hay un silencio incómodo. 

Tomás (al médico): tráigame lo que haya que firmar…uno no viene a la clínica a morirse, y menos mi papá que vive preocupado por la plata…

Ana: ¿y con qué vamos a pagar?

El médico se voltea a ver a Tomás.

Tomás: haz un cheque…

Ana lo mira extrañado.

Tomás: con la plata de la Universidad…todavía no la he llevado, todavía no la han cobrado, todavía contamos con eso…

Médico: bueno: muy bien…entonces comenzamos…


Segunda escena: el médico se pierde en la sala de urgencias. María Fernanda se sienta al lado de Tomás. María se sienta junto a su hermano y, desde ahí, observa a la anciana. Desde el televisor de la esquina nos enteramos de que el partido de fútbol va a comenzar. En una propaganda el lava carros del que hablaba María Fernanda promociona una oferta especial: "la mujer maravilla lava tu carro a partir de las doce de la noche". Laura se acerca a Tomás. Miguel trata de hablar con Ana. Ana no puede concentrarse en nada. Miguel se siente incómodo.

Laura: ¿alguien quiere ir conmigo a la cafetería?

Miguel: yo ahora voy contigo, Laura.

Todos miran a Miguel. El siente vergüenza.

Miguel (trata de arreglar el problema): ahora…más tarde

Laura se siente fuera de sitio.

María Fernanda (a Laura): oiga: yo por ahora voy para el baño…¿le sirve?

Laura: me queda perfecto…

Ana: yo necesito tomar algo…

Laura: mejor todavía…

María Fernanda se levanta. Ana se levanta y Laura la ayuda a pararse.

Laura (a Tomás): tenemos que hablar…¿estás bien?

Tomás (sonríe): sí, sí: tranquila…ahí vamos…

Laura y María Fernanda salen de la escena. María se levanta.

Miguel (con ironía): estas mujeres…de la cocina al baño, del baño a la cocina…(mira a María)

María: a mí no me molestan los chistes contras las mujeres: incluso me dan risa…además voy a dar una vuelta…

María camina como si fuera un hombre a punto de tener su primer hijo.

Miguel (a Tomás): ¿puedo hablar contigo un momento?

Tomás: claro…

Miguel: ¿en privado?

Tomás (entiende): ah no…ahora no: ahora no estoy pensando en eso…

Miguel: pero es que no ha pasado nada…bueno: nos hemos visto estas últimas semanas, y tal, pero…

Tomás: ¿más o menos cuantas?

Miguel: no muchas…máximo ocho…nueve semanas…(reacciona) pero no ha significado nada, ¿sabes?…no ha sido nada…ha sido como un buen apretón de manos…la he llevado al aeropuerto ese día, nos hemos despedido con un beso, nos hemos tocado un par de noches, hemos ido a algunos restaurantes…en fin…no ha sido nada…ella me ha ayudado mucho con la búsqueda del piso…tú sabes: necesito un apartamento…no ha sido nada: casi ni nos conocemos las lenguas, ¿sabes?

Tomás (impresionado): sí, sí, sí: bueno…no importa, no importa…

Se quedan callados.

Tomás: oiga: qué vaina que le haya tocado venir acá, preciso en su día de descanso…

Miguel: sí, sí: sé que no te lo vas a creer, pero odio este lugar…lo odio de verdad…

    Tomás: debe ser deprimente, ¿no?…

    Miguel: en una noche pueden llegar niños que se están poniendo azules, señores con gases atravesados, o viejas de la alta sociedad muy agripadas haciendo fila detrás de tipos con una bala en el estómago (piensa): sí, es una...es una locura… amanecer es rarísimo: has pasado por esta especie de infierno a diario (una niña, ayer, estaba a punto de perder un brazo porque metió la mano dentro de un ascensor… y...y...y, cuando llegó, cuando llegó...) no sé, supongo que uno comienza a templar los nervios: cada día está todo mejor…

    Tomás: yo no podría.

