La escritura y la lectura de La invención de la soledad
Es el 14 de enero de 1979. Es la mañana siguiente al final de la escritura de White Spaces y Paul Auster recibe una llamada de uno de sus tíos en la que éste le informa que Sam Auster ha muerto durante la noche anterior. La muerte de su padre se convierte en un hecho determinante dentro de la evolución de su obra: Auster recibe una herencia que, a pesar de no ser millonaria, le permite y le permitirá trabajar en sus propios proyectos. Como Jim Nashe, el personaje de La música del azar y M.S. Fogg en El Palacio de la Luna, entre otros muchos de sus personajes, Paul Auster, a partir de ese accidente que es una herencia inesperada, y con White Spaces como puente, renunciará al combate con el dinero y las palabras para dedicarse a relatar el proceso de su aprendizaje.
Paul Auster: el año anterior a la muerte de mi padre fue un período particularmente malo. Tenía un niño pequeño, un matrimonio destrozándose, y unos ingresos minúsculos que no eran sino una fracción de lo que necesitaba (...) No creo que nunca haya estado tan cerca del final de mis fuerzas. Entonces, desde ninguna parte, sin ninguna señal de aviso, mi padre murió de un ataque cardíaco y heredé algo de dinero. Ese dinero cambió todo para mí. Le dio a mi vida un curso diferente74.
Hand to Mouth: Su muerte me golpeó duro, me causó una tristeza inmensa, y cualquier energía que tuviera para escribir la usé para escribir sobre él. La terrible ironía fue que me había dejado algo en su testamento. No era una gran cantidad comparada con las de otras herencias, pero era más dinero que todo el que había tenido alguna vez, y me ayudó a transitar de una vida a la otra75.
Paul Auster: Por primera vez en mi vida tenía el tiempo para escribir, para trabajar en proyectos más largos sin preocuparme sobre cómo iba a hacer para pagar el arriendo. De alguna manera, todas las novelas que he escrito vienen del dinero que mi padre me dejó. Me dio dos o tres años y eso fue suficiente para levantarme de nuevo. Me es imposible sentarme a escribir sin pensarlo. Finalmente es una ecuación terrible: pensar que la muerte de mi padre salvó mi vida76.
Por un lado (el de la vida), tenemos un matrimonio roto, un hijo que crece en el mundo y comienza a habitarlo, la muerte del padre, la solución de los problemas económicos que permite la dedicación a proyectos de mayor extensión. Por el otro (el de la obra), la superación de los límites del lenguaje, la llegada a la prosa y la consecución de espacios blancos para poder relatar. Y, al final, como en toda la obra de Auster, la obra y la vida (entendida no como una serie de datos biográficos, sino como lo que le sucede en la realidad al cuerpo que escribe) constituirán un solo objeto. En La invención de la soledad, Paul Auster relatará lo primero que un poeta puede relatar cuando decide dedicarse a la prosa: su propia vida, la historia de la muerte de su padre, el final de su matrimonio, el nacimiento de su hijo, la situación del escritor Paul Auster en el mundo. Si, como dice Kayser, la poesía expresa la actitud de un yo ante el presente, en La invención de la soledad ese yo parte del presente para reflexionar sobre su pasado. O, lo que es lo mismo, ese yo comienza a explorar su situación en el tiempo, que antes era un presente eterno (un poema) y ahora es algo que fluye (un cuaderno de recuerdos poéticos en prosa). Si la muerte era antes una prueba del absurdo de la existencia, ahora es una realidad que condiciona la vida: respirar, echar aliento, dejar que la voz relate es una manera de ir muriendo poco a poco, de ir cerrando el iglú, de comenzar a llegar al final. La muerte del padre, acompañada de la memoria del nacimiento del hijo, despierta la conciencia de que la vida tiene la estructura del relato.
La invención de la soledad tampoco tiene un género definido. No es precisamente una novela, ni tampoco una autobiografía o un diario, no es poesía, ni prosa poética. Como White Spaces, se acerca más al cuaderno que nunca terminó Mallarmé cuando murió su hijo. Un cuaderno, en este caso, que el lector espía con permiso del escritor, en el que (en palabras del editor del libro de Mallarmé) se asiste a la desnudez del pensamiento. El mismo Wolfgang Kayser es consciente de que entre los diferentes géneros hay un diálogo y La invención de la soledad de Auster es de un género indefinido: es un cuaderno en prosa que toma prestada la inmediatez de la poesía.
