Pequeñas voces

Esta película animada en 3D, hecha en Colombia, es una emotiva reconstrucción de la guerra que viven los niños.

Calificación: ***1/2 (tres estrellas y media)  

Título original: Pequeñas voces Año de estreno: 2011 Género: Animada Guión y Dirección: Jairo Carrillo y Óscar Andrade Voces de niños desplazados por la violencia.  

No hay que temerle a esta película tan buena hecha en Colombia. No hay que temerle a Pequeñas voces. Vale la pena verla porque su estupenda animación en 3D la hace aún más conmovedora como experiencia, porque, a partir de testimonios estremecedores y de dibujos que se atragantan, consigue darles vida a las vidas rotas de cuatro niños desplazados por el conflicto colombiano, y porque de esa manera no nos deja olvidar que hoy, después de tantos años de horror, nuestra forma de ser sigue siendo la guerra. Vale la pena verla, repito, porque nos perturba, nos alarma y nos recuerda en qué clase de tierra seguimos viviendo. Pero, para los espectadores que no se sienten capaces de ver “otro relato sobre lo que está pasando en el país”, para aquellos que no quieren saber nada más de horrores ni quieren en la garganta un nudo de los que sabemos, quizás sea bueno hacer la siguiente aclaración: que lo que vuelve imperdible a Pequeñas voces es una emoción profunda, que se parece mucho más a la esperanza que al dolor, que sus imágenes producen desde el principio hasta el final. 

Pequeñas voces se construyó, a puro pulso, durante los diez años pasados. El cineasta colombiano Jairo Carrillo reunió por el camino a un extraordinario equipo de trabajo (desde el codirector Óscar Andrade hasta la diseñadora Adela Manotas) con el propósito de contar las historias de esos niños que un mal día se ven forzados a venir a Bogotá para salvarse de la brutalidad de los salvajes ejércitos ilegales que patrullan este gigantesco país invisible. Los cuatro protagonistas, elegidos, por representativos, de entre un grupo de más de doscientos, relataron su experiencia al tiempo que la dibujaban. El resultado es un largometraje animado de primera que, más que los hechos que llegan a los noticieros, pone en escena la valentía con la que el espíritu es capaz de lidiar con las pesadillas que se viven en Colombia.  

Sí, Pequeñas voces nos pone cara a cara con lo que pasa aquí todos los días: no nos deja en paz, como tantas películas de cartelera, porque la paz no puede ganarse a punta de indiferencia. En medio de la compasión, que la mueve hacia delante, cae en un par de recursos que distraen para mal (pienso en los momentos oníricos y en las voces turbias de los adultos), pero que pronto dejan de ser defectos para convertirse en simples características: pues seguir sus tramas es ser testigo de un verdadero triunfo del espíritu, recordar, con un curioso optimismo con los pies en la tierra, que no hay que dar por sentada la supervivencia, y celebrar que otras cuatro personas han logrado escapar al infierno aferrándose a las pequeñas glorias de la vida. ¿Vieron Vals con Bashir? ¿Vieron Persépolis? ¿Han leído alguna de esas gigantescas narraciones de guerra que prueban que un hombre se dobla pero no se rompe? Eso es Pequeñas voces: una épica que en verdad sucede adentro.