Tercer Capítulo: Más allá de la novela

El relato como necesidad humana     

Es 1985 y, después de ser rechazada por once editoriales, Ciudad de cristal es publicada. La editorial encargada, además, hace un acuerdo con Paul Auster para imprimir dos novelas más que conformarán, junto con Ciudad de cristal, una trilogía de novelas que parten de Nueva York y del género policíaco para indagar sobre la naturaleza de la vida humana. A pesar de no pertenecer al género de la novela negra, Ciudad de Cristal es nominada al premio Edgar que otorgan los escritores de misterio de Estados Unidos. En 1986 aparece Fantasmas, la segunda entrega de la trilogía, que es una reelaboración de Blackouts, la obra de un solo acto que Auster escribió en los setenta: se trata de la historia de Blue (Azul), un detective privado que es contratado por White (Blanco) para espiar a Black (Negro). El caso adquiere, como en Ciudad de cristal, proporciones metafísicas: Blue espía a Black y, en un proceso que toma demasiados meses, renuncia a toda su vida: la novia con la que se va a casar, su familia, su oficina. Blue se dedica todos los días a una única labor: espiar a Black, un hombre que escribe. Desde la ventana del edificio de enfrente, Blue ve a Black escribiendo, inclinado sobre su escritorio. A veces lo ve leer Walden, el libro de Henry Thoreau que explora el tema de la soledad. Como en Ciudad de cristal, Blue decide establecer contacto con el que espía y, gracias a esa decisión, descubre que ha sido engañado. En 1987, aparece la tercera entrega de la trilogía, La habitación cerrada, que lleva al extremo el tema de la suplantación de personalidad: un escritor llamado Fanshawe desaparece y, después de un tiempo, su mujer contacta al que fuera su mejor amigo. Esos eran los últimos deseos de Fanshawe: que su amigo de infancia y juventud se encargara de publicar las novelas, los poemas y los ensayos que había escrito antes de desaparecer; Fanshawe sabía que una de las características de la vida es que puede acabarse en cualquier momento y le había dicho a Sophie, su esposa, que en caso de que el final llegara sin avisar, su amigo, el narrador de la historia, debería encargarse de la divulgación de su obra. En el proceso, el narrador se enamora de Sophie, que además está embarazada, y sustituye a Fanshawe en todas las facetas de su vida.  

Paul Auster: Cada novela de la trilogía, supongo, es sobre una clase de pasión excesiva. la historia de Quinn alude a Don Quijote, y las preguntas que aparecen en los dos libros son muy similares: ¿cuál es la línea divisoria entre la locura y la creatividad, ¿cuál es la linea entre lo real y lo imaginario?, ¿está loco Quinn por hacer lo que hace? (...) En Fantasmas, el espíritu de Thoreau es dominante: se trata de otra pasión excesiva. La idea de vivir una vida solitaria, de vivir con una intensidad monástica, y todos los peligros que eso representa (...) En La habitación cerrada, a propósito, el nombre Fanshawe es una referencia directa a Hawthorne. Fanshawe es el título de la primera novela de Hawthorne (...)16. 

En 1987, también, apareció la cuarta novela de Auster. En esta novela no había referencias al género policíaco. Más bien, se trataba de un libro de contenido supuestamente apocalíptico, que en realidad era una carta de una mujer al que fuera su novio, desde un lugar perdido en el mundo. Las primeras treinta páginas de El país de las últimas cosas le habían gustado tanto a Siri Hudsvedt que, para presionar a Auster a terminar el que ella llamaba "su libro", lo había obligado a publicarlas en el Paris Review. El país de las últimas cosas es una carta de Anna Blume en la que se describe un lugar destrozado, una ciudad que es unas ruinas y está habitada por personas que desaparecen todos los días. Se trata de un país en el que todo cambia o desaparece constantemente. Anna Blume narra en su carta la forma en que aprendió a vivir en esas condiciones.  

Joseph Mallia: De la misma manera como muchos críticos clasificaron La trilogía de Nueva York como misterio, hubo muchos artículos sobre este libro que lo clasificaron como ciencia ficción apocalíptica.  