Haroldo de Campos: la teoría de los géneros pasa así, en la poética moderna, a constituir un instrumento operacional, descriptivo, dotado de relatividad histórica, y que no tiene por finalidad imponer límites a las libres manifestaciones de la producción textual en sus innovaciones y variantes combinatorias; y donde se disuelve la idea del género como categoría impositiva, se relativiza también, concomitantemente, la noción de un lenguaje que le sería exclusivo, que le serviría de atributo distintivo77.
La invención de la soledad es un cuaderno de notas dividido en dos partes (Retrato de un hombre invisible, a partir de la muerte de su padre, y El libro de la memoria, a partir de su nueva vida de soltero, encerrado en una habitación ubicada en 6, Varick Street, en TriBeCa, un barrio de Nueva York). Es un cuaderno de apuntes que relata la situación de un escritor, que relata su vida a partir de la muerte de su padre. Para aliviar su dolor, para entender el mundo y entenderse a sí mismo, el escritor, que coincidencialmente es Paul Auster, debe recuperar su vida y la de su padre, como si se tratara de una confesión. Los poemas de Auster describían la realidad y registraban un instante en el mundo del mismo cuerpo que protagoniza La invención de la soledad, pero lo hacían desde el presente, desde la experiencia del ojo. Eran fotografías. Una traducción instantánea de las funciones del ojo. La invención de la soledad es un relato en dos partes que comunica cómo era la vida de aquel escritor que antes hacía poemas. Aparece en los espacios blancos -las páginas- que Auster ha creado con White Spaces. Y relata la realidad, pero también el transcurrir en el tiempo de un cuerpo que, ante la conciencia de un tiempo lineal, descubre su memoria. Es una película documental. Una traducción reflexiva de la situación de un cuerpo.
Paul Auster: No pienso en él como una autobiografía sino como una meditación sobre algunas preguntas en la que me uso como el personaje principal. El libro está dividido en dos secciones, cada una de las cuales fueron escritas separadamente, con una distancia de casi un año entre las dos. La primera, Retrato de un hombre invisible, fue escrita como una respuesta a la muerte de mi padre (...) En el acto de tratar de escribir sobre él, comencé a darme cuenta de lo problemático que es asumir saber algo sobre alguien más. Aunque esa obra está llena de detalles específicos no me parece tanto un intento de biografía como una exploración de si es o no posible comenzar a hablar sobre otra persona78.
Retrato de un hombre invisible no es una autobiografía. Ni una biografía del papá de Paul Auster. No es un relato de ficción ni es una novela. Es una investigación -casi un documental- sobre la vida de Samuel Auster, padre del que firma el libro, que pretende retratar a una persona que nunca hizo parte del mundo. El momento central del libro, una investigación casi detectivesca estructurada a partir de los titulares del periódico de Kenosha, en Wisconsin, nos remite, de alguna manera, a la labor de Edgar Allan Poe y a la teoría de Haroldo de Campos sobre el hibridismo de los géneros en nuestro tiempo.
Haroldo de Campos: La gran prensa se aproxima a la cultura oral, que no es lineal, sino sinestésica, táctil, simultánea, tribal (...) [Edgar Allan Poe] supo utilizarla en dos creaciones notables: el poema simbolista y la historia de detective. Estas dos formas exigen del lector una participación del tipo "hágalos usted mismo". Presentando una imagen o proceso incompleto, Poe envolvía a sus lectores en el proceso creador, de un modo que Baudelaire, Valéry, T.S. Eliot y muchos otros admiraron y procuraron seguir79.
