La casa de las dagas voladoras

Calificación: ***. Título original: Shi mian mai fu. Año de producción: 2004. Dirección: Zhang Yimou. Guión: Li Feng, Zhang Yimou, Wang Bin. Actores: Takeshi Kaneshiro, Andy Lau, Zhang Ziyi, Song Dandan.  

En el siglo noveno, en la China conducida por la dinastía Tang, dos nobles capitanes de la guardia imperial reciben la siguiente orden: seguir paso por paso a una mujer ciega, Mei, una maestra en las artes marciales que finge ser una simple dama de compañía, mientras se pierde en el bosque en donde se esconde un misterioso, temerario, esperanzador grupo subversivo (al que acaso ella pertenezca) llamado "La casa de las dagas voladoras". La idea del régimen es, por supuesto, exterminar a aquel ejército rebelde. Y todo parece indicar que ir detrás de Mei, ser testigos de sus heroicos combates con solo un par de cuchillos (en el asombroso "juego del eco", en los árboles, en los campos sembrados), es la mejor manera de llegar al campamento en el que se planea la revolución. Pase lo que pase, las imágenes que se recogerán durante el viaje serán extraordinarias, veinticuatro pinturas por segundo. A ningún espectador, ni siquiera al más desconcertado, le cabrá duda al final de que ha visto una obra admirable.

Dirigida por el perceptivo Zhang Yimou, responsable de obras tan conmovedoras como Sorgo rojo, Ni uno menos y Camino a casa, La casa de las dagas voladoras le hace honor a un tradicional género narrativo chino, el "wuxia" (o "heroísmo de artes marciales"), que se hizo muy popular en Taiwán y Hong Kong en los años sesenta, y que, aun cuando exige a su público la suspensión de la incredulidad, pues se trata de un melodrama épico plagado de coincidencias imposibles, armas salidas de la nada y desafíos a la ley universal de la gravedad, les ha servido de referencia a algunos de los más famosos cinéfilos de Hollywood, el Tarantino de Kill Bill o los hermanos Wachowski de The Matrix, por ejemplo, a la hora de resolver las secuencias más recordadas de sus producciones. Cine "wire-fu": así, por cuenta de esos combates de kung-fu entre personajes colgados de cables, han apodado los críticos occidentales al género que nos ocupa.

Quizás El tigre y el dragón, de Ang Lee, siga siendo la más exitosa de las versiones "occidentalizadas" de este tipo de aventuras: hasta hoy, en cualquier caso, sigue siendo la película extranjera que más dinero ha recaudado en las taquillas de los Estados Unidos. Pero tal vez sea Héroe, el anterior trabajo de Yimou, el más logrado de estos nuevos relatos. Algo más que este, La casa de las dagas voladoras, que en cualquier caso, aunque por momentos parezca enamorado de sí mismo (¿cuántas veces irá y vendrá el cuchillo ese?, ¿la cámara lo sacrificará todo por otro encuadre sorprendente?) y no obstante al final se diluya en una historia de amor que llega demasiado tarde, cuando es difícil sentir empatía por aquella situación sin salida, tendrá que ser reconocido a la hora de los balances como uno de los largometrajes mejor filmados que han aparecido en los teatros del mundo en los últimos meses.