El libertino

Calificación: **1/2. Título original: The Libertine. Año de estreno: 2006. Dirección: Laurence Dunmore. Guión: Stephen Jeffreys. Actores: Johnny Depp, Samantha Morton, Rosamund Pike, John Malkovich, Tom Hollander, Jack Davenport, Richard Coyle.  

En los últimos años del siglo XVII, la era de la restauración del reino de Inglaterra, el poeta satírico John Wilmot, segundo conde de Rochester, se empeña en convertir a la señorita Elizabeth Barry en la mejor actriz de Londres. El desterrado Wilmot, ese libertino que señala el título, vuelve a la ciudad para escribir un drama a petición del rey Carlos II. Y muy pronto, entre la tras escena de los teatros reales, las bacanales con su grupo de amigos aristócratas y los oscuros pasadizos en su palacio de Oxfordshire, descubre que la relación con su esposa se agota día por día, que no soporta el clima político de su tiempo y que (como le sucedió a Pigmalión con su escultura) se ha enamorado hondamente de su propia creación: la mujer a la que ha preparado para convertirse en la estrella de los escenarios londinenses.

Su destino quedará sellado el día en que presente la obra que el rey le ha encomendado. Su irreverente sentido del humor, en tiempos de reverencia, lo conducirá a la tragedia.

O esa es, al menos, la historia que cuenta El libertino. Que es una buena película sobre aquella vida sumergida en el alcohol, en el sexo que persigue las enfermedades venéreas y en la ira de la que jamás se regresa. Su cámara temblorosa, sus monólogos frente al lente y su iluminación en las tinieblas logran darle cierto realismo (nos acerca) a una época que en un primer momento se ve tan lejos en el tiempo. Su trama se reduce, sí, a la decadencia del poeta, pero, en medio de esa caída agotadora, consigue hablar de la farsa de la política, de lo sagrado de la actuación, de las ironías del amor. Y cuenta con una maravillosa interpretación (otra más) de ese mismo Johnny Depp que, entre tantos otros, se transformó alguna vez en el monstruo de El joven manos de tijeras, el periodista sicodélico de Miedo y asco en Las Vegas o el bárbaro desdentado de Piratas del caribe. Verlo diciendo "¿les agrado ahora?", en el plano final de la producción, es toda una experiencia.

Así es. Es el trabajo de Depp lo que convierte a El libertino en un largometraje coherente: el último drama de un hombre que, bien o mal, vivió a su manera. Pero, si el resto del elenco no estuviera a su altura, seguro que estaríamos ante una película condenada a ser trasmitida por Hallmark en los descansos de los comerciales: John Malkovich, en el contenido papel del rey Carlos, repara una carrera que se estaba convirtiendo en una suma de tics; Samantha Morton, en el rol de la actriz Elizabeth Barry, retrata con valor a una mujer que hace lo que puede para no dejarse avasallar por su propia vulnerabilidad; y Rosamund Pike, en la difícil tarea de interpretar a la esposa del protagonista, nos pone de su lado con una serie de miradas que nos recuerdan la angustia que produce amar de verdad a una persona. Estamos, pues, ante una película de actores. Y eso es siempre una buena noticia.