Bailarina en la oscuridad

Calificación: ****. Título original: Dancer in the dark. Año de producción: 2000. Cámara, Guión y Dirección: Lars Von Trier. Música: Björk. Fotografía: Robby Müller. Coreografía: Vincent Paterson. Actores: Björk, Catherine Deneuve, David Morse, Peter Stormare, Jean-Marc Barr, Joel Gray. Zentropa.

Ocurre en Estados Unidos. Selma Jezkova tiene un hijo de 10 años, está a punto de quedarse ciega y trabaja en la prensa de una fábrica de objetos de acero inoxidable. Desde que llegó de Checoslovaquia, con la esperanza de encontrar el país de la música y las coreografías, ha vivido con Gene, su hijo, en un remolque. Sus vecinos y arrendadores, Bill y Linda, los han cuidado como si los cuatro, juntos, fueran una familia. Kathy, su compañera de trabajo, se ha convertido en algo así como su hermana adoptiva. Y Jeff, un paciente admirador que a pesar de los múltiples rechazos quiere ser su novio, la espera todas las tardes a la salida del trabajo.

Selma es, en el fondo, una niña. El sentido de su vida, la razón por la cual amanece, respira y trabaja, es evitar la ceguera de su hijo. Si trabaja, si hace todo lo que hace, es para conseguir el dinero que le permitirá pagar la operación del niño. Su mundo es gris, triste y asfixiante, pero ella, como una niña americana, es capaz de verlo encantador, alegre y lleno de colores. Sólo si alguien amenazara la vida de su hijo, sólo entonces, sería capaz de una agresión. Selma es, sobre todo, una buena madre.

Prepara, junto con sus compañeros de trabajo, una versión teatral de La novicia rebelde. Adora los musicales y suele ponerlos en escena en su cabeza. Siempre que la realidad se le viene encima, cada vez que está a punto de rendirse ante la gravedad de los hechos, su imaginación se inventa, sobre la base de los sonidos de los metales, los trenes y las máquinas, sobrecogedores números musicales protagonizados por ella y por las personas que la rodean. Selma es, como todos, una artista: finge una realidad, la suya, a partir de todas las cosas que conoce.

Bailarina en la oscuridad es un musical imborrable. Se queda ahí, en alguna parte del cuerpo, hasta que uno comienza a entenderlo. En el Festival de Cannes, en donde recibió la Palma de Oro, fue abucheado y ovacionado al mismo tiempo. Porque, cuando se termina, se tiene la sensación de haber asistido a una noticia de las páginas judiciales. A un melodrama chantajista a medio camino entre los postulados del Dogma 95 y las convenciones de la miseria.

Pero no, no es un engaño. Es un documental al que no le interesa ser verosímil sino narrar la extraordinaria historia de un sacrificio y recrear la emoción de las grandes escenas del cine mudo, la ópera y los musicales. Björk, la compositora y cantante islandesa, respira y padece como Selma. Catherine Deneuve la acompaña. Y Lars Von Trier, el director, que ya ha contado esta historia en Contra viento y marea y la ha extrañado un poco en Los idiotas, ha compuesto, en la tradición de los musicales de Hollywood, momentos tan sublimes como el baile en la soledad de Julie Andrews, la venta de flores de Audrey Hepburn y la canción bajo la lluvia de Gene Kelly.