Paul Auster: Esa era la cosa más alejada de mi mente mientras la escribía. De hecho, mi subtítulo privado de trabajo para el libro era "Anna Blume camina a través del siglo XX". Sentía que era un libro sobre nuestro momento (...).  

Joseph Mallia: ¿En qué está trabajando ahora? 

Paul Auster: Estoy terminando una novela llamada El Palacio de la Luna. Es el libro más largo que he escrito y probablemente el más enraizado en una lugar y un tiempo específicos. La acción comienza en 1969 y no va mucho más allá de 1971. Al final, supongo que es una historia sobre familias y generación, una especie de novela a la David Copperfield17.  

En El Palacio de la Luna (publicada en 1989), el huérfano M.S. Fogg, como el personaje de Hamsum, emprende un extraño proyecto de vida: después de enfrentar el hecho de que no le interesa trabajar, se dedica a leer todos los libros que su tío Victor le ha dejado como herencia. Después de leer cada uno de los libros, Fogg va a una casa de empeños y obtiene una suma mínima por el volumen. Así, Fogg lee todos los libros, los empeña, e intenta manejar el dinero que gana: aprende a comer menos, corta todos sus gastos, casi no sale de su habitación. Fogg no se plantea la posibilidad de trabajar. Ayuna. Lee. Renuncia lentamente a todo. Finalmente es expulsado de su apartamento cuando se hace evidente que no tiene dinero para pagar el arriendo. Entonces vive en la calle. En el Parque Central. Llega a la renuncia absoluta. Llega a sus huesos. Finalmente es encontrado por Zimmer, su amigo. Kitty Wu, una mujer oriental, se convertirá en su novia y logrará la salvación porque, en sus palabras, descubre que hay alguien que lo quiere. En un giro total de la historia, Fogg acepta un trabajo como secretario de Thomas Effing, un anciano que necesita dictarle a alguien su autobiografía. Una serie de coincidencias a partir de su trabajo con Effing lo llevarán a descubrir quién es su padre.

En 1988 nace Sophie, la única hija de Auster y Hustvedt. Las traducciones de Auster han sido publicadas. Ha aparecido una antología de sus poemas y ha sido invitado a dictar clases en la Universidad de Princeton. En 1989, el 9 de Noviembre, Paul Auster termina de escribir otra novela: La música del azar. Es la historia de Jim Nashe, un bombero que, al recibir una herencia del padre que casi no conoció, decide abandonar todo y conducir un Saab por los Estados Unidos. Nashe, que tampoco se plantea la posibilidad de trabajar, se encuentra con Jack Pozzi en el mismo momento en que se le está comenzando a acabar el dinero de la herencia. Los dos hombres, entonces, deciden apostar el dinero que queda en una partida de póquer contra Flower y Stone, dos millonarios que poseen un imperio. Contra los pronósticos, Nashe y Pozzi pierden todo el dinero, y para pagar las deudas de la partida, tendrán que construir un muro con las piedras que antes eran parte de un castillo europeo. Se trata del mismo castigo que, doce años antes, Auster imaginaba para Laurel y Hardy, los personajes de una de sus obras de un acto; se trata de la misma barrera que sus poemas descubrían: un límite que debe ser superado o con el que hay que aprender a convivir.

Sólo en la ficción eventos como esos (un hombre que se dedica únicamente a viajar en su carro, dos millonarios excéntricos que comen hamburguesas para niños, dos hombres que pagan una deuda de juego construyendo un muro), que también se dan en la realidad, parecen tener sentido. En La música del azar, el universo del autor comienza a ser claro: la obra austerianas es un mundo con unos personajes que se enfrentan a él, un mundo que nos ayuda a entender el nuestro. En La música del azar, también, parece ser claro que la obra de Paul Auster ha evolucionado hacia la novela. O también: las fotografías se han convertido en una secuencia que ha dado lugar a un documental cinematográfico. El documental se ha convertido en una película de ficción.  