    Miguel: tú te desmayas en las películas de médicos, tío…

    Tomás: el problema es que no sé si podría hacer algo…algo de algo, cualquier cosa…mañana comienzo Comunicación…¿tu me ves estudiando Comunicación?

    Miguel: no te veo muy seguro…

    Tomás: ese es mi problema: no estoy seguro de si estos calzoncillos son suyos o míos.

    Miguel: un problema filosófico.

Tomás (con seriedad fingida): el problema que señala Leibniz cuando se refiere a las gónadas…

Miguel se ríe. Se quedan en silencio. María se sienta junto a la anciana. 

Miguel: tu padre va a estar bien, ¿sabes?

    Tomás asiente.

    Miguel: llevaba harto tiempo dentro del ascensor.

    Se quedan pensando. Miguel trata de animar la situación.

    Miguel: al medio día, en donde Cata, conocí a un tipo chistosísimo...

    Tomás: oiga, ¿usted al fin se va casar?

    Miguel: sí, por qué...

    Tomás: ¿y Laura?…para qué invita a María Fernanda a cine...

    Miguel: ¿porque está buena?

Tomás (impresionado): ese tipo de argumento es el que lo deja a uno sin nada qué decir (le da palmaditas en el hombro): un tipo de mi curso le gritó a unas viejas una vez…(se acomoda) las viejas estaban discutiendo cualquier vaina, una vaina estúpida, y creo que estábamos viendo Rodrigo D…y este tipo, Camilo Moreno, explotaba chistosísimo…o sea, si el profesor comenzaba a decir pendejadas, se paraba del pupitre, pateaba la caneca, botaba la puerta…el tipo era todo simbólico (piensa)…bueno: y las viejas estaban ejerciendo su papel de huecas (creo que había dos tipos también, pero es que me acuerdo de la respuesta de una de las viejas), y estaban hablando de sus cosas, y este tipo se para y les dice el discurso más absurdo posible, pero rojo, rojo, congestionado: comienza a gritarles que son superficiales, que deberían morirse, que deberían suicidarse de una vez, que ojalá las secuestren, que tienen que ser huecos para soportarse a ellos mismos…todo eso, pero gritando. Y esta vieja se para, increíble, y le dice a Moreno: "sí, nosotros somos superficiales, pero somos felices, y nos queremos como somos" (se ríe un poco)…el tipo se quedó mudo, claro. O sea: qué puede uno decir: “yo soy un asesino, pero me gusta".

Miguel (como si no hubiera oído la historia): estás celoso…

    Tomás: ¿cómo así?

    Miguel: quiero decir: ¿el problema es que Mafe me diga que sí?

    Tomás: no, no: ella es mi amiga…pero marica: me acaba de quitar a Laura…Catalina es su novia…se van a casar...¿no le dice nada?

    Miguel: ¿tú tuviste algo con Mafe, cierto?

Tomás (molesto): sí, claro…tuvimos un bebé: lo tenemos escondido en el patio… amarradito: nadie puede saber…de verdad usted no puede pensar que uno pueda tener una amiga, ¿cierto?, ¿usted no tiene amigas? 

    Miguel: no te pongas bravo…no la invito más…si quieres, de verdad, no invito más a Laura…yo era por molestar…¿cómo es el teléfono de ella? (se ríe)…miento, miento...pareces un loco, tío: como Omelo, pero hasta con los amigos…

    Tomás: Othello, Othello…¿será de siquiatra?

    Miguel: ¿Othello es el negro celoso?

    Tomás: sí, ¿no pidió brownie ayer?

    Miguel: ah... ¿y cómo te fue en Todos los platos del Rey?, ¿delicioso, cierto?

Tomás: no supe…¿qué hago? (reacciona) o sea: yo sé que tú eres el enemigo, pero no estoy muy listo para estar sin ella…

Miguel: ni ella sin ti…lo nuestro no existe: eso es lo que yo le digo a Laura…

Tomás:…y no sé si fue para dejar de pensar o algo así, pero llamarla y salir con ella y todo eso era el único oficio que yo tenía. No sé qué me voy a poner a hacer...

