Dios mío: envíale a Germán Pardo García-Peña,
que apareció en Bogotá el 14 de enero de 1976,
y desapareció en paz, en Honda, el 8 de agosto de 2003,
el eco de esta oración por el regreso del mundo,
que elevo a unos centímetros de su retrato.
Cuéntale que cargué su ataúd el 10 de agosto.
Que le hablo en su osario, en una esquina de piedra,
como si él asintiera, a salvo, con los ojos cerrados.
Que quiero ser viejo -íbamos a serlo- para oírlo de nuevo.
Que mis rodillas se pelan porque me resisto
a levantarme, sin todos mis miedos, en su ausencia,
pero que aún soportan el peso de todas mis voces.
Se ha quedado joven, dile, en el portarretratos de nunca jamás,
ante el auditorio mudo que deja morir a las hadas,
con su cansancio de ángel anónimo:
doy un aplauso prudente, a las 12 y 27 de la noche,
porque ahora creo en su fantasma.
Si puedes verlo, repítele, sílaba por sílaba, estas nueve palabras:
“No puedo vivir sin usted: no sé cómo vivo”.
No lo despiertes, no. Déjalo dormir si duerme en calma.
Escrito por Ricardo Silva Romero en noviembre de 2003