Alfabeto

A es de un año nuevo que va a cargar a cuestas uno viejo, el siniestro 2008, que probó en todos los tonos que eran ciertos nuestros temores más irracionales, que puso en evidencia que pronto tendremos que hablar en clave por teléfono, que dejó en claro que si viéramos las cosas desde arriba, si tuviéramos a mano la verdad, nos despediríamos de nuestras pretensiones de democracia como se despide en una funeraria a un pariente que nadie pensó que iba a morir.
 B es de pobre Bogotá, extraviada, atorada y descompuesta, bajo la vigilancia de un alcalde al que todavía le queda tiempo para posesionarse.
 C es de ese tercer canal que nadie está pidiendo si va a ser habitado por reporteros resignados, actores genéricos y vampiros filipinos que duermen en cámaras de bronceo.
 D es de “Dios sabe cómo hace sus cosas” porque alguien en el mundo tiene que saberlo.
 E es de escribir la vida que se ve, de la mañana a la noche, a pesar de los espíritus malignos que gritan “silencio”.
 F es de aquel fútbol colombiano que nos quedó debiendo, otro año más, un nuevo momento de gloria, una selección de mayores que juegue como si le interesara, un campeonato de clubes que no parezca un peligroso negocio de familia.
  G es de la expresión “generosidad de espíritu” porque, a punta de falsos profesores que enseñan a odiar lo que hacen los demás, de comentaristas que parten del prejuicio, nos hemos acostumbrado a que sea sólo una expresión.
 H es de la hipocresía de aquellos medios que denuncian a los amigos del mesías de DMG sin voltearse a mirar la lista de sus propios amigos.
 I es de un invierno que no cesa como si el mundo, no sólo Colombia, se hubiera convertido por fin en una película de desastres.
 J es de los monosílabos, ja, je, ji, jo, ju, que produce ese personaje colombianísimo que en YouTube responde al nombre de El pequeño tirano.
 K es la letra que no nos sirve de nada al final del día (se puede formar “kepis”, “kilo”, “kiosco”) cuando jugamos Scrabble para decirnos que nos gustaría ser viejos al tiempo.
 L es de los lugares comunes en los que caeremos tarde o temprano: porque dicen, por ejemplo, que nadie puede escapar de la crisis de los cuarenta. 
 M es de miedo: de amanecer convertido en un insecto apático, de haber vuelto a un punto de la historia en el que decir lo que se piensa es correr un riesgo, de tener que mirar a los cuatro puntos cardinales antes de cruzar la calle: de puro miedo.
 N es de cierta nostalgia por una vida en la que sabíamos, los dos, que ninguno de los dos iba a morirse antes que el otro.
 O es de una oposición mediocre que se vende cuando nadie está mirando, que jura que los malvados son los otros, que no hace el trabajo por el que le estamos pagando: protestar, con pruebas, por todos los que no tenemos tiempo para hacerlo.
 P es de la pirámide mayor que sigue desmoronándose, la economía mundial, porque explotar a los demás se agota aunque se agote más tarde que temprano.
 Q es la letra inicial de esa pequeña pregunta, “¿qué?”, que nos despierta mientras leemos el periódico.
 R es de la risa malévola, de villano de historieta, con la que terminaron el año el joven ministro que no tiene vergüenza, el ministro viejo que un día quiso darle en la jeta al presidente, el ministro que alcanzó la proeza de probar que un cohecho podía cometerse a solas.
 S es de sobrevivir a punta de los libros de Philip Roth que tengo apilados sobre la mesa de noche, de la película que Scorsese estrenará a finales de agosto, de las temporadas de las series de televisión que en DVD se ven como si se leyera una novela.
 T es del tiempo que pierde usted, pequeño mezquino, envidiando todo lo que tiene su vecino.
 U es de un comportamiento de buena fe, el uribismo, que no es más que seguir a un falso exorcista poseído por él mismo.
 V es de esa vergüenza profunda que produce haber vivido tantos años en una especie de dictadura interminable que no da campeones mundiales ni obras públicas de vanguardia.
 W es del whisky que se zampan los padres de la patria en vasos de plástico para olvidar las monstruosidades que votan en la madrugada.  
 X es la firma que tendrán mañana los alumnos de hoy si seguimos tratándolos como clientes que tienen siempre la razón.
 Y es el dibujo que resume lo que se nos vendrá, a todos, en los siguientes doce meses.
 Z es por esa zozobra que ha llegado intacta aquí, a enero del pendiente 2009, mientras atravesamos una avalancha de noticias escalofriantes en este empeño que llamamos vida.