Detrás de la puerta

Calificación: ***. Título original: The Door in the Floor. Año de producción: 2004. Dirección: Tod Williams. Guión: Tod Williams, basado en Una mujer difícil de John Irving. Actores: Jeff Bridges, Kim Basinger, Jon Foster, Mimi Rogers, Bijou Phillips, Elle Fanning.  

Los triángulos amorosos del cine suelen ser mucho menos interesantes que este: acá primero está él, un decadente escritor de libros infantiles llamado Ted Cole, que vive borracho a fuerza de pensar en el hijo que perdió; después viene su esposa, la torturada Marion, que se declara incapaz de educar a su hija de cuatro años en medio del duelo; y cierra la imagen su mano derecha de ese verano, el inocente Eddie, aprendiz de narrador a los dieciséis años, que deja atrás la adolescencia mientras observa con cuidado ese viejo matrimonio que se ha convertido en una guerra que acaba con todo. Los triángulos amorosos del cine suelen ser chismes con una moraleja que sabemos de memoria, pero el de Detrás de la puerta, filmado por Tod Williams con cierta nostalgia, y encarnado por los brillantes Jeff Bridges, Kim Basinger y Jon Foster como si hubieran nacido para interpretar esos tres papeles, resulta ser una parábola perturbadora sobre nuestra incapacidad de alcanzar la compasión.

Williams, el director, sólo ha terminado un largometraje antes que este (una comedia titulada Las aventuras de Sebastián Cole), pero podría decirse que le interesan especialmente esos relatos en los que un joven aprende las estrictas reglas de la vida cuando descubre el fracaso inevitable de sus maestros. Quizás lo mejor de su trabajo en Detrás de la puerta, aparte de filmarlo todo como un vouyerista arrepentido, aparte de darles a sus actores el espacio que necesitan para desmoronarse, sea la astuta adaptación cinematográfica que ha hecho de esa compleja novela de John Irving titulada Una mujer difícil: al renunciar a trasladarla a la pantalla, al concentrarse en ese primer capítulo que tiene la estructura de una aventura de iniciación "sólo para adultos", no sólo ha conseguido realizar una obra verdaderamente dramática sino que ha logrado capturar el extraño arrepentimiento que parece darles forma a los textos de Irving (Las reglas de la vida, El mundo según Garp y Simon Birch, todos llevados al cine, pueden servirnos de ejemplo).

Los tres actores protagonistas, decíamos, se dejan llevar por la vulnerabilidad de sus papeles: a estas alturas de su carrera, tras pasar por las manos de cineastas tan importantes como los hermanos Coen, Terry Gilliam y Peter Weir, Jeff Bridges podría interpretar de memoria el deterioro de un hombre, pero no, no ha cedido a la tentación de poner el piloto automático, ha preferido crear un personaje autodestructivo incapaz de deshacerse de sí mismo; siempre lista a llevar a cuestas alguna tragedia, siempre lista a guardarse secretos inconfesables, Kim Basinger compone una inquietante figura maternal; y el televisivo Jon Foster, observado por esos dos monstruos, se vale de su inexperiencia para ponernos de su lado. Es un trío inusual, no cabe duda. Uno que sólo podría tener sentido en una película tan buena como esta.