Paul Auster es admirador de Poe. White Spaces termina con una referencia a El pozo y el péndulo. William Wilson es el seudónimo de Daniel Quinn en Ciudad de cristal. Con esa admiración en la cabeza, quizás, Retrato de un hombre invisible revela su propia estructura; es un libro sobre cómo escribir un libro a partir de la muerte del propio padre, un libro que es una idea para un libro, o sea, un libro en el que está contenida su propia inexistencia o, mejor, lo que podría ser su existencia. Y la idea es expresar la imposibilidad de ser fiel a la realidad, claro. Pero, también, envolver al lector con una investigación útopica que pretende descubrir a un otro. La "historia" comienza con la muerte de Samuel Auster: como un detective, Paul Auster autor e hijo del personaje principal del libro, busca todos los rastros de su padre para convencerse de que en realidad vivió y descubrir en qué momento y quién o qué lo hizo vivir una muerte en vida. Por ser un relato, Auster se remite constantemente a lo que fue y ya no será. Esto es, la vida de su padre, su relación con él y su propio proceso de formación (que es una larga caída entre Paris y Nueva York hasta el momento de la muerte de Samuel Auster).
Retrato de un hombre invisible: Un día hay vida. Por ejemplo, un hombre de excelente salud, ni siquiera un viejo, sin ninguna enfermedad previa. Todo es como era, como será siempre. Pasa un día y otro, ocupándose solo de sus asuntos y soñando con la vida que le queda por delante. Y entonces, de repente, aparece la muerte. El hombre deja escapar un pequeño suspiro, se desploma en un sillón y muere (...) Incluso antes de hacer las maletas para emprender las tres horas de viaje hacia Nueva Jersey, supe que tendría que escribir sobre mi padre. No tenía un plan ni una idea precisa de lo que eso significaba; ni siquiera recuerdo haber tomado una decisión consciente al respecto. Pero la idea estaba allí, como una certeza, una obligación que comenzó a imponerse a sí misma en el preciso instante en que recibí la noticia de su muerte. Pensé: mi padre ya no está, y si no hago algo de prisa, su vida entera se desvanecerá con él80.
Samuel Auster no había dejado rastros. No se había vuelto a casar. Tenía pocos amigos. Era una persona ausente que no sentía pasión por ninguna persona, cosa o idea. Una persona con una vida que anticipaba la idea de la muerte. Paul Auster se dedica a descubrir recuerdos, a describir fotos, a indagar sobre la boda de sus padres, a contar la reacción de su padre ante la enfermedad mental de su hermana, a retratarlo en los años después de la separación de su madre: solo, encerrado en la casa, distanciado del mundo de tal manera que su única forma de comunicación parecía ser cierta ironía. En un punto, Auster se da cuenta de que el libro que escribe está condenado al fracaso y que se reduce a una idea. Su padre, al fin y al cabo, era un ser que toda su vida intentó el anonimato, incluso dentro de su familia. El libro no logra contenerlo. El libro abre las heridas y lo revive, pero tal como era. El libro es, entonces, un documental sobre un hombre invisible.
Retrato de un hombre invisible: Poco a poco comienzo a comprender el absurdo de la tarea que he emprendido. Tengo la sensación de que intento llegar a algún sitio, como si supiera lo que quiero decir; pero cuanto más avanzo, más me doy cuenta de que el camino hacia mi objetivo no existe (...) durante los últimos días he comenzado a sentir que la historia que intento contar es de algún modo incompatible con el lenguaje, y que su resistencia a las palabras es proporcional al grado de aproximación a lo importante, de modo que cuando llegue el momento de expresar lo fundamental (suponiendo que eso exista), no seré capaz de hacerlo (...) En lugar de enterrar a mi padre, estas palabras lo han mantenido vivo, tal vez mucho más que antes81.
Mallarmé había abandonado el cuaderno para su hijo porque la memoria del niño lo hacía sufrir. El proyecto había muerto con el niño. Auster necesita, en cambio, revivir a su padre porque, a diferencia del hijo de Mallarmé, el padre de Auster siempre había sido invisible. Pero, en este punto ciego del relato, Auster sabe, como un detective, que hay algo importante que se le escapa, algún lugar en el que puede hallar quién es el culpable de la muerte en vida de su padre. Entonces recuerda algunas historias familiares e, inesperadamente, descubre que su padre también sufrió la ausencia de otro padre.
Retrato de un hombre invisible: No es que tenga miedo de la verdad, ni tampoco tenga miedo de contarla. Mi abuela mató a mi abuelo. El 23 de enero de 1919, exactamente sesenta años antes de que muriera mi padre, su madre disparó y mató a su marido en la cocina de la casa de Fremont Avenue en Kenosha, Wisconsin (...) Es imposible que un niño sufra una experiencia así, sin que su vida de adulto resulte afectada82.