El partido de fútbol avanza. Tomás y Miguel tratan de ponerle atención.

    Miguel (piensa): ¿qué era lo que yo te iba a decir?

    Tomás: cuándo.

    Miguel: ¿de qué estábamos hablando?

    Tomás: ¿de que no sé qué hacer con mi vida?, ¿de que mi papá de pronto no se muere?

    Miguel: no, eso no: después (piensa)…ah, ya: lo que pasó fue que me regañaste porque invité a Mafe…no, te estaba contando que conocí a un tipo muy gracioso en casa de Cata: su tío abuelo, tío…Papolito…le dicen Papolito (se ríe): parece un enano, pero no, llega a ser humano…bueno: resulta que Papolito tiene arteriosclerosis y se le olvida todo lo que hace, mientras yo estaba ahí, el viejo se bañó cuatro veces y desayunó cuatro veces.

    Tomás (intenta entrar en la conversación): ¿y no se llenaba?

    Miguel: eso era lo peor, o bueno: lo mejor…se bañaba y desayunaba.

    Tomás: ¿seguía con hambre?

    Miguel: comía como si de verdad se acabara de levantar.

    Tomás: ¿y qué hacen todos?

    Miguel: le siguen el cuento…le dicen "buenos días" todo el día.

    Tomás: ¿y eso tiene explicación médica o algo?

    Miguel (encoge los hombros): en todo caso está loco: dice que se inventó un champú cuando era joven…un champú desconocido: un champú y una crema de afeitar que mide el estado de ánimo de la gente. O sea, si estás triste sale azul, o si estás feliz sale amarillo...

    Tomás no sabe qué decir.

    Miguel: bueno, el caso es que el tío lleva fotos de los botes de champú y la crema de afeitar. Y lleva una pistola en el cinturón: a todo el mundo le enseña las fotos como si fueran sus hijos…

    Tomás (nada concentrado): ¿cómo?

    Miguel: no me estás escuchando…¿quieres que entre a ver cómo está todo?

    Tomás: ¿puedes?

    Miguel: claro que puedo: lo hago ahora, lo hago ya…(se levanta) ahora vengo…

    Tomás: gracias…en serio…

   
Tercera escena: en el televisor de la sala de espera avanza el partido. Casi hay gol. María Fernanda vuelve y se sienta junto a Tomás. María mira a la anciana. Tiene un perrito de juguete en las manos. Fuma. 

    María: ¿cómo está?

    Fernanda: parece que va a estar bien…

    María: ¿su hijo?

    Fernanda: mi nieto…mi nieto de seis años…

María: qué felicidad…que esté bien…

Fernanda: sí, si le pasara algo...yo no sé: es mi única compañía…si le hubiera pasado algo yo no sé que habría hecho…

    María: y ¿cómo se llama su nieto?

    Fernanda: Martín…(mira el perro) y este se llama Martínez…es que el niño es divino: esta mañana yo le dije “pero Martín: ese es un apellido” y el me dijo “no, abuelita, yo me llamo Martín y a mí me enseñaron en el colegio que "Martínez" es el hijo de Martín, y yo le dije “sí, mi vida, pero él también va a tener hijos”, y entonces se queda pensativo y me dice “sí, claro: eso es cierto, y tocaría decirles hijos de Martínez…hijos de Martínez es un nombre muy feo”.

    María no sabe qué decirle. Tomás es testigo de la escena y se la señala a María Fernanda. María Fernanda le dice algo que no oímos a Tomás.

Fernanda: yo digo que cada perrito tiene que tener un nombre diferente: yo digo que no importa mucho el apellido si todos tienen un nombre diferente…a veces, de pronto, tocaría repetir nombres (hay más perros que nombres, creo), pero todos los perritos son diferentes, y a todos se les puede poner diferente…por ejemplo "café" si es café…y entonces me dice Martín: “¿y entonces cómo le ponemos a Martínez?” y yo le digo “no sé: ¿cómo es él cuando está bien?”, y me dice “es como bravo”…(se ríe)

Tomás y María Fernanda se acercan a María y a Fernanda.

