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Edición revisada en 2012 por Carolina López Bernal, Natalia García Calvo
y Ricardo Silva Romero. Diseño de la colección: Santiago Mosquera Mejía y Pauline López Sandoval. Portada: Gisela Bohórquez. Revisión original:
Carolina Vallejo, de Raíz de Trébol. Portada original: Andrés Ortiz. |
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HISTORIA: Es la Semana Santa de 1998 y Ricardo Silva Romero no logra dedicarse al
oficio de escribir, a pesar de que el eneagrama, la quiromancia, la
numerología, la carta astral y el tarot coinciden en que, por llamarse
de esa manera, por ser quien es, tener las manos que tiene y haber
nacido en Bogotá el 14 de agosto de 1975 a las 8:50 de la noche, está
destinado para hacerlo. No es realismo mágico, no. Es magia de verdad.
Magia negra, brujería. Como si viéramos una película sobre un viaje por
los círculos del Infierno, recorremos de la mano del joven escritor
nueve días de su vida en los que se ve particularmente asediado por la
realidad. Mientras intenta terminar la autobiografía de un escritor de
superación personal suicida, tiene que enfrentarse a la ciudad, a los
seres deformes, a sí mismo, y, como si fuera poco, a la brujería de la
que es víctima su familia. |
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CÓMO NACIÓ: Yo sé que no es novedoso ni nada, pero tiendo a pensar que esta realidad es el infierno. Y eso quería investigar en Walkman. No fue mi punto de partida, no, no es eso. Quería ponerme a mi, a la persona que soy, en situaciones llevadas al extremo. Y contar los días en que descubrimos que en nuestro apartamento (el 603 de La Gran Vía) había brujería. Nada más. La comencé a escribir en julio de 1999 sobre la base (¿sobre las ruinas?) de un relato que había escrito en la Semana Santa de 1998 y la terminé en agosto de 2000. Recuerdo la sensación de haberla terminado. No me imaginaba, en ese momento, que jamás acabaría de corregirla.
¿Por qué no ha sido publicada? Por esto: en 2000 la entregué junto con Relato de Navidad en La Gran Vía a dos editoriales y las dos me dijeron que ambas novelas eran demasiado parecidas, que narraban desde dos puntos de vista el mismo mundo. Era cierto. Y esa era exactamente la idea: en Relato de Navidad dejar que la ficción entrara en mi mundo y en Walkman dejar que mi mundo avanzara por la ficción.
Las dos editoriales me hicieron la misma pregunta: ¿cuál de las dos quiere publicar? (en realidad me tutearon, pero suena un poco tonto cuando se escribe) y yo tomé la decisión de publicar la de La Gran Vía porque era la primera que había escrito y quería ir en orden, nada más, nada menos, nada de pensar que una era mejor que la otra, siempre he tenido claro que no debo avergonzarme de nada ni juzgar las cosas que escribo porque siempre es otro (el que fui) el que las redactó. Es más: ni siquiera tengo memoria de cuándo las he redactado.
Elegí la novela de La Gran Vía. Y fue una buena decisión. Y desde ese entonces, esperando que pasara el tiempo y que, como me dijeron alguna vez, no se sientiera que sólo podía escribir una novela, corregí Walkman de a poquitos mientras avanzaba en otros relatos. La última corrección, de 2004, supervisada por mi amiga Carolina Vallejo, a quien le debo el renovado interés por el libro (ella llegó a imprimir un ejemplar, el único que existe, del texto que trabajamos juntos), es una versión definitiva porque me di cuenta de que nunca más iba a tener energía para trabajar en ella por la simple razón de que cada vez iba a sentir más y más que tendría que haberla escrito diferente: diferentes personajes, diferentes, escenarios, diferente todo. Aún me gusta el subtítulo: novela de superación personal.
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