Auster termina el libro con una serie de anécdotas sobre la vida de su padre: rechazaba que su hijo hubiera sido poeta, que se hubiera graduado de literatura en Columbia, que viajara en un petrolero, que sufriera hambres en una ciudad tan lejana como París; no entendía sus poemas, pero respetaba que fuera publicado en revistas de judíos; hacía pequeños actos de caridad que sólo se conocieron hasta después de su muerte.
Retrato de un hombre invisible: Es imposible decir algo sin reservas: era bueno o malo, era esto o aquello. Todas las contradicciones son ciertas. A veces tengo la sensación de que estoy escribiendo sobre dos o tres personas diferentes, distintas entre sí, cada una en contradicción con las otras. Fragmentos. O la anécdota como forma de conocimiento83.
Y las anécdotas reviven a Samuel Auster. Y, aunque en la contradicción, en el libro de su hijo es la primera vez que existe. Y como existe es posible conocerlo, aunque se trate de un hombre aislado. O sea, un hombre que nunca se movió por el mundo, salvo para ser escrito como prueba de la incomunicación humana.
Retrato de un hombre invisible: Era un hombre invisible, en el sentido más profundo e inexorable de la palabra. Invisible para los demás, y muy probablemente para sí mismo. Si cuando estaba vivo no hice otra cosa que buscarlo, intentar encontrar al padre que no estaba, ahora que está muerto siento que debo seguir con esa búsqueda. Su muerte no ha cambiado nada; la única diferencia es que me he quedado sin tiempo84.
El tema del padre ausente se encuentra enraizado en lo más profundo de los temas austerianos: Daniel Quinn, en Ciudad de cristal, debe proteger a Peter Stillman de su propio padre; en Smoke, Rashid Cole busca a su padre, Cyrus Cole, mientras Felicity conoce a Auggie que parece ser el suyo; en El Palacio de la Luna, M.S. Fogg descubre que Salomon Barber, el hijo del hombre para el que trabajó, es su padre; en La música del azar, Jim Nashe y Jack Pozzi comparten historias sobre sus padres, fantasmas que aparecen accidentalmente, como el padre de Hamlet, para cambiar el curso de sus vidas.
Juan-Eduardo Cirlot: La imagen del padre, asociada íntimamente a la del principio masculino, corresponde a lo consciente, por contraposición al sentido maternal del inconsciente (...) el heroísmo es la actitud espiritual propia del hijo, el dominio es la potestad del padre. Por ello éste representa el mundo de los mandamientos y prohibiciones morales, que pone obstáculos a la instintividad y a la subversión, por expresar también el origen85.
Para relatar hay que conocer algo. Y, si pensamos que somos nuestra madre, que venimos de su cuerpo y ella domina nuestro inconsciente, sabemos que no podemos conocerla como si fuera una realidad exterior. Al fin y al cabo, conocer es integrar a nuestra unidad una realidad exterior. Y el padre, que participa en la concepción, pero no la lleva en su cuerpo, es una realidad exterior. Ese gesto humano que es conocer el mundo (según la Real Academia "averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas") es una vocación de la razón y es equivalente a la idea de conocer al propio padre. Ese gesto humano que es el de relatar (comunicar un conocimiento) es una vocación del inconsciente (no existe una única explicación del por qué narramos ni una única interpretación de qué narramos) y es equivalente a la idea de venir de una madre.
El libro continúa con otro cuaderno, otra especie de diario, que Auster ha titulado El libro de la memoria. Después del retrato del padre ausente, en El libro de la memoria, Paul Auster escribe sobre ser el hijo, reflexiona sobre su propia paternidad y relata, como si él fuera otro, su propia experiencia como escritor.
Paul Auster: La segunda parte nace a partir de la primera y es una respuesta a ella. Me dio muchos problemas, especialmente en términos de organización. Comencé a escribirlo en primera persona, como había escrito la primera parte, pero no podía lograr lo que quería. Esta parte era aún más personal que la primera, pero mientras más me internaba en el material, más me sentía distanciado de él. Para poder escribir sobre mí, tuve que tratarme como si fuera otra persona. Sólo en ese momento, cuando comencé a reescribir el libro en tercera persona, vi la solución a mi problema86.