    María Fernanda: perdón, ¿usted tiene un cigarrillo que me regale?

Tomás: ¿está fumando?

Fernanda: con mucho gusto…

    María Fernanda lo mira como una forma de pedirle que no la moleste. Fernanda busca un cigarrillo en su cartera.

    Fernanda: ¿ustedes son novios?

    María Fernanda: no, pero él parece un esposo senil.

Tomás y María Fernanda se sonríen irónicamente, después ella se inclina y le da un beso en la mejilla.

María: ¿se sabe algo de mi papá?

    Tomás: Miguel fue a averiguar…

    Fernanda le entrega el cigarrillo a María Fernanda.

    María Fernanda: que Dios se lo pague.

    Tomás: sí, claro, pero usted podría darle un adelanto…

    Todos se ríen. 

    Fernanda: cómo se te va a ocurrir…

    Fernanda le prende el cigarrillo a María Fernanda. Tomás le tiene la cartera a su amiga.

    Fernanda: yo sé leer la mano…

    Tomás: ¿en serio?

    María: yo quiero…

    María le muestra la mano a Fernanda. La anciana se ríe. Antes de leérsela, le da la mano a María.

    Fernanda (en broma): mucho gusto, Fernanda…

    María: yo soy María…ella es Mafe…bueno, María Fernanda…y el es mi hermano Tomás…

    Fernanda: tú eres María y yo soy Fernanda…y ella es María Fernanda…tú eres nosotras dos…tú eres yo…y ella eres tú…bueno, pero no me hagan caso a mí…manos a las manos…

    María: yo quiero saber si voy a tener novio…o si voy a ser actriz…o directora de cine…

    Fernanda (mira la palma de la mano): aquí dice que vas a tener una vida muy larga, que vas a ser muy feliz, que vas a tener muchos hijos…eres una artista: definitivamente…

    María coge la mano de Tomás y se la entrega a Fernanda.

    María: ¿y mi hermano?

    Fernanda mira la mano de Tomás.

     Fernanda: tu hermano va a vivir mucho, mucho, mucho…

    Tomás (incómodo): demasiado para mi gusto…

    Fernanda: y van a estar juntos mucho tiempo…

    Tomás, asustado, quita la mano.

    Tomás: está muy bien, ¿cierto?

    María Fernanda: pues me imagino…

    María (a Fernanda): y yo qué más…

    Tomás: yo creo que voy a tomar aire…

    María Fernanda: ¡cómo es de cobarde!

    Tomás: todo lo contrario: voy a tomar aire para que me lean todo…incluso los pies…

    María Fernanda: yo lo acompaño.

   
Cuarta escena: Tomás y María Fernanda se dirigen hacia la salida. Se detienen junto a la puerta de la sala de urgencias.

    María Fernanda (consciente de la situación): oiga…fresco…yo estoy seguro de que va a estar bien…

    Tomás: oiga: yo creo que yo tampoco puedo vivir sin mi papá…

María Fernanda: yo sé…

Tomás: se está demorando mucho…no: si mi papá se muere yo qué hago...

María Fernanda: tiene que estar bien…no diga eso, no piense en eso.

Tomás: yo tengo que ayudar en algo…deberíamos poner un negocio.

    María Fernanda: ¿será que estaba tensionado por lo de la plata?

    Tomás: estaba…las deudas tapan las arterias…

    María Fernanda: ¿qué negocio?

Tomás: un álbum erótico…con monas y todo…¿ya le dije esa idea?

    María Fernanda asiente.

    Tomás: eso rompería esquemas.

María Fernanda: ¿como el del mundial de fútbol?…no funcionaría, no…
 
    Tomás: ¿por qué no?

    María Fernanda: una página de Internet…

    Tomás: www.infierno.com…

María Fernanda: un banco…

    Tomás: un banco de semen…(como si fuera el slogan) el banco que le tiende la mano…

    María Fernanda: ¡qué asco!…cómo es de cochino…

    Tomás: uno compra un local, pone cubículos especiales con bombillos rojos...