Wolfgang Kayser, después de reconocer que la palabra "género" es confundida con la idea de grupo (lírica, narrativa y dramática; soneto, canción, limmerick; novela epistolar, novela picaresca, novela de personaje), concluye que podemos determinar el género de un texto si notamos la actitud ante el tiempo de la voz que lo ha creado (si la voz explora el presente se trata de poesía, si explora el pasado se trata de narrativa, si explora el futuro se trata de drama). Sin importar si se trata de dramas, epífanos, novelas, cuentos o películas, los relatos son, como dice el mismo Auster, una función corporal, una cuestión de vida o muerte (Sherezade salva su vida y salva a su pueblo gracias a los relatos que durante mil y una noches le cuenta al rey). Los seres humanos (en sus tribus, en sus familias) son animales que relatan. Así, el concepto de relato supera (o mejor, contiene) la idea de los géneros literarios. El relato es una actitud humana y universal ante el mundo, y el mundo no es sólo un espacio, sino un tiempo, unos seres o, resumiendo, unos hechos. 

Según el diccionario, "relato" es un "conocimiento que se da, generalmente detallado, de un hecho". Este conocimiento puede comunicarse por medio de las palabras. Y puede comunicarse ficcionalmente. O, lo que es lo mismo, inventando un hecho que, por comparación, nos lleve al hecho conocido en la realidad. En la poesía de Auster, el ojo aprehende la realidad y la voz la describe hasta que, en los últimos poemas, comienza a relatar; en la narrativa austeriana, la memoria retiene la suma de todo lo visto, y cuando lo visto es convertido en voz, cuando la voz inventa desde su soledad otro mundo, el cuerpo comienza a moverse y a relacionarse; en el drama y el cine de Paul Auster, la mente intuye, relata y sugiere las posibilidades del ojo, del cuerpo y la memoria en relación con la realidad y los demás hombres.  

Paul Auster: Nunca he podido escribir sobre eso en lo que la mayoría de los novelistas se concentran: lo que podemos llamar el momento sociólogico, el mundo de las cosas que nos rodean, el mundo de las cosas que nos rodean, el mundo de los gustos y los desvanecimientos (...) Si voy al extremo, supongo que pienso en mí más como un contador de historias que como un novelista (...). Creo que las historias son alimento fundamental para el alma. La gente no necesariamente tiene que leer novelas para satisfacer su necesidad de oír relatos. Ve televisión o lee libros de comics o va a las películas. Bajo cualquier forma en que las reciban, estos relatos son cruciales18.  

El relato tampoco es, esencialmente, un problema sociológico. El novelista puede intentar articular por medio de la ficción las ideas que tiene sobre la forma en que se comporta la sociedad en que él se mueve, pero la fuente principal de ese gesto que es su relato es su condición de ser humano. El relato no es, en esencia, una forma de usar las palabras. En términos de Haroldo de Campos, el relato supera, también, la exclusividad de los lenguajes: no necesariamente sabemos que oímos un relato por la manera en que se encuentra dicho, sino que sabemos que hay formas de decir los relatos.

Roland Barthes: Innumerables son los relatos del mundo. Ante todo, hay una variedad prodigiosa de géneros, distribuidos entre sustancias diferentes, como si toda materia fuera buena para el hombre confiarle sus relatos: el relato puede estar sustentado por el lenguaje articulado, oral o escrito, por la imagen, fija o móvil, por el gesto y por la mezcla ordenada de todas estas sustancias: está presente en el mito, la leyenda, la fábula, el cuento, la novela corta, la epopeya, la historia, la tragedia, el drama, la comedia, la pantomima, el cuadro pintado (piénsese en la "Santa Ursula" de Carpaccio), la vidriera, el cine, los comics, las noticias periodísticas, la conversación. Además, bajo todas estas formas casi infinitas, el relato comienza con la historia misma de la humanidad; no existe, no existió nunca en ninguna parte, un pueblo sin relatos; todas las clases, todos los grupos humanos tienen sus relatos, y muy frecuentemente estos relatos son degustados en común por hombres de culturas diferentes, incluso opuestas (no es este el caso, es necesario repetirlo, ni de la poesía ni del ensayo que son tributarios del nivel cultural de los consumidores): el relato se burla de la buena o mala literatura: internacional, transhistórico, transcultural, el relato está ahí, como la vida19.