El libro de la memoria está escrito como funciona la memoria. Esto es, un viaje constante al pasado, a lo que se ha visto, para poder hacer parte del presente. Alrededor de un informe detectivesco (similar al de Fantasmas) en el que Paul Auster relata en tercera persona la forma en que se comporta el escritor Paul Auster, El libro de la memoria articula historias de encierros voluntarios, una serie de recuerdos de los días en Nueva York y Paris, e ideas sobre la naturaleza de la memoria y la casualidad. Se trata de un libro que, como la memoria, se compone de fragmentos que aparecen como accidentes, cuando menos se espera, en los espacios blancos de la página.
Wolfgang Kayser: En el fondo ocurre lo mismo en la novela epistolar o en la escrita como diario, sólo que la forma moderna se desarrolla en un plano anterior al lenguaje e intenta expresar lo semipensado o semiconsciente. Se trata de representar la llamada "stream of consciousness" (según la expresión del filósofo norteamericano William James), es decir, el constante surgir de afectos, sensaciones, pensamientos, desde el fondo del alma humana, y la reacción de ésta frente a las innumerables impresiones que en todo momento recibe87.
En El libro de la memoria, Auster se contrata como detective privado para espiarse a sí mismo ejerciendo el oficio de escritor. Esto significa, al interior de la obra austeriana, espiar a un cuerpo que ha visto el mundo y en el proceso de relatarlo intenta recordarlo de la mejor manera posible. El libro de la memoria es, además, un libro. Un objeto físico, lleno de páginas, que para Auster genera otros libros. Unos dos años antes, en su conversación con el autor del Libro de las Preguntas, Edmond Jabes, Auster obtenía la orientación necesaria sobre el tema:
Edmond Jabès: Hay una enorme diferencia entre lo que yo llamo el libro y el libro de Mallarmé. Mallarmé quería poner todo el conocimiento en un libro. Quería hacer un gran libro, el libro de los libros. Pero en mi opinión ese libro debería ser efímero. El libro que tiene la oportunidad de sobrevivir, creo, es el libro que se autodestruye. Que se destruye a sí mismo en favor de otro libro que lo prolongará88.
Y el libro de Auster se autodestruye porque esa es la manera en que opera la memoria. El libro de Auster es, tanto para él como para los lectores, una forma de darle paso a nuevos relatos. Mejor: el libro de Auster se sacrifica a sí mismo como el Finnegans Wake de Joyce; revela su estructura y se hace consciente de su propio fracaso ("ser artista es fracasar como nadie más se atreve a hacerlo", decía Auster que decía Beckett). El libro de la memoria purifica el mundo de Paul Auster y toma posesión del espacio que White Spaces había creado, como si se tratar de digerir y recuperar el hambre.
Pero no se trata sólo de un libro. Es un libro de la memoria. Un libro que pone énfasis, pues, en la idea de la recuperación del pasado. El diccionario lo dice: la memoria es la "potencia del alma, por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado". El libro de Paul Auster sobre la memoria es, entonces, un objeto que se autodestruye en el proceso de retener y recordar el pasado. O, más claro: se trata de un libro cuya labor es recuperar el pasado y relatarlo para poder seguir viviendo.
El libro de la memoria: Es imposible escribir algo que no se haya visto previamente, pues antes de que una palabra pueda llegar a la página, tiene que haber sido una presencia física con la que uno haya convivido, igual que convive con el corazón, el estómago y el cerebro. La memoria, entonces, no tanto como el pasado contenido dentro de nosotros, sino como prueba de nuestra vida en el momento actual89.
Pero, para poder seguir viviendo, se hacen necesarias varias cosas: la primera, verse como un otro. La segunda, ser capaz de quedarse quieto en su habitación (en el caso de Auster, la 6 de la calle Varick). Es en la habitación, como dentro de un útero, donde el hombre volverá a nacer.
El libro de la memoria: Coloca una hoja en blanco sobre la mesa y escribe estas palabras con su pluma: Fue. Nunca volverá a ser.
