La travesía del emperador

Calificación: ***1/2. Título original: La marche de l'empereur (March Of The Penguins). Año de producción: 2005. Dirección: Luc Jacquet. Narración (inglés): Morgan Freeman. Voces (francés): Charles Berling, Romane Bohringer, Jules Sitruk.  

Sucede cada año, a 40 grados bajo cero, en los paisajes impenetrables de la región antártica. Cientos de miles de pingüinos emperador (los únicos capaces de aguantar 22 minutos bajo el agua, de nadar a 565 metros de profundidad y de reproducirse en el frío más inclemente del planeta) viajan al lugar en donde nacieron con el propósito de encontrar una pareja. Marchan a siete kilómetros por hora como soldados de película. Soportan los ataques de las aves carnívoras, los asaltos de las focas leopardo y los embates de un viento helado que alcanza velocidades inverosímiles. Pero llegan, finalmente, al sitio que buscaban. Y entonces comienza la seducción. Llega el matrimonio. La hembra le pasa al macho el huevo que ha puesto para que sea él quien se encargue de la incubación. Y así comienza una aventura –tan bien contada por este documental sorprendente- que nos llevará de vuelta a la idea de que la vida tiene mucho de milagro.

Si el pingüino emperador no se ha extinguido es porque, aparte de vivir en comunidades solidarias (se agrupa para combatir el frío hasta alcanzar temperaturas de 20 grados), ha elegido para vivir un territorio en el que la acción depredadora del hombre es imposible. Sólo un loco sería capaz de pasar una temporada en la Antártida. Sólo un loco arriesgaría su vida para, por ejemplo, ser testigo de las historias de vida o muerte que ocurren en aquellos parajes sin salida.

Se llama Luc Jacquet. Es un biólogo francés de 38 años que siempre ha preferido las emociones del trabajo de campo ("la iluminadora observación del comportamiento animal", dice) a las desazones de las disquisiciones académicas. Desde 1992, cuando trabajó como asistente en una investigación llevada a cabo en las playas heladas del océano antártico, quiso contarle al mundo la historia épica del pingüino emperador. Y ahora, después de años de perseguir de rodillas la financiación de la producción, después de doce agotadores meses de trabajo en los que sus dos camarógrafos llegaron a filmar unas 120 horas de película, ha conseguido relatarla. El resultado, no obstante los desmanes de sus voces en off, no obstante ciertos bajones de ritmo, es asombroso: un documental que, como Microcosmos o Las aves migratorias, consigue convertir el típico programa de televisión de animales en una pequeña obra de arte.  

La travesía del emperador es, después de Fahrenheit 9/11, el documental más taquillero de la historia del cine: sólo en Estados Unidos ha recaudado 78 millones de dólares. Detrás de su éxito se encuentran, por supuesto, la monumentalidad de la narración,  la paciencia de sus cámaras y la belleza de todas sus imágenes. Pero también un público que se ha empeñado en verlo como un canto a la unidad de la familia. Nada dice esto, sin embargo, sobre su calidad. Su calidad resiste las interpretaciones forzadas. Su calidad es a prueba de sectas.