    María Fernanda: no más…qué porquería.

    Tomás: los tipos comienzan a hacer consignaciones…después se sobregiran…

    María Fernanda se ríe. María se levanta de donde Fernanda y se les une. Abraza a Tomás.

    Tomás: oiga: yo tengo una pregunta…usted es muy amiga de Laura…¿usted sabía lo del tipo ese?, ¿usted sabía lo de Miguel?

    María Fernanda: creo que sí…creo que sabía lo del tipo de la Universidad…

    Tomás: cree…

    María Fernanda: pero es que usted no sale…qué puede pretender…

Tomás: no, no: yo no pretendo nada…

María Fernanda: parece un pensionado de veintitrés años: vive amargado y no quiere ver a nadie…o sea: estuvo encerrado dos meses…más de dos meses en el apartamento…¡cómo quiere que alguien quiera estar con usted, si usted siempre quiere estar solo!

    Tomás: un momento: ¿de qué lado está usted o qué?, ¿qué le pasa?

    María Fernanda: que me parece que Laura tiene razón en ciertas cosas…y que ella está en su cuento…y que ella tiene derecho a hacer lo que está haciendo…es la vida de ella, no la suya.

    María: Laura es una estúpida…

    Tomás (con rabia): no puedo creer que me esté diciendo eso…yo no hago sino estar pendiente de ella, no hago sino llamarla y...no puedo creer: si yo estoy tan loco para que está conmigo aquí…

    María Fernanda: porque los amigos son miopes, me imagino.

    Tomás: increíble: usted siempre voltea todo…yo siempre termino siendo un hijueputa...

    María: vamos a comenzar…

    María Fernanda: no, usted siempre termina siendo la víctima, y lo que no sabe es que nadie lo va entender así…a nadie le importan sus esfuerzos, ni nada…usted es...

    Tomás: yo no entiendo qué es lo que usted tiene: ¿se mete con unos y con otros?…usted cree que yo sí me tengo que aguantar ir a todos los putos brujos que a usted se le de la gana...

    María: no le grites a Mafe.

    Tomás:... y yo tengo que oírle sus cuentos, sus llamadas, todas sus maricadas, y además me toca oírle que aparte de todo soy una especie de loco que le impide (con ironía) crecer a una vieja que no tiene dos dedos de frente…

    Ana y Laura regresan de la cafetería.

    María Fernanda: yo me voy…con usted no se puede hablar…está muy mal…


    Quinta escena: María Fernanda sale de afán. Se sienta en algún lugar del auditorio. Pasa frente a Laura y Ana y ni siquiera las mira. Ana se acerca a María y, juntas, se dirigen hacia donde Fernanda. Laura se acerca a Tomás. Tomás trata de ir detrás de su amiga, pero su ex novia lo detiene. En el partido anuncian un penalty a favor de Colombia.

    Laura: ¿qué está pasando?

    Tomás: nada, nada…

    Laura: no vas a hacer nada en estos momentos…tienes que pensar muy bien las cosas…estás muy nervioso…

    Tomás: no sé qué me pasa (la mira) de pronto tienes razón…

    Laura: según Rosita uno siempre, en estos momentos, tiene que acordarse de que el truco de la vida es respirar…

    Tomás la mira. Le sonríe.

    Laura: ay…si pudiera sufrir por ti lo haría…tú sabes…(respira profundo) usted sabe que lo de Miguel es un desliz…usted sabe que nos vamos a casar… tranquilo que nosotros nos vamos a casar…

    Tomás (sorprendido): ¿la etapa caqui?

    Laura se ríe. Abraza a Tomás. Tomás termina el abrazo y se dirige a la salida.

    Tomás (a todos): voy a pedirle perdón…

En ese momento sale Miguel desde la sala de urgencias. Viene acompañado por el médico de antes. Todos se reúnen alrededor de los médicos. En el partido se cobra el penalty: es gol de Colombia, pero nadie le pone atención.

