Secreto en la montaña

Calificación: ***1/2. Título original: Brokeback Mountain. Año de producción: 2005. Dirección: Ang Lee. Guión: Larry McMurtry y Diana Ossana, basado en el cuento de Annie Proulx. Actores: Jake Gyllenhaal, Heath Ledger, Michelle Williams, Anne Hathaway, Randy Quaid, Linda Cardellini, Anna Faris. 

Los encuadres dignos de cualquier clásico del cine norteamericano, la paciencia con la que se desarrolla el primer acto del drama y la interpretación contenida de Heath Ledger (tres evidentes virtudes de Secreto en la montaña) nos invitan a no olvidar que el retraído Ennis Del Mar, a punto de casarse con su novia de siempre, no esperaba, no quería, no podía enamorarse del joven Jack Twist en aquel verano de 1963. En los años cincuenta, cuando era un niño sin enredos en la cabeza, su papá lo llevó a las orillas de un río para que viera con sus propios ojos cuál era el destino de los homosexuales en Wyoming: la imagen de un cadáver castrado, quizás apaleado hasta morir por su propio padre, acompañó a Del Mar todos los días desde entonces. Y desde entonces tuvo claro, por supuesto, que sentirse atraído por otro hombre no era una posibilidad. Que se deje llevar por sus impulsos, que no consiga dominar lo que siente por su nuevo amigo en aquellos parajes, prueba tres cosas al tiempo: la vida es la suma de todo lo involuntario que nos sucede; el amor nos devuelve siempre al lugar en donde estábamos; y la naturaleza, tan mentada en estos casos, no mira de reojo a ninguna persona.

Secreto en la montaña no tiene nada de relato escandaloso, nada de progresismo culposo, nada de revisionismo de géneros cinematográficos. No es, mejor dicho, esa famosa película de vaqueros protagonizada por dos pistoleros gays que se le ha tratado de vender al público desprevenido. Con su inquietante contemplación del paso del tiempo, eso sí, se ha ganado un lugar dentro de una tradición narrativa estadounidense que desde hace muchos años se ha empeñado en rescatar del olvido a la triste Norteamérica rural. Ahí, en esa tradición, están las miradas poéticas de escritores como William Faulkner, Raymond Carver y Cormac McCarthy. O, en el cine, largometrajes de la altura de Matar a un ruiseñor, La última función y (más reciente) Legado de violencia. Se trata, en pocas palabras, de un relato que (como el blues o el country) les devuelve la voz a los gringos marginales que sólo tienen el paisaje de consuelo.

El novelista Larry McMurtry, uno de los dos guionistas de Secreto en la montaña, ha hecho una carrera dentro de este tipo de ficciones: seguro que ha adaptado el cuento de Annie Proulx con los ojos cerrados. Resulta apasionante, en cambio, que el taiwanés Ang Lee (que se volvió dramaturgo inglés cuando filmó Sensatez y sentimientos y fanático de los cómic cuando dirigió Hulk) una vez más haya conseguido hacer suya una cultura ajena que parece indescifrable. Ciertos personajes secundarios se le quedan en el aire. Y los dos protagonistas se le envejecen a la fuerza. Pero su manera de seguirlos a todos, tan compasiva como la naturaleza, ha convertido un melodrama convencional en una fábula vigorosa sobre lo fácil que es perder la vida que tenemos.