Ya no más. Ya estuvo bien. Cumplo 33 años el mes que viene. La vida me cambia año por año, para bien o para mal, a pesar de los esfuerzos monstruosos que hago para vivir en una burbuja en la que todo sea como era en las apacibles vacaciones del colegio. La vida me cambia apenas me volteo a mirarla, digo. Y sin embargo sigo oyendo, cada vez que me asomo a la sociedad, las mismas mentiras, las mismas excusas, las mismas escenas, las mismas sentencias que he oído desde que tengo memoria. Salgo a la calle y las veo. Prendo el televisor y ahí están. Abro los periódicos y las vuelvo a leer. Ya no más. Ya estuvo bien. Quiero decir, queridos graduandos, que la responsabilidad de alguien que tendrá el privilegio de graduarse es no caer en los lugares comunes que sabemos.
Denme un párrafo para
explicarlo. La sociedad funciona hoy como ha funcionado desde el principio:
como una gigantesca producción de Hollywood. Primero están esos “productores” sin
rostro que mandan a escribir el libreto que debe seguir el mundo hasta que la
gente sólo sea una cifra en una gran calculadora. Después vienen esos
“directores” que, a cambio de unos años de poder, ponen en escena lo pactado. Y
al final estamos nosotros, estos “actores” que hacen planes para el próximo fin
de semana, que nos dejamos manipular en lo público porque lo que en verdad nos
interesa es lo privado. Nuestra responsabilidad (y nuestra salvación: nos devuelve
en la intimidad la libertad que perdemos afuera) es volvernos buenos personajes:
seres irrepetibles que logran escaparse de una manada de mediocres.
Lean algún periódico
algún día de estos. Mírenlo de arriba abajo. Sin afanes. La realidad se cuela,
como los ojos detrás de una máscara, en medio de todas las mentiras. Así que
les será fácil sacar conclusiones como estas:
Futuros jefes: no se
aferren a la silla del que manda, como estos dictadorzuelos tropicales que
aguantamos, porque a nadie le gustan esos malos perdedores que mueren con el
dedo índice levantado. Futuros yuppies: no se queden en las frases en spanglish
ni en los gestos caritativos en un planeta que se cae de su peso. Futuros
deportistas: no prometan triunfos. Futuros vagos: no se hagan los profesionales
serios con una hoja de vida intachable. Futuros oficinistas: no se queden atrapados
en trabajos sin salida, fingiendo que terminan un informe mientras revisan en el
peligroso Facebook quiénes son mucho más felices que ustedes, listos todo el
día a irse a la tienda de la esquina a reducir a sus jefes a las categorías de
malnacidos o de idiotas.
Futuras celebridades: no
se traguen el cuento de la fama (no se dejen volver bestias de circo) ni le
gasten más tiempo a venderse que a hacer su trabajo. Futuros fanáticos:
recuerden que sólo una sociedad a medio hacer cree en personas mágicas, en
villanos endiablados o en superhéroes de verdad. Futuros clientes: no confíen
en nadie que les diga que tienen toda la razón. Futuros negociantes: no se
acostumbren a pagar sobornos para ganar licitaciones ni se habitúen a cobrar por
debajo de la mesa. Futuros corruptos: acepten sus culpas sin eufemismos, no
digan “tengo mi conciencia tranquila”, apenas los agarren con las manos en la
masa. Futuros arribistas: no dediquen todas sus energías a triunfar en España
ni se sientan obligados a reírse de los chistes de los extranjeros. Futuros
políticos: ya. Futuros mafiosos: no se metan con los políticos, no se dejen
infiltrar por los políticos, no les digan “doctor” que no lo son y no les crean
que van a tomarse el poder un día juntos porque en verdad van a deshacerse de
ustedes (van a someterlos a la justicia, a extraditarlos) apenas consigan lo
que quieren.