Ese mismo día, más tarde, regresa a su habitación. Coge otra hoja de papel, la coloca sobre la mesa frente a él y escribe hasta llenarla con palabras. Más tarde, cuando relee lo que ha escrito, le cuesta trabajo descifrar la letra y las pocas palabras que logra comprender no parecen expresar lo que pretendía decir. Entonces se va a comer.
Esa noche se dice a sí mismo que mañana será otro día. Palabras nuevas comienzan a cobrar forma en su cabeza, pero no las escribe. Decide referirse a sí mismo como A. Va y viene de la mesa a la ventana, enciende la radio y enseguida la apaga. Fuma un cigarrillo.
Luego escribe: Fue. Nunca volverá a ser.
(...) Como en Pascal: "La infelicidad del hombre se basa en una sola cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación". Como en la frase: "escribió el Libro de la Memoria en su habitación"90.
Relatar es una forma de volver al mundo. Y se vuelve al mundo como se vino la primera vez: desde una habitación que nos recuerda nuestra madre. O también: se relata (se renace, somos desde nuestra madre de nuevo) para darle sentido a nuestro mundo (para vivir, salvar a nuestro padre).
El libro de la memoria: ¿Es verdad que uno debe sumergirse en las profundidades del mar y salvar a su padre para convertirse en un niño real? (...) A. ha observado con atención la cara de su hijo durante aquellas lecturas de Pinocho y ha llegado a la conclusión de que, para él, la imagen de Pinocho salvando a Gepetto (nadando con el viejo subido a sus hombros) es lo que le confiere un significado a la historia. (...) este acto de salvación es lo que en realidad hace el padre: protege a su pequeño hijo de cualquier peligro. Y para este niño pequeño ver a Pinocho, el mismo muñeco tonto que ha ido de desventura en desventura que quería ser "bueno" pero no podía evitar ser "malo", esta misma marioneta pequeña e incompetente que ni siquiera es un niño de verdad, convertida en un personaje redentor que salva a su padre de las garras de la muerte constituye una revelación sublime. El hijo salva al padre91.
El hijo se convierte en héroe. Después de ser consciente de la pérdida de su padre (Retrato de un hombre invisible), desciende a la ballena -la habitación, el útero- para salvarlo (El libro de la memoria). Y, si en verdad como dice Cirlot el padre nos remite a la unidad de una estructura, el hijo, al salvarlo, se convierte en restructurador del mundo.
El escritor, como el hijo, se autodestierra a una esquina de su habitación, en la más pura soledad posible y de esa manera logra aceptar la realidad. Paul Auster revisa, en El libro de la memoria, la soledad de Van Gogh en esa habitación cuyas paredes parecen a punto de caerse, la soledad de una Anna Frank que escribió para salvarse, y la de una Emily Dickinson que nunca quiso salir de su casa. Al final, para reforzar sus intuiciones, acude a un libro de la Biblia, el libro de Jonás, que narra la historia del profeta dentro de la ballena.
El libro de la memoria: Uno enseguida se asombra de su singularidad en comparación con los demás libros proféticos. Esta obra breve, la única escrita en tercera persona, es la más dramática historia de soledad de la Biblia, y sin embargo, está contada desde el exterior de esa soledad, como si al sumergirse en la oscuridad el "yo" se separara de sí mismo y sólo pudiera hablar desde la perspectiva de otro. Como en la frase de Rimbaud: "Je est un autre".
(...) Nos dicen que "Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches" y en otro sitio, en un capítulo del Zohar se afirma "tres días y tres noches, lo cual significa que un hombre está tres días en su tumba antes de que se desgarren sus entrañas" Y cuando el pez por fin vomita a Jonás sobre tierra firme, éste renace, como si su muerte en el vientre del pez hubiera sido la preparación para una nueva vida, una vida que ha pasado por la muerte y que gracias a ello puede expresarse al fin. "Desde mi angustia clamé a Yahvé y él me respondió. Desde el seno del infierno pedí ayuda y tú escuchaste mi voz". En la oscuridad del aislamiento que constituye la muerte, por fin Jonás habla, y en cuanto comienza a hacerlo, recibe una respuesta. Pero incluso si no hay respuesta, el hombre ha comenzado a hablar92.
