Plan perfecto

Calificación: ***. Título original: Inside Man. Año de producción: 2006. Dirección: Spike Lee. Guión: Russell Gewirtz. Actores: Denzel Washington, Clive Owen, Jodie Foster, Christopher Plummer, Willem Dafoe, Chiwetel Ejiofor. 

Lo de menos es el robo en esta película de robos. Lo que importa en Plan perfecto es el valioso retrato de Nueva York (el documental indiscreto) que su director, el osado Spike Lee, va haciendo, de secuencia en secuencia, sin entorpecer la angustiosa trama de suspenso: la Nueva York que espera la resolución del asalto a ese banco, el Case Bank de Manhattan, es un lugar habitado por individuos temerosos que hacen lo posible para no sentirse extranjeros.

No es la primera vez, ni más faltaba, que Lee descubre la realidad de su ciudad en una historia sensacionalista: el día más caluroso del año revelaba, en Haz lo correcto (1989), que la ley de la calle es la ley de la selva; el romance extramarital entre un hombre negro y una mujer blanca, en Fiebre de jungla (1991), ponía en evidencia el racismo que negamos en horas de oficina; el último día de libertad de un tipo sin suerte dejaba ver, en La hora 25 (2002), la desazón de un mundo hecho a la idea del Apocalipsis. Y ahora Plan perfecto, un largometraje menor pero fascinante,le agrega a su obra una pregunta incómoda: ¿cuál es la verdad detrás de nuestra solidaridad?

Es una vergüenza, claro, pero en las grandes películas de robos (a la cabeza vienen Tarde de perros, Cambio rápido, El golpe) uno siempre está del lado de los ladrones: son héroes que continúan el trabajo que Robin Hood comenzó en tiempos del príncipe Juan, figuras que derrotan, a punta de ingenio, a un poderoso enemigo que vive de los inocentes (los bancos, los casinos, los millonarios indolentes), que se enfrentan, en nombre de todos, a la dictadura de las corporaciones. Resulta todo un experimento, toda una declaración de principios, pues, que Plan perfecto no nos deje identificarnos con ninguno de sus protagonistas: entendemos los dilemas por los que atraviesa cada uno, nos interesa lo que les ocurre a los asaltadores, los rehenes, la negociadora sin alma, el dueño de la financiera, el detective que sólo quiere abrazar a su esposa, pero no son ellos, cerebrales e inflexibles, sino la gente de Nueva York, así, en masa, descendiente de tantas tragedias, la que recibe nuestra solidaridad de espectadores.

Quien llegue a Plan perfecto en busca de entretención, aclaro, no volverá a su casa decepcionado: quizás eche de menos la película de acción que podría haber sido en manos de un director menos comprometido con sus obsesiones. Quien entre a la caza de las buenas actuaciones de un elenco inmejorable, de los hallazgos visuales de un cineasta incapaz de filmar un plano inexpresivo, de los cuadros satíricos que han sido desde el comienzo la esencia del cine de Spike Lee, regresará, en cambio, con la sospecha de que ha recibido otro alegato político del mismo hombre que en 1992 filmó la biografía de Malcom X.  Se trata de una especie de milagro: de una película de Lee que cada quién recibirá como prefiera.