Médico (cansado): bueno…todo salió bien…

Todos reaccionan con alivio.

Médico: de verdad es un milagro…ahora tenemos que rezar para que se recupere de semejante cirugía…le pusimos tres by passes…

Tomás cambia el alivio por un gesto de preocupación.

Miguel: tu padre va a estar bien…lo he visto hace un momento y sé que va a estar bien: intenta hacer chistes, pero no le funcionan.

Tomás (a punto de llorar): claro, claro (se ríe con tristeza)…que no le funcionen los chistes es normal.

Miguel: hay que esperar a ver cómo reacciona…con todo lo que le están haciendo…pero bueno: estuvo muerto…ahora está vivo…

Todos lo miran con preocupación. Ana llora. María la consuela.

Médico: bien, bien: todo está bien…fue una operación llena de riesgos…una cosa horrible, pero que si funciona seguro que lo saca al otro lado…

    Tomás: bueno: lo ideal sí sería que se quedara en este lado.

    Hay un silencio muy incómodo.

    Tomás: yo quiero saber…o sea: queremos saber si está bien…

    Médico: salió bien de la operación…

    Miguel: pero tenemos que esperar el resultado…

    Tomás: ¿y no podemos hacer nada más?, ¿sólo esperar?

    Médico: esperar y rezar…esperar que, si Dios quiere, don Benjamín reaccione muy bien a la operación en las próximas horas…

Las luces se apagan.


Sexta escena: Tomás baja del escenario. Busca a María Fernanda. No la encuentra por ninguna parte.

Tomás (busca): ¿María Fernanda?…(carraspea) ¿María Fernanda?…(carraspea) ¿Mafe?…(se siente mal) ¿María Fernanda?…Dios…(se queda quieto y mira a todas partes: entonces comienza a rezar: lo hace mentalmente, pero lo hace, y de vez en cuando sabemos que lo hace porque murmura, y porque, al final, se da la bendición)…

María Fernanda está a su lado, pero el no se ha dado cuenta.

María Fernanda: amén…

Tomás (salta del susto): puta…

María Fernanda se ríe. Tomás se recupera del susto.

María Fernanda: yo no le digo nada a nadie…

    Tomás: ¿sabe qué es lo que me da toda la piedra del mundo?

    María Fernanda: ¿yo?

    Tomás: no, que siempre que pasa algo se va…no se vuelva a ir…ni siquiera se debería ir del país…o sea: la idea es que nos atraquen al tiempo…la próxima vez…o bueno: la idea es que me defienda y que aprenda a jugar Play Station conmigo…mejor dicho: dejemos que el problema sea que mi papá esté enfermo, o que me haya dejado Laura, y no que a usted le moleste que yo reaccione porque me dice que (abro comillas) soy un pensionado de veintitrés años…no se vuelva a parar cuando haya un problema entre los dos…usted sabe que yo no tengo ni idea de lo que hago…que he comenzado siete carreras o lo que quiera, pero que (bueno: aparte de hoy) nunca la he dejado...sin mí…nunca le he ocultado información…¿cómo no me dijo lo del tipo ese?…o sea: yo he peleado con gente por usted…mejor dicho: de pronto Laura tiene razón, pero no importa…mierda: no puedo hablar…en todo caso la idea es que se quede…aquí…en Colombia…

    Se queda sin aire, María Fernanda sonríe.

    Tomás: ¿qué?

    María Fernanda: no cerró comillas.

Tomás: no, no cerré…

María Fernanda: ¿y su papá?

Tomás: por eso estaba…(señala el cielo) la operación salió bien…estamos esperando la recuperación…

María Fernanda (conmovida): ¿y estaba rezando?

Tomás: ¿vamos?

María Fernanda: ¿usted sabe que va a estar bien?

Tomás: estoy seguro…no sé por qué, pero estoy seguro…o sea: yo sé que él quiere estar vivo…mejor dicho: ¿vamos?