Así, la memoria recupera lo antes conocido, y el relato lo comunica para volver a abrir el espacio de la memoria. Esto significa: para volver a la vida y reiniciar el ciclo. Pero todo este proceso de volver a la vida debe ocurrir en algo así como un nido. En la soledad profunda de un útero. En una habitación que ponga al relator en contacto con su propio sistema nervioso. De eso se trata todo, al fin y al cabo. De re-conocer que se vive en la soledad para vivir en contacto con las demás personas.
Paul Auster: Es un simple hecho, una de las condiciones de ser humano, e incluso si estamos rodeados de los otros, esencialmente vivimos nuestras vidas solos: la vida real encuentra su lugar dentro de nosotros. No somos perros, después de todo. No nos conducimos únicamente por instintos y hábitos: podemos pensar, y porque podemos pensar siempre estamos en dos sitios al mismo tiempo (...) Ya no es la madre la que nos mira en la edad adulta: nos miramos a nosotros mismos. Pero sólo nos podemos ver porque alguien más nos ha visto primero. En otras palabras, aprendemos nuestra soledad de los otros. De la misma manera que aprendemos el lenguaje de los otros (...) lo que es revelador para mí es que, finalmente, no comienzas a entender tu conexión con los otros hasta que estás solo. Y mientras la soledad sea más intensa, mientras estés más profundamente sumergido en la soledad, sentirás más profundamente esa conexión (...) En El libro de la memoria intenté examinar los dos lados de la palabra "soledad". Ví al fondo de mí mismo y lo que hallé fue más que a mí: encontré el mundo. Es por eso que el libro está lleno de referencias y citas, para rendirle homenaje a los otros dentro de mí. Por un lado, es una obra sobre estar solo; por el otro, es sobre la comunidad. Ese libro tiene docenas de autores, y quise que todos hablaran a través de mí. Al final, El libro de la memoria es una obra colectiva93.
Paul Auster entra en el territorio del relato. Explora su soledad y descubre a los otros en el proceso. Centrándose en él mismo sugiere problemas universales: entre estos los dos que contiene el título del libro: por un lado, inventamos la soledad para estar con los demás, para ser concientes de nuestra mente y nuestro cuerpo y así pasar a ocupar nuestro lugar en el mundo entre las demás personas; por el otro, la soledad inventa el relato para entender el mundo, para reconstruirlo, para salvarlo, para pedir ayuda y ofrecerla. Con La invención de la soledad, Paul Auster se encuentra en las puertas de su relato característico. O también: ha abierto las puertas de su habitación. Ha abierto el espacio para dejar de escribir relatos de puertas para adentro.
Wolfgang Kayser: Otro camino para la novela de personaje es el que parte de la autobiografía. Tan pronto como el escritor ha comenzado a ver su propio yo, no sólo como portador de acontecimientos aislados, sensaciones, etc., sino que ha visto en su desarrollo un todo significativo, queda abierto el camino para la novela evolutiva (...) la novela de evolución favorece la revelación del mundo partiendo del sustrato de la sustancia; porque sólo en contacto permanente con el mundo puede verificarse la evolución del protagonista94.
Pero el relato que Paul Auster hace de sí mismo en La invención de la soledad es un relato fragmentado. La simultaneidad de la realidad es difícil de consignar. Relatarse a uno mismo a manera de documental, finalmente, es una labor consciente de su propio fracaso y su labor central se vuelve la de demostrar que sólo por medio del relato de ficción, de la novela, el cuento, el drama o la película, podemos articular esa suma de caos y orden que es la realidad, esos seres múltiples que somos. Es difícil demostrar que se termina un proceso o que se cumple un largo rito de iniciación cuando salvamos a nuestro propio padre. En cambio, la idea de un títere descendiendo a las profundidades del océano para salvar a su padre y así convertirse en un niño de verdad, parece explicar mejor el punto. Es algo que ocurre en la realidad: nos hacemos conscientes de que vivimos en el tiempo e intentamos comprender a nuestros padres para seguir viviendo. Y sin embargo, una marioneta con su padre a cuestas parece ser suficiente para aclarar toda la idea.
Con La invención de la soledad, Auster ha dejado de ser un títere del lenguaje, del dinero y del abismo que nos separa a todos del mundo que nos ha tocado vivir. Ha logrado ser un niño de verdad. O también: se ha convertido en un narrador, en un padre que sabe que inventar historias es una manera de estar vivo.