Mujer seductora, amante perfecta

Calificación: ***. Titulo original: A Good Woman. Año de estreno: 2004. Dirección: Mike Barker. Guión: Howard Himelstein, basado en Lady Windermere's Fan de Oscar Wilde. Actores: Helen Hunt, Scarlett Johansson, Tom Wilkinson, Stephen Campbell Moore, Mark Umbers, John Standing.   

La semana que viene comienza el viaje de Mujer seductora, amante perfecta por los cada vez más arriesgados cines colombianos. Se trata de la sensata adaptación de una obra de Oscar Wilde llamada El abanico de Lady Windermere. En inglés ha sido rebautizada Una buena mujer a partir del subtítulo original con el que apareció en 1892: "comedia sobre una mujer buena". En español, al menos en Colombia, tendrá que llevar a cuestas un título que parece el comienzo de un aviso clasificado. Lo más probable es que, sin embargo, encuentre pronto a su público: un espectador que anhela las tramas elegantes, los montajes cuidadosos, los diálogos plagados de frases célebres y las actuaciones delicadas.

Mujer seductora, amante perfecta, que no ha llegado a los cines por el ingenio abrumador de la literatura de Wilde (que ha dado origen a más de cien producciones desde 1908) sino por la innegable popularidad de la actriz Scarlett Johansson, cuenta la historia de una mujer, Lady Erlynne, a la que la aristocracia británica ha estereotipado como la amante que suele acabar con todos los matrimonios conocidos. La historia no sucede en la Inglaterra de finales del siglo diecinueve, como en la comedia original, sino en una pequeña villa italiana adornada con el gusto de los años treinta. Allá, en los bordes de Italia, los ingleses siguen siendo los ingleses. Y Lady Erlynne será recibida, en un primer momento, como la arpía que se ha empeñado en arruinar el joven matrimonio de los Windermere. Y será mirada de reojo por un grupo de personajes decadentes, desde el enamoradizo Lord Darlington hasta el irredimible Tuppy, en el empinado camino a la reivindicación de su nombre.

La escenografía, la fotografía, el vestuario: la elegancia de la puesta en escena, orquestada por el eficiente Mike Barker, hará lo posible para soportar el ingenio inagotable del autor de dramas como La importancia de llamarse Ernesto, Un marido ideal y Una mujer sin importancia. Las sentencias divertidas, que prueban que en Wilde el cinismo no es una forma de ser sino un juego de palabras, no pararán de llegar durante toda la película: "América es la única sociedad que ha pasado del barbarismo a la decadencia sin haberse molestado en crear una civilización"; "todos estamos en el pozo pero algunos miramos hacia las estrellas"; "experiencia es el nombre que todos le dan a sus errores"; "es absurdo dividir a las personas en buenas y malas: las personas son encantadoras o aburridoras"; "las lágrimas son el refugio de las mujeres simples: las niñas lindas van de compras".

Y a los estupendos actores, acostumbrados a los guiones mediocres de esta era, se les llenará la boca de una serie de ironías que mueven el relato hacia delante. Y al final sabrán llevar a sus personajes por el camino de una esperanza que es el giro final (la marca de estilo) de las mejores obras de Oscar Wilde.