María Fernanda: vamos…¿se le pegó el “mejor dicho”?…qué cosa tan guisa…


Séptima escena: Ana, María, Laura y Miguel están sentados y se levantan cuando vuelve a aparecer el doctor. Ana llora con discreción. Fernanda se ha quedado dormida.

Médico: de verdad que es un milagro: se acaba de despertar…quiere ver a Ana…dice que no le ha respondido una pregunta…

Ana se ríe con tristeza.

María: ¿cuál pregunta?

Miguel: no quiero saberlo…

Tomás y María Fernanda aparecen. Laura la mira a ella con odio.

Tomás: ¿qué está pasando?

Ana: parece que se despertó…parece que quiere verme…(se ahoga).

Tomás: yo estoy seguro de que él esta bien…yo sé que todo va a salir muy bien…(a Ana) está vivo: quiere estar vivo…hay que tener fe…

Ana levanta la cara. Sonríe. Está lista a avanzar. María la detiene. Le seca las lágrimas.

María: no puedes entrar así…y no le vayas a hablar de plata…o bueno: dile que no nos importa lo de la plata, que yo me puedo ir en el bus todos los días…ah, y que Juan Pablo resultó un idiota…ICQ es una chanda…

Ana: ¿alguna razón?

Todos se quedan callados.

Médico: pueden entrar uno por uno…

Ana: bueno…ya nos vemos…

Ana se va con el médico a la sala de urgencias. Laura se acerca y le dice un secreto a Miguel. Después habla con todos.

Laura: qué alivio…

María Fernanda: qué felicidad…

Laura (a Tomás): de verdad me alegro mucho…

Tomás: yo sé, yo sé…

Laura: y de verdad tengo que irme…yo te llamo mañana…

Laura se despide con un beso de Tomás y de María, pero olvida despedirse de María Fernanda, que se queda preocupada.

Tomás: ¿y cómo te vas a tu casa?

Miguel: yo la traje, yo la llevo…(aclara) yo soy un caballero…(se despide de María) nos vemos en casa…(de Tomás) todo va a salir bien…saludes a su mamá: nos vemos ahora en el apartamento…

Tomás: perfecto…

Miguel (de María Fernanda): ¿cuándo hablamos?

María Fernanda se ríe: no lo puede creer.

Tomás (a Miguel): descansa un rato…


Séptima escena: Laura y Miguel salen del escenario. 

    María: vamos a tener que vernos otra vez El talentoso Mister Ripley…

    Tomás: yo no quiero trabajar, ni ser nadie ni nada de eso…o sea: yo sólo quiero ir a cine, o al brujo…podría inventarme entrar en mil carreras o lo que sea, pero no...no me interesa nada de eso: no quiero pagar las cuentas de la luz ni del teléfono…y menos la del agua que me parece la más absurda de todas…yo necesito tiempo para preocuparme por esas heriditas que me salen en la boca… yo debería trabajar en algo: hacer cualquier cosa…lo de Comunicación no va a funcionar…no me interesa…no me interesa nada, todo me aburre, todo me parece absurdo, no entiendo a nadie…me da asco la forma como se porta la gente con la gente…yo no quiero ser así: no quiero ponerme a inventarme secretarios, no quiero casarme y pensar quién puede ser mi amante o qué…¿será de siquiatra?

    María: a mí me parece normal.

María Fernanda: a mí me parece que usted debería escribir las cosas que le gustan…

    Tomás: todo tiene que mejorar, ¿cierto?… no puede ser así toda la vida, ¿cierto?

    María Fernanda: es un día malo…hemos tenido mejores…el ataque de risa en donde su abuelito…hay peores historias…

    Tomás: la del tipo que salía de un ascensor y lo mató un toro, por ejemplo…

    María: la de Tutis…

    María Fernanda: o la del tipo ese que se murió y que cuando lo llevaban en el ataúd revivió....

    María: ¿cómo es esa historia?

    María Fernanda: el tipo se despertó, porque tenía esa enfermedad...¿catatonia?

    Tomás asiente.

    María Fernanda: empezó a golpear el ataúd, y los que lo llevaban (iban por la calle, como en una procesión), los que lo llevaban lo dejaron salir, lo ayudaron a salir, y el señor se emocionó tanto que comenzó a correr y a gritar "estoy vivo", "estoy vivo", y entonces cruzó una calle y lo atropelló un carro y se murió…

    María y Tomás se ríen.

Tomás: ¿en serio?…esa historia es buena.

    María: buenísima, pero yo ya me estoy durmiendo.

    María Fernanda: ¿quieres ir a la cafetería?, ¿quieres tomarte un café?

    María: pues será…si no me quedó dormida acá…¿qué horas son?

Tomás: van a ser las doce…cinco para las doce…ya va a ser mañana.

María Fernanda: venga…que se va a quedar haciendo…

Tomás: tranquilas, váyanse tranquilas: yo me quedo aquí con la señora disecada.

    María Fernanda: no moleste…cómo es de imprudente…¿viene con nosotras?

    Tomás: espero a mi mamá…

    María Fernanda: entonces nos vemos ahora…

    Tomás: entonces nos vemos mañana

   
Octava escena: María y María Fernanda se despiden de Tomás con las manos.     Se van y hay un momento de silencio. Tomás mira a la señora con cuidado. Está dormida. Se le acerca. Entonces aparecen Ana y el médico. Ana casi no puede respirar: ha llorado demasiado. 

    Tomás: ¿listo?

    Ana: listo…

    Tomás: ¿está bien?

    Ana asiente. Llora.

    Tomás (al médico): la señora se quedó dormida…

    Médico: el nieto está bien…lo único es que sale mañana…

    El médico se dirige a donde Fernanda. La despierta. Ella recibe la noticia con felicidad. Abraza al médico. Tomás consuela a su mamá, le da un beso en la frente y se dirige hacia la puerta de la sala de urgencias.

    Médico: perdón…¿tienen horas?

    Tomás: ya son las doce…ya es mañana…   


Novena escena: las luces se apagan. Baja el telón. Los actores salen a recibir los aplausos. Tomás pasa al frente.

Tomás: todo lo que hemos montado aquí es cierto…entre todos reconstruimos los hechos del 24 de enero de este año…y no le agregamos absolutamente nada… eh…llegué al sitio donde estaba mi papá, y le puse la mano en la frente…fue un acto natural…o sea, quería protegerlo o algo así: no quiero que suene cursi, pero no tenía las gafas, mi papá no tenía las gafas, y se veía como débil, como un niño chiquito, como E.T., pálido, en la escena del final…pero me sonrió y (tenía esta taquicardia, como de trance, como de música trance), me sonrió y levantó las cejas así. Y entonces me dijo "parece que me va tocar cambiar de marca de cigarrillos"…eh…nunca entré a Comunicación...fuimos a la película y nos gustó mucho…Miguel se va a casar en unos días…María Fernanda debe estar por ahí…Laura me ha estado llamando, pero creo que es para preguntar por mi papá...no volví a ver a Fernanda…y supe, se supo, mejor dicho, que a Carlos Caballero lo cogieron en Venezuela, lo trajeron acá y le dieron la casa por cárcel…parece que está escribiendo una novela sobre "los peligros de la simulación"…son palabras del periódico, claro...¿quién más?: el Padre Montañéz decidió irse una temporada a París, donde el hermano, que es pintor…pero eso todos lo debieron oír ya…eh…Martín Vélez, el presentador, desapareció…y...mis papás están bien…solucionando las crisis…y las deudas están ahí, claro, pero bueno, como diría mi mamá: parece que en esta época lo que tiene deudas está vivo…
Bueno: por lo menos terminé esta obra…eso no sólo me tranquiliza a mí sino a mis papás…ahí están… están sentados allá atrás…van a cumplir veinticinco años de casados y nadie les ha dado un aplauso en un teatro como éste…

La luz ilumina a los papás de Tomás. Los actores los aplauden. El público debe imitarlos.

Tomás: muchas gracias por haber venido…

Fin del Tercer Acto